La presencia eclesial en medio de los hupdas siempre ha provocado recelos por parte de otras etnias locales y también dentro de la propia Iglesia
(Luis Miguel Modino).- Existen situaciones que son asumidas por la mayoría, pero eso no quiere decir que éstas sean justas y mucho menos cristianas, si aceptamos que ser discípulo de Jesús de Nazaret es tener la misericordia como norma fundamental de vida. De esta forma podríamos calificar lo que sucede con la etnia Hupda en el Alto Río Negro, un pueblo tradicionalmente segregado por el resto de las etnias locales, lo que siempre, todavía hoy, ha formado parte del subconsciente colectivo, inclusive de los propios hupdas.
En la región del Río Negro prácticamente no existen vías de comunicación terrestre, son los ríos los que permiten desplazarse, por lo que vivir en sus orillas siempre ha sido un elemento que ha garantizado un mejor acceso a los ya de por sí precarios servicios y a la pesca que garantizaba el alimento cotidiano. Ellos nunca han sido un pueblo que pescase y tampoco que plantase yuca, alimento base en la alimentación local.
Tradicionalmente han sido nómadas y recolectores, que han vivido en zonas remotas, en muchos casos a varias horas a pie de los ríos principales, lo que ha provocado su aislamiento y falta de asistencia en aspectos básicos como la educación y la sanidad. Todavía hoy el índice de desnutrición o mortalidad infantil entre los hupdas supera ampliamente la media regional.
Puede servir como ejemplo de todo esto lo que está pasando con las escuelas en las comunidades hupdas. Está prevista la construcción por parte de la FUNAI, Fundación Nacional del Indio, por sus siglas en portugués, de doce escuelas en estas comunidades. Hasta ahora solamente una fue iniciada y la falta de pagamento ha provocado que las obras hayan sido abandonas sin ser concluidas, lo que pone en duda que las otras sean iniciadas.
En el mes de marzo tuvo lugar en São Gabriel da Cachoeira una audiencia pública con el Procurador General de la República del Ministerio Público Federal del Estado de Amazonas en la que fueron abordadas estas problemáticas en las comunidades hupdas. Podemos cuestionarnos hasta qué punto lo que fue abordado está provocando mejoras significativas en la vida cotidiana de este pueblo.
En la región del Río Negro los matrimonios inter tribales es una tradición común y asumida por todos. Estos matrimonios entre hupdas y el resto de las etnias sólo suceden en contadas ocasiones, siempre entre hombres de otras etnias y mujeres hupdas, nunca al contrario, con la connotación de que los hombres casi siempre son viudos o superan en muchos años la edad de sus mujeres, siempre jóvenes e inclusive adolescentes.
También podemos decir que la convivencia no es fácil si tenemos en cuenta lo que sucede en la vida del día a día. Con el éxodo de los moradores para la ciudad o para comunidades mayores, provocada por el hecho de tener mayor acceso a los servicios básicos, los hupdas han llegado a las comunidades donde tradicionalmente han vivido las etnias dominantes. Lo llamativo de esta situación es que los pocos que todavía quedan en las comunidades siguen dominando la vida cotidiana, en muchos casos formadas ahora en su mayoría por hupdas.
Dentro las comunidades existe una línea imaginaria que divide a unos de otros, las casas de las familias hupdas nunca se mezclan con las de las otras etnias y muchas veces éstos se convierten en mano de obra barata o por qué no decirlo en esclavos. Muchos son engañados cuando van a la ciudad a resolver cuestiones burocráticas o recibir ayudas sociales, a lo que se une el hecho de que se acampan en pequeños islotes del río con la única protección de una pequeña lona, lo que hace que el peligro de contraer enfermedades aumente. No son raras las situaciones en que se ven escenas de segregación y claro rechazo.
La presencia eclesial en medio de los hupdas siempre ha provocado recelos por parte de otras etnias locales y también dentro de la propia Iglesia. A los que siempre han estado encima, en cualquier lugar del mundo, sociedad y momento histórico, que los que estén abajo mejoren sus condiciones de vida les resulta, como mínimo, preocupante, pues a nadie le gusta perder privilegios seculares, aunque éstos hayan surgido como fruto de injusticias históricas.
Dentro de la Iglesia, los que eligen estar al lado de los pequeños también resultan incómodos, pues sus actitudes proféticas ponen en cuestión la vida acomodada de algunos. En este sentido resulta iluminadora la actitud de algunos misioneros que han apostado por su presencia entre los hupdas, llegando en algunos casos a vivir con ellos, lo que no es fácil para quien fue criado en un padrón de vida occidental, pues supone renunciar a cosas que muchos consideran imprescindibles. Entre otros podríamos citar los nombres del pastor de la Iglesia Presbiteriana, Marcelo Carvalho, cuya estancia entre los hupdas ha sido plasmada en un libro que tiene por título «Inverso», las salesianas Elizabeth Schwaiger y Rosalia Lapo o el misionero italiano Bruno Morandini, que vivió durante más de un año en una de las comunidades hupdas de la región.
El gran desafío misionero que debe ser enfrentado es el de ayudar a los hupdas a tomar conciencia de su valor como pueblo y que ellos puedan encontrar caminos que les permitan liberarse de las cadenas que secularmente les han atado, hasta el punto de asumir que la estructura social actual en la región es una cosa común y natural.
No es fácil encarar estas cuestiones, todavía más si tenemos en cuenta la falta de efectivos con los que la Iglesia católica cuenta hoy en la región. Me resultaba provocador el comentario que la Inspectora Salesiana, quien ha estado visitando a las religiosas que aquí trabajan, hizo esta semana al final de una misa en una comunidad hupda, donde la congregación ha tenido una casa durante algún tiempo y donde hoy continúa presente, diciendo que se imaginaba que hubo poca diferencia entre esta misa y la primera que los portugueses celebraron al llegar a Brasil.
Una lengua incomprensible para la mayoría, tanto de un lado como de otro, presidida por alguien que muchos ven como casi extraterrestre, pues sus rasgos son tan diferentes que no son fáciles de asimilar, con unos ritos que nadie sabe el por qué ni el para qué son realizados… son elementos que me llevan a pensar que la Inspectora no está muy desencaminada y que los desafíos son muchos y grandes.
Aunque está claro que para eso se necesitan años, esperemos que Dios nos ilumine y juntos podamos encontrar el camino que nos permita construir un mundo mejor para todos, también para los hupdas.