Durante su vida, tuvo una complicada relación con la Iglesia. Coqueteó con el ocultismo y con corrientes filosóficas paganas resurgidas a finales del siglo XIX
(Israel González, corresponsal en Nicaragua).- Por lo alto se celebró el centenario de la muerte del poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916). Para ello las autoridades civiles y eclesiásticas del país han elaborado una agenda de actividades culturales y eclesiásticas que contempla la realización de una misa solemne para honrar la memoria del bardo.
Desde el día de ayer en horas de la noche, el presidente de Nicaragua Daniel Ortega, su esposa y vocera de gobierno Rosario Murillo, el arzobispo emérito de Managua Miguel Obando y el obispo de León Bosco Vivas Robelo se dieron cita en el interior de la imponente Catedral de la Asunción, en la ciudad de León (occidente de Nicaragua) para dar inicio a los festejos con un responso en honor al considerado «padre del modernismo» y reformador de la poesía en lengua castellana.
«Quizá habrá nicaragüenses que no han leído siquiera un libro de Rubén, pero habrán escuchado alguna vez un poema de Rubén y saben lo que significa Rubén, la potencia que tiene Rubén, la fuerza y el orgullo que nos da a todos los nicaragüenses», aseguró el presidente Ortega durante el acto religioso en el interior de la Catedral de León.
Por su parte el obispo de León Bosco Vivas señaló al mandatario que la Iglesia se unía gozosa a la celebración por el centenario de la muerte de Rubén Darío y evocó el día de la muerte del poeta. «Estamos a las vísperas de aquel día doloroso y glorioso a la vez, como el misterio cristiano de la pascua, de la muerte de Rubén Darío hace 100 años. Aquella noche y aquel día 6 de febrero de hace 100 años se vivió aquí en León un acontecimiento que quedó grabado de tal manera en el corazón de los leoneses y de los nicaragüenses que no ha podido ser olvidado y que hoy nos toca a nosotros revivirlo de una manera fuerte», expresó desde el púlpito el purpurado.
Rubén Darío nació en 1867 en Metapa, Matagalpa (norte de Nicaragua) y murió en León (Nicaragua) en 1916. Es el poeta más célebre del país centroamericano. Considerado por muchos como «príncipe de las letras castellanas», también se desempeñó como periodista y diplomático. Durante su vida, tuvo una complicada relación con la Iglesia. Coqueteó con el ocultismo y con corrientes filosóficas paganas resurgidas a finales del siglo XIX. Sin embargo, a su muerte las autoridades eclesiásticas y civiles decidieron darle un funeral de Estado con honores de Príncipe y sus restos mortales descansan en la Catedral de León, a los pies de la columna de San Pablo; custodiado por la estatua de un león adolorido.