El detonante fue el intento de fuga de Jorge Hernández Cantú, El Comandante Credo, miembro del cártel del Golfo y uno de los cabecillas de la penitenciaría
Un motín en la cárcel de Topo Chico en Monterrey, que derivó en un incendio, ha provocado la muerte de más de 50 personas, entre presos y guardias de vigilancia, según informan varios medios mexicanos.
La revuelta, la mayor en décadas, tuvo como detonante el asesinato de un líder carcelario a manos de sus adversarios. Su muerte derivó en un bárbaro ajuste de cuentas, en la que no hicieron falta los tiros. Bastaron las cuchilladas.
La prisión de Topo Chico, de 3.800 reclusos, fue en la madrugada del jueves lo más parecido al infierno. Durante al menos dos horas, los internos tomaron el control del presidio y se enzarzaron entre sí como bestias. Los detalles de la matanza tardarán meses en aclararse. Las primeras versiones apuntan a que el enfrentamiento arrancó a las 23.30 entre Los Zetas y el cártel del Golfo, las dos organizaciones criminales que controlan el presidio.
El detonante fue el intento de fuga de Jorge Hernández Cantú, El Comandante Credo, miembro del cártel del Golfo y uno de los cabecillas de la penitenciaría.
Este narco intentaba supuestamente huir esa noche de la cárcel, pero en su fuga, siempre según versiones no oficiales, fue sorprendido y asesinado por sus adversarios, dirigidos por Juan Pedro Zaldívar Arias, alias el Z-27, un conocido secuestrador que recientemente había sido trasladado a la cárcel.
La sangre llamó a la sangre. Un vendaval de venganza se apoderó del penal. Ante la absoluta inoperancia de las fuerzas estatales, la reyerta devino en una matanza. Los internos, según las versión oficial, prendieron fuego a la bodega de víveres y se enfrentaron cuerpo a cuerpo.
No hubo tiros. Bastaron las cuchilladas. La cárcel, al menos en dos áreas, quedó en manos de los amotinados.
Ante el caos, las autoridades pidieron la intervención del Ejército, la Marina y las fuerzas federales. Sobre las 1.30, los militares irrumpieron en las dependencias penitenciarias y, supuestamente, lograron sofocar la revuelta. Ninguna autoridad dio explicación de qué métodos emplearon para hacerlo ni si su intervención fue la causante de la mortandad. El gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, en su primera comparecencia por los hechos se limitó a señalar que la «tragedia» fue fruto de «la situación tan difícil en que se encuentran los centros penitenciarios». A lo largo de la mañana, el Gobierno estatal fue facilitando los nombres de los fallecidos, pero sin detallar las causas. Los informes forenses deberán determinar sin hubo o no disparos.