El Papa conversó con cuatro niños, que le entregaron un trozo de tierra de cada uno de los 32 estados de México
(J. Bastante).- «¡Viva Pancho!«. Miles de mexicanos esperaban la llegada del Papa Francisco. Una llegada que se retrasó por el emocionante encuentro que Bergoglio mantuvo con Kirill dos horas antes en La Habana. De Cuba a México, el Papa, agotado, prácticamente no pudo descansar. Y su entrada en el país, a las dos y veinte de la madrugada hora española, fue todo menos tranquila.
Mariachis, bailes, corridos, gritos, palmas, alegría y ruido, mucho ruido, recibieron a Francisco en el aeropuerto «Benito Juárez» de Ciudad de México. Al pie de la escalerilla le esperaba el episcopado mexicano casi en pleno, así como el presidente Peña Nieto. Bergoglio apareció cansado pero contento.
Escuchando el «Cielito lindo» mientras el avión se acercaba al hangar. Cinco mil personas se agolpaban en el aeropuerto en un magnífico espectáculo de luz y sonido que el Papa no debió aprovechar en toda su integridad. No en vano, ha sido un viaje de casi 20 horas. Aunque se hinchó a aplaudir después de cada corrido, de cada actuación, de cada grito de ánimo de los fieles.
No hubo discursos (esos se dejan para mañana), pero sí mucho cariño. Enrique Peña Nieto, en nombre del pueblo mexicano, dio la bienvenida al Papa Francisco. «Francisco, hermano, ya eres mexicano», se escuchaba momentos antes de que Bergoglio bajara por la escalinata.
De la mano de Peña Nieto y su esposa, el Papa conversó con cuatro niños, que le entregaron un trozo de tierra de cada uno de los 32 estados de México. Después, un impresionante espectáculo folclórico y musical, antes de subirse al papamóvil para recorrer los 33 kilómetros que separaban el aeropuerto de la Nunciatura de México, donde descansará esta noche. Sin duda lo merece. Aunque pocos dudan que se le cantará las «mañanitas» a las puertas de la embajada vaticana.
Antes, por petición popular -«Queremos que el Papa nos dé su bendición«-, Francisco bendijo a los presentes, a la amada tierra mexicana. Una tierra que sufre pero que vive con esperanza. Conocedor de ello, Bergoglio se saltó el protocolo -y la alfombra roja- para acercarse a la gente. Especialmente emotivo fue el momento en que, por indicación de la primera dama, el Papa abrazó y besó a un pequeño discapacitado.
El papa Francisco inicia una visita de cinco días a México, con una agenda preparada por él mismo y que incluye, entre otras cosas, una reunión con el presidente Enrique Peña Nieto, pero también una visita al santuario de la Virgen de Guadalupe, a una cárcel en Ciudad Juárez y encuentros con comunidades de inmigrantes. La denuncia de la corrupción, la violencia y el tráfico ilegal serán algunos de los ejes, en un viaje que no descarta alguna sorpresa, como un posible encuentro con víctimas de abusos a menores.