Padrón pidió que revise la política nacional e internacional en todos sus convenios y negociaciones
El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), monseñor Diego Padrón, afirmó hoy que la instalación de la Asamblea Nacional (AN) «es una victoria de la voluntad del pueblo» que traerá un cambio político con consecuencias sociales, económicas y la «reconciliación nacional».
«Es una victoria de la voluntad del pueblo, un paso decisivo hacia la reinstitucionalización del país y de la independencia de los poderes públicos», dijo Padrón durante el inicio de la Asamblea Anual de la CEV.
El representante de la Iglesia católica consideró el nuevo Parlamento como un punto de partida para la «recuperación del estado de derecho, la renovación y saneamiento de los organismos del Estado» y pidió que revise la política nacional e internacional en todos sus convenios y negociaciones.
Según Padrón, esta AN ha sido un «logro de la unidad de los partidos y otras organizaciones políticas no solo como estrategia sino como una unidad de espíritu, objetivos y de mensajes«.
Texto del presidente del episcopado de Venezuela sobre la situación política y social del país
Venezuela, mediante las elecciones del pasado 6D, ha entrado en un proceso de transición política que tendrá notables consecuencias sociales, económicas, e incluso psicológico-espirituales para la nación.
La Jornada electoral realizada en paz, y la toma de posesión de sus curules por parte de los Diputados electos son una ratificación de la conciencia civilista y democrática de los venezolanos y un contundente rechazo del sistema representado por el Socialismo del siglo XXI, del despotismo, militarismo, arbitrariedad y corrupción.
La instalación de la Asamblea Nacional, a pesar de las dificultades, es un paso decisivo hacia la reinstitucionalización del país y la independencia de los Poderes públicos. Es un punto de partida para la recuperación del estado de derecho, la renovación y saneamiento de los organismos del Estado, la revisión de las políticas nacionales y la política internacional, sus acuerdos, convenios y negociaciones. Ha sido un logro de la unidad de los partidos y otras organizaciones políticas, unidad no sólo como estrategia sino unidad de espíritu, de objetivos y de mensaje.
Pero sobre todo y ante todo, es una victoria de la voluntad popular que reclama cambios reales en los campos de la libertad, la justicia, los derechos humanos, la salud, la seguridad, la economía y tantos otros. A ese pueblo, la nueva Asamblea Nacional tiene que darle, en término perentorio, respuestas satisfactorias, no por que vaya a cambiar la economía, que es responbsabilidad del Gobierno, sino porque corregirá vicios y procedimientos irregulares y proporcionará leyes que favorecerán la producción nacional, la libertad de empresas y controlarán el fácil enriquecimiento.
Tomará medidas que contribuyan a la distensión y la reconciliación nacional, como será la amnistia para los presos políticos y la vuelta de los exiliados. Aportará leyes que corregirá las políticas económicas y castigarán la corrupción. Cumplida esta etapa transcendental de nuestra historia política, con el concurso de todos, el país debe enrumbarse progresivamente hacia la despolarización, el diálogo transparente y efícaz entre el poder ejecutivo y el legislativo, entre el Gobierno y la Oposición y entre todos los venezolanos, y hacia la recuperación económica y la reconciliación nacional.
Para que el diálogo sea eficaz, tiene que establecerse sobre realidades y no a partir de premisas ideales, menos aún ideologías (AA). En su reciente visita a Ecuador dijo el Papa Francisco: el diálogo es para el bién común y el bién común se busca desde nuestras diferencias. La unidad no rompe las diferencias sino que las vive en comunión por medio de la solidaridad y la comprensión.
En búsqueda del bíen común las diferencias siguen, pero quedan a un costado, en la reserva. Y en Bolivia expresó: hay que construir puentes en vez de levantar muros sin diálogo no se encuentra solución a los problemas.
Es tiempo de reconstruir el país y, en frase del Cardenal Bergoglio, ponerse la patria al hombro. Cada Diputado y el conjunto de la Asamblea ha alcanzado un ascenso en la responsabilidad frente a los ciudadanos y frente a Dios.
Termino con este comentario al Evangelio, capítulo 15 de San Lucas del entonces Cardenal Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires: La parábola del Buen Samaritano es un icono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que debemos tomar para reconstruir esta patria que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el Buen Samaritano.
Toda otra opción termina o bién del lado de los salteadores o bien del lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del herido del camino. Y «la patria no ha de ser para nosotros … sino un dolor que se lleva en el costado» la parábola nos muestra con que iniciativa se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que sienten y obran como verdaderos socios (en el sentido antiguo de conciudadanos) hombres y mujeres que hacen propia y acompañan la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se aproxima -se hacen prójimos- y levantan y rehabilitan al caído, para que el Bién sea Común.
(RD/Agencias)






