Una Iglesia más ministerial, que da valor a los cristianos laicos, a los ministerios, una Iglesia que está dispuesta a dejar de lado un poco de su poder, de creer que tiene la respuesta para todo
(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- Falta menos de un año para el 14º Intereclesial de las Comunidades Eclesiales de Base de Brasil, que tendrá lugar en Londrina del 23 al 27 de enero de 2018. Pero el Intereclesial no es un momento y sí un proceso que conduce la caminada de las comunidades a lo largo de un periodo de tiempo y que indica la temática de la reflexión cotidina dentro de las comunidades esparcidas por todos los rincones del país.
Monseñor Giovane Pereira de Melo es obispo de Tocantinópolis, una diócesis situada en la frontera sur de la región amazónica. Actualmente es el obispo designado por la CNBB, Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués, para acompañar, a nivel nacional, a las comunidades eclesiales de base.
Siguiendo la temática del 14º Intereclesial, que nos lleva a reflexionar sobre los desafíos del mundo urbano, el obispo brasileño, en esta entrevista, nos muestra como está avanzando el proceso del Intereclesial y lo que supone esta temática, poco tratada hasta ahora, insistiendo en la necesidad de dar mayor valor a los laicos, al diálogo, a no creernos superiores y pensar que somos dueños de la verdad.
Al mismo tiempo, insiste en la necesidad de una conversión pastoral y de estructuras, que nace de la Teología del Concilio Vaticano II, llegando a afirmar que las comunidades eclesiales de base son la respuesta adecuada para responder a los desafíos de la evangelización del mundo urbano.
Falta menos de un año para el Intereclesial, ¿cuáles son las perspectivas que se presentan en este tiempo para la caminada de las Comunidades Eclesiales de Base?
A decir verdad el 14º Intereclesial comenzó en Brasilia en 2014 cuando evaluamos el 13º. Desde aquel momento, sea en nuestras bases de CEBs y comunidades, sea en la Archidiócesis de Londrina, se ha llevado a cabo todo un proceso de mobilización, de preparación, de discuasión de la temática urbana.
El Intereclesial como momento celebrativo final es el culmen de un todo un proceso que va siendo construído a lo largo de ese recorrido. La preparación a nivel nacional ha sido a través de los seminarios, donde se discutió el tema, se preparó la Ampliada y los asesores y nos dió un poco más de claridad sobre el rumbo de la temática, además de mostrarnos los pasos a seguir de cara al 14º Intereclesial.
Veo que el tema, las CEBs y los desafíos del mundo urbano, es una nueva temática, que no estaba presente en la vida de las comunidades. Pienso que el recorrido que las comunidades hicieron hasta ahora, ha estado más dirigido hacia el tema de las políticas públicas, la cuestión de la Tierra y del Medio Ambiente, los problemas venidos del campo, la realidad de las comunidades tradicionales. Por eso, la cuestión urbana es una temática nueva y que es interesante para ser discutido, pues hoy en día, en Brasil, más del 80% de la población vive en la ciudad y, de cierto modo, las comunidades tienen dificultad para dar respuestas positivas, que realmente puedan impactar la realidad urbana.
Discutir esa temática es una novedad y por eso, de cierta forma, no tenemos mucha seguridad en algunos aspectos, pero sentimos que es necesario. Si no discutimos la realidad urbana, no entendemos su complejidad, las lógicas de la ciudad, dificimente las comunidades eclesiales de base darán la respuesta profética y a la altura de los desafíos que nosotros vivimos en la ciudad.
¿Cuáles son las dificultades que las comunidades eclesiales de base, y la Iglesia en general, encuentran para hacer presente el Evangelio en la ciudad, sobre todo en las periferías?
La ciudad es expresión de pluralidad. Pensar una pastoral en la ciudad significa pensar en el diálogo, la convivencia, la pluralidad, saber que no eres el único que tiene la respuesta para los desafíos de la ciudad. Significa dialogar, convivir con el diferente, abrirse a los valores del Evangelio presentes en esas realidades culturales, dialogar mucho y hacer la propuesta del Evangelio como algo que responde, y que nosotros creemos que responde, a los desafíos de la realidad urbana.
Eso supone una mirada positiva sobre la ciudad, no verla como un caos, como lugar donde sólo encuentras contra valores. Es una mirada de acogida, de ver y descubrir lo positivo, presente en las entre líneas de la ciudad.
Usted señala que para evangelizar el mundo urbano es necesario diálogo, entender que no somos los únicos dueños de la verdad. ¿La Iglesia católica ya dió ese paso o todavía tiene aquel sentimiento de superioridad que le lleva a pensar que está por encima de otras realidades religiosas o sociales?
