"La Iglesia Católica vive dentro de la burbuja de la elite política social y mexicana"
El aviso del papa Francisco a los obispos mexicanos fue claro y contundente. Deben acercarse a la «periferia humana», «involucrarse en las comunidades parroquiales y las escuelas», dejarse de personalismos y no actuar como «príncipes».
Este toque de atención no fue gratuito en un país donde la jerarquía eclesiástica en general mantiene un estrecho vínculo con la clase política y económica, vive fuera del precepto de austeridad y tiene posiciones muy conservadoras y distantes de lo que opina el país en temas como el matrimonio homosexual o el aborto.
Los casos abundan. Al arzobispo primado de México, el cardenal Norberto Rivera, se le pudo ver junto al magnate Carlos Slim y otros grandes empresarios del país en Galicia (España) en agosto de 2013, donde ofició una misa y pasó unos días de vacaciones.
Onésimo Cepeda, obispo emérito de Ecatepec, donde este domingo el papa instó a no «acumular fortuna», fue agente de bolsa y creador del Grupo Financiero Inbursa antes de ejercer el sacerdocio, y se hizo famoso por su afición al golf.
«La Iglesia Católica vive dentro de la burbuja de la elite política social y mexicana», dijo a EFE Hugo José Suárez, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
En México, el segundo país del mundo por número de católicos, la fuerte relación Iglesia-Estado se renovó en 1992 cuando el Vaticano y el país retomaron las relaciones diplomáticas con una reforma constitucional que otorgó personalidad jurídica a las instituciones religiosas y le devolvió el derecho a propiedad y patrimonio propio.
Se puso así fin a casi dos siglo de desavenencias, pues en la configuración del México independiente se buscó separar la Iglesia del Estado, declarado laico, y se desamortizaron muchos bienes eclesiásticos.
Entre los múltiples choques destacan la Guerra Cristera (1926-1929), una lucha armada entre el Gobierno y religiosos católicos y milicias de laicos en la que murieron unas 250.000 personas.
En 1992, y a partir de una propuesta vaticana impulsada por Juan Pablo II y luego por Benedicto XVI, se estableció «una especie de matrimonio» entre la Iglesia y el Estado mexicano en el que se antepuso la relación con la clase política a una «mayor cercanía con el pueblo», dijo el experto.
La separación del pueblo se debe también a la diferencias de opinión en temas morales que expresan las élites eclesiales y los creyentes, explicó Suárez.
El desacuerdo es evidente en asuntos como el aborto, las relaciones sexuales prematrimoniales, el casamiento homosexual o el consumo de la marihuana, un debate de actualidad en el país tras varias resoluciones judiciales que permiten a particulares el uso recreativo y medicinal del cannabis.
«La marihuana lúdica es placebo para apaciguar las dolencias de la destrucción social» aseveró la Arquidiócesis de la Ciudad de México en un editorial del semanario Desde la fe.
En este texto, publicado en octubre del pasado año, también advirtieron que México va «hacia la destrucción individual» por «la transgresión del derecho a la vida, la devaluación de la familia y la obsolescencia del matrimonio».
En un país con un 82,7 % de católicos de los cerca de 120 millones de personas, el matrimonio homosexual, avalado por la Suprema Corte, es aceptado por casi el 50 % de la población, según reveló una encuesta de Parametría.
Sobre el cannabis la opinión sigue dividida: un 66 % de los consultados en un sondeo del diario El Universal del pasado noviembre rechaza la despenalización de la marihuana, aunque un 79 % aprueba su legalización para uso medicinal.
A estos factores se le suman escándalos de pederastia, con centenares de casos y acusaciones de que la Iglesia protegió a los curas presuntamente implicados.
México fue cuna y hogar del padre Marcial Maciel, fundador de Los Legionario de Cristo fallecido en 2008 y del que se comprobó que cometió abusos sexuales contra seminaristas, tuvo varios hijos con diferentes mujeres y era consumidor habitual de drogas.
Ante los contundentes encargos que el papa Francisco ha lanzando a los clérigos, en el seno de la Iglesia mexicana no se ponen de acuerdo.
«Nos da unas buenas revolcadas a todos, ninguno nos escapamos», dijo en entrevista con el diario Excélsior el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi.
En declaraciones a EFE, Francisco Moreno, obispo del central estado de Tlaxcala (centro), destacó en cambio este lunes: «Algunos piensan que regaña» pero «con sus palabras» el papa «está confirmando ya muchas actitudes de obispos» mexicanos.
Entretanto, el santo padre prosigue en su ruta por México afianzando este mensaje de que el pastor ha de estar y trabajar para el rebaño.
No solo en palabras, también en gestos que despiertan suspicacias entre la jerarquía eclesiástica.
