Los cristianos deben llenar las páginas del libro de sus vidas y permitir que Dios ayude a escribir la vida de cada uno
El sábado 13 de agosto a las diez de la mañana, un gran número de feligreses asistieron al Santuario Diocesano de Nuestra Señora de la Consolación en Táriba, para acompañar a los niños, niñas y mujeres embarazadas que se hicieron presentes ante la imagen de la Patrona del Táchira con la finalidad de participar en la eucaristía y recibir la bendición especial de parte del Obispo Diocesano, monseñor Mario Moronta.
La santa misa fue presidida por el Obispo de la Diócesis y concelebraron los presbíteros Leward Fernández, Eliécer Betancur y Ricardo Casanova. Antes de iniciarse la eucaristía se contó con animación musical, reflexiones, bailes y catequesis, gracias al apoyo del secretariado diocesano de infancia y adolescencia, la infancia misionera, el grupo juvenil de la parroquia anfitriona y el coro litúrgico de Nuestra Señora de la Consolación.
La eucaristía comenzó a las diez y veinte y el obispo Moronta pidió a los niños ofrecer en esta eucaristía una oración por los papás, mamás, abuelos y profesores. Del mismo modo invitó a los papás a decirle a la Virgen de la Consolación: «Virgen Santa, te pedimos por nuestros hijos y concédenos ser buenos padres como San José» y a las madres presentes las animó a orar a María del Táchira diciendo: «Virgen santa, te pedimos por los sacerdotes y por los obispos. Tú que fuiste la madre de Jesús, ayúdanos a ser buenas mamás para nuestros hijos, para que lleguen a ser buenos ciudadanos y buenos cristianos. Recibe nuestro cariño y nuestro homenaje. Amén».
A los abuelos y a abuelas les invitó también a repetir la siguiente oración: «Virgen santa, te pedimos por nuestros hijos que nos han regalado el don de nuestros nietos, ayúdanos a ser buenos formadores de los valores en estos muchachos, cuida de nuestros nietos y líbralos de todo peligro y a nosotros danos sabiduría para que podamos acompañarlos por siempre. Amén.»
En el acto penitencial, monseñor Moronta invitó a los niños a reflexionar diciendo: «Perdón Señor por las travesuras y por portarnos mal, pero sabemos, Señor, que usted nos perdona y hoy queremos reafirmar que somos buenos y nos portamos bien. Danos tu gracia, la luz de tu amor y enriquécenos con tu palabra de vida».
En el momento de las lecturas, monseñor Mario invitó a los niños y niñas a sentarse a su lado. Durante la homilía el Pastor Diocesano empezó manifestando: «tenemos que hacernos como niños porque los niños son la alegría y siempre mantienen un espíritu puro como lo hemos rezado en el salmo».
Continuó diciendo: «un corazón puro es aquel que solamente piensa en Dios y tiene como centro las cosas que agradan a Dios, que no hace cosas malas y que si las hace, las corrige». Luego de ello afirmó «por eso en este homenaje que los niños hacen ante la Virgen es necesario recordar que debemos tener un corazón, puro, en el que no haya egoísmo, cosas malas, chismes, maledicencias, groserías sino un corazón donde podamos hablarle a los demás de Dios».
Dijo también «el corazón es como un libro, donde vamos escribiendo cosas buenas, lo decía el Papa Francisco «cada cristiano debe ser como una página del evangelio» y es que existen personas con hojas en blanco que no trasmiten nada, pero otras hojas tienen texto, poseen colores, contienen imágenes -a lo que agregó- así los cristianos deben llenar las páginas del libro de sus vidas y permitir que Dios ayude a escribir la vida de cada uno». «Con un corazón puro nuestra vida estará llena de colores, pero si nuestra vida está llena de pecado o actitudes en contra del evangelio, se vuelve incolora y sin destellos de luz para el prójimo» agregó el obispo Mario.
Seguidamente el presbítero Leward Fernández -por medio de juegos, dinámicas y trucos- enseñó a los niños sobre el significado de un libro y la importancia de que cada hoja que forma el libro tome color, con la vivencia de los mandamientos, la voluntad de Dios y la práctica de las obras de caridad. También usando una cuerda explicó a los niños que cuando se está de la mano de Dios la vida se mantiene firme, y que por el contrario cuando se distancia el cristiano de Dios y se cae en el pecado, la vida en general se afloja, no tiene fortaleza, termina derrumbada, ocasionando sentimientos de tristeza, angustia y desesperanza.
También el sacerdote -usando una bolsa de regalo y pañuelos de colores variados- efectuó una maniobra haciendo la extracción de un corazón, ello para enseñar a los niños que Dios ha dado a sus hijos un corazón sobre el que se debe escribir con colores variados, recordando que Dios actúa en cada uno de ser humano de manera diferente y en modo particular.
En la profesión de fe el Obispo invitó a los niños a repetir: «Creo, Señor, pero aumenta mi fe; creo que eres el Padre Creador; creo que eres el Hijo Redentor que naciste de la Virgen María y fuiste niño como nosotros; creo en el Espíritu Santo que nos da sus dones; creo en la Iglesia a la que pertenecemos, aumenta Señor nuestra fe. Amén» y posteriormente a las peticiones los asistentes respondían: «Virgen santa, escúchanos».
Junto a los dones del pan y el vino monseñor Moronta presentó a una niña en representación de todos los niños y niñas allí congregados y dijo: «Bendito seas Señor por estos niños, son fruto del amor y son fruto de la vida, te los presentamos Señor para que los bendigas, los fortalezcas y los llenes de tu gracia con la fe y concédeles ser ciudadanos cabales y cristianos de mucha fe, te los presentamos a ti Virgen María, madre del Niño Jesús, para que los protejas y acompañes siempre».
La bendición final de la eucaristía fue impartida por el Obispo y los sacerdotes concelebrantes, cada uno con un niño en sus brazos. Luego Monseñor Moronta se trasladó hasta la puerta principal de la basílica y allí fue dando el saludo y la bendición a cada niño, niña y mujer embarazada. (RD/Prensa Diócesis SC)