El padre de la Teología de la Liberación sostiene que la pobreza es algo que está contra la vida, es muerte temprana e injusta, muerte física y cultural, y citando a Kolvenbach, dice que “la pobreza en el mundo es un fracaso de la creación”
(Luis Miguel Modino, enviado especial a Belo Horizonte).-Uno de los desafíos de la reflexión teológica es hacer una lectura de la realidad desde el Espíritu sin caer en espiritualismos. El II Congreso Continental de Teología, organizado por Amerindia, partiendo del tema «Iglesia que camina con el Espíritu y desde los pobres», está pretendiendo llevar a cabo esta tarea, no siempre fácil, pero de la que depende que la Vida pueda estar presente en el día a día de la Iglesia.
De hecho, como señalaba el teólogo brasileño Marcelo Barros en su intervención, en la que hizo una reflexión sobre «La multiforme experiencia del Espíritu en el contexto social, cultural y eclesial latinoamericano», vivir desde el Espíritu nos lleva contemplar la acción de Dios a partir de una actitud de fe y confianza que ni siempre es fácil. Él hace una llamada a, como cristianos, apoyar y testimoniar la acción del Espíritu en los movimientos sociales, en los grupos y comunidades de los que cada uno forma parte, pues, como decía José Comblin, «todo acto de amor es un acto del Espíritu». Marcelo Barros, desde su implicación en la vida de las CEBs (Comunidades Eclesiales de Base), muestra que esta forma de ser Iglesia permite oír lo que Espíritu dice hoy a las Iglesias y al mundo.
Pero el Espíritu no es una invención cristiana, sino que surge desde siempre en la tradición de los diferentes pueblos y culturas y aparece claramente en la Biblia. Carlos Mesters, una de la vacas sagradas de la teología bíblica latinoamericana y que a través de la lectura popular de la Biblia ha ayudado a mucha gente a entender e identificarse un poco más del Libro Sagrado, hace ver que el Espíritu aparece en el Antiguo Testamento como fuerza que da vida a la propia obra creadora y acompaña la vida del Pueblo de Dios a lo largo de la historia, como energía y soplo creador que comunica vida, como un ímpetu que pueda llevar a hacer cosas extraordinarias, como sabiduría que ayuda a discernir, como capacidad de guiar y conducir el Pueblo.
El Espíritu tiene una triple meta en la vida del Pueblo de Israel, en opinión de Francisco Orofino. En la Creación el Espíritu tiene como gran meta sostener el equilibrio, la harmonía entre polos antagónicos, siendo el Espíritu de Dios quien mantiene la creación en las diferentes estaciones. Es el Espíritu quien da la respuesta a través de la Palabra, pues la voz humana es la respuesta al soplo de vida, ya que Dios es fiel al grito que sale del pobre pidiendo vida y justicia y genera vida para responder a ese grito. Al fin y al cabo, en opinión de Orofino, cualquier manifestación cultural en defensa de la vida viene de Dios.
Ese Espíritu, que acompaña al Pueblo de Israel, también se hace presente en la vida de Jesús, de los discípulos y de las primeras comunidades. Solange do Carmo, biblista brasileña y especialista en la dimensión catequética, afirmaba que la acción de Jesús parte de una experiencia del Espíritu, a la que siempre vuelve, lo que aparece claramente a lo largo del Evangelio de Lucas. De hecho, en su opinión, quien hace la experiencia del Espíritu no necesita nada más y, por eso, no se puede entender la vida de Jesús y los discípulos sin la fuerza del Espíritu. Esta experiencia del Espíritu debe conducir la praxis pastoral y la reflexión teológica.
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