En su visita al sureño estado de Chiapas visitó hoy la tumba de Samuel Ruiz, un obispo incómodo y acusado por el Gobierno y Iglesia de apoyar el movimiento zapatista pero enormemente querido por las comunidades indígenas. Prevenidos tal vez por lo que el Vaticano anunciaba desde hacía semanas o sabedores del carácter frontal del discurso del papa Francisco, los políticos y la Iglesia de México han esquivado por ahora, bastante impasibles, los dardos lanzados por el pontífice, pese a la dureza de algunos mensajes.
En opinión del analista Salvador García Soto, «los mensajes del papa han estado dentro de las expectativas», pues aunque son «mensajes duros y fuertes», se sabía que el santo padre «tocaría esos temas sensibles, tanto la violencia y la corrupción como el narcotráfico», agregó.
Para García Soto, «el mensaje fuerte» contra la jerarquía eclesiástica mexicana del sábado «tiene que ver con las pugnas que se han hecho publicas entre algunos obispos«, como entre el arzobispo primado de México, Norberto Rivera y el de Morelia, Alberto Suárez Inda, «sobre la visión que tenían de la visita».
A principios de mes, el semanario «Desde la fe», de la Arquidiócesis Primada de México, presentó en un editorial como un territorio «violento y sometido por el crimen y la anarquía» a Michoacán, el estado del que es capital Morelia, la ciudad a la que viaja Francisco el martes.
Suárez Inda dijo no compartir «el enfoque» y calificó el artículo de «amarillista», «parcial» y «exagerado».
Aunque el papa no se refirió a ningún caso en concreto en su controvertido mensaje a los obispos del sábado en la Catedral, sí les pidió no «perder tiempo y energía» en «cosas secundarias», «habladurías», «intrigas» o «vanos proyectos de carrera».
«Si tienen que pelearse, peléense. Si tienen que decirse cosas, díganlas. Pero como hombres, en la cara«, les espetó.
Les demandó además que «no minusvaloren el desafío» que el narcotráfico representa para la «sociedad mexicana», incluida la Iglesia, ni soslayen «la gravedad de la violencia».
García Soto recordó que los pocos obispos que han hablado al respecto «no lo han interpretado como un regaño sino como una motivación».
El exsacerdote y activista Alberto Athie explicó hoy a Efe que la reunión en que el papa reprimió a los obispos siguió simplemente «el modelo» de «los ejercicios espirituales ignacianos», basado en «poner puntos de discernimiento delante de los ejercitantes que tendrán que revisar durante sus ejercicios», argumentó.
En su opinión, la crítica se presenta en «un lenguaje simbólico, exhortativo, que pretende interpelar a la conciencia«.
«Es muy difícil poder decir si fue un regaño o si fue muy fuerte o muy suave. Es una interpelación simbólica basada en la escritura», enfatizó.
Por contra, Athie lamentó que el papa no fuera «más allá de las valoraciones de tipo ético» ni propusiera nada concreto.
También que no se refiriera a temas espinosos como la pederastia sacerdotal, pese a los sonados casos que ha habido en México en el pasado, o a la despenalización del aborto, pues por ejemplo «el cardenal Rivera ha sido durísimo» con ese asunto, a pesar de que el papa ha pedido a los curas que absuelvan a las mujeres que han incurrido en ese «pecado».
Francisco tampoco habló de los matrimonios vueltos a casar, cuando hace una semana el semanario mexicano Proceso difundió un reportaje según el cual la boda religiosa en segundas nupcias entre el presidente Enrique Peña Nieto y la primera dama, Angélica Rivera, pudo no tener validez.
Peña Nieto y Rivera recibieron el sábado a Francisco en el Palacio Nacional, sede del poder político en México, en la primera visita de un pontífice a ese recinto en un país con una larga historia de encuentros y desencuentros con la Iglesia, a pesar de ser uno de sus bastiones en el mundo.
Allí, el santo padre pidió para México «hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común» y denunció que la búsqueda del «camino del privilegio» genera «un terreno fértil» para la corrupción, el narcotráfico o la violencia, en un aparente mensaje para la clase política allí presente.
«El Gobierno sabía a lo que se atenía cuando lo invitó» aunque «desde el punto de vista político se pude decir que Francisco se excedió un poco en el tono», teniendo en cuenta de que es un jefe de Estado, opinó García Soto.
«Esa visión tiene que ver con el respeto, con la idea de que él es el jefe de la Iglesia más fuerte en México», agregó el experto, que sin embargo anticipó que «no va a haber reacción oficial» del Gobierno de Peña Nieto.
«Esperaban ese tipo de mensaje» y «a pesar de que es una crítica para ellos saben que cuestionar o responder al pontífice sería meterse con la mayoría de los mexicanos«, que «además de católicos y religiosos, son papistas».
(RD/Agencias)