Tenemos experiencias de práctica de una pastoral urbana, aunque sean estas realidades, tal vez no demasiado expresivas. Creo que todavía nos asustamos con algunas realidad, con la complejidad urbana, todavía no conseguimos dar pasos significativos para ser presencia en la ciudad. Estamos, de cierta manera, reculados, escondidos y, tal vez, no entramos suficientemente en la comprensión de esta realidad, todavía estamos en una posición que nos lleva a mirar desde arriba, sin mezclarnos.
¿El desafío sería hacer realidad, poner en práctica, esa Iglesia en salida que el Papa Francisco nos propone desde que comenzó su pontificado?
Exacto, salir y abrirnos a lo nuevo, no ir a la ciudad o interactuar con la ciudad con una postura de autoridad, de aquel que sabe, de quien es superior, y sí con una posturar de mancharse las manos, de implicarse y de hacerlo con todas las contradicciones que tiene la ciudad.
A partir de este implicarse, de este ensuciarse las manos, de entrar en los valores y contravalores que existen en la ciudad, tenemos que presentar la novedad del Evangelio. Supone valorar aquello que la ciudad ofrece.
Para eso, ¿no sería necesario cambiar la estructura eclesial? ¿Cómo es posible en un Iglesia jerárquica que un sólo sacerdote pueda acompañar una periferia de una gran ciudad brasileña, donde muchas veces viven cincuenta, sesenta o setenta mil personas?
Eso supone trabajar con los sujetos que existen en la ciudad, que no es sólo la Iglesia, no es sólo el sacerdote. Ahí entra en juego una valoración del laico que está implicado en el sindicato, en la asociación, en el mundo del trabajo. Supone implicarse y tener presente a la juventud, con sus diversas expresiones y culturas. Supone pensar en una Iglesia más ministerial, que da valor a los cristianos laicos, a los ministerios, una Iglesia que está dispuesta a dejar de lado un poco de su poder, de creer que tiene la respuesta para todo. En esa dinámica entra en juego el diálogo, la valoración de los agentes que están presentes en la ciudad.
Una Iglesia que no es nueva, que fue propuesta por el Vaticano II, pero que en muchos lugares y muchos obispos, sacerdotes, todavía no están dispuestos a asumir.
Pienso que eso sucede por la falta de comprensión. En primer lugar de comprender y asumir la Teología del Concilio Vaticano II, una Teología de comunión, una Teología de Pueblo de Dios, una Teología que da valor a la participación, a los ministerios, al laico. Una eclesiología que dialoga, que no va apenas a enseñar, sino que también aprende de la realidad. Supone dar valor a la cultura, al ambiente en el que estamos envueltos. A veces la complejidad de la ciudad acaba asustando.
Por eso, es mucho más fácil quedarte comodamente en los espacios eclesiales, vivir en torno del altar, con una celebración litúrgica más espiritualizada, sin compromiso, sin implicarse en la realidad externa, guardados dentro del capullo, con miedo de contaminarse con la realidad de la ciudad. Infelizmente vemos que hoy en Brasil hay una cierta tendencia a quedarse dentro del capullo, lo que contradice totalmente lo que el Vaticano II y su teología nos ofrece de una Iglesia que se abre al mundo, a la cultura, a la modernidad, que dialoga y presenta la verdad del Evangelio en este mundo complejo en que vivimos.
¿Que vendría a ser la conversión pastoral?
Conversión pastoral, conversión de las estructuras, dejar de hacer cosas que hacíamos tiempo atrás y con creatividad encontrar medios, formas, lenguajes, metodologías para hacer que el Evangelio se haga presente en el mundo urbano.
En la medida en que no asumimos ese proceso estamos alejándonos de muchas realidades, sobre todo del mundo juvenil, del mundo tecnológico, virtual, muchas veces considerado como algo negativo y que no ayuda.
Tener en cuenta esta realidad o no tener en cuenta los valores y lo bueno que esa realidad nos trae significa llover sobre mojado. Nos quedamos hablando, dando respuestas para cuestiones que ya pasaron y terminamos no dando una respuesta consistente, que sea capaz de impactar positivamente esta realidad, exactamente por cerrarnos, por no comprender, por no envolvernos en ese mundo. Terminamos dando respuestas y pensando en un modelo de Iglesia que ya no responde a las necesidades, expectativas y preguntas que las personas están viviendo.
El Papa Francisco habla de la necesidad de hacer propuestas valientes, siendo ésta una exigencia que él hace a los obispos, a los sacerdotes, a la Iglesia en general. ¿Las comunidades eclesiales de base podrían ser esa propuesta valiente que cambiase la realidad de la evangelización del mundo urbano?
Creo desde hace mucho tiempo que las comunidades eclesiales de base es la expresión de Iglesia, la estructura eclesial, donde tenemos los caminos, los medios, para envolvernos y responder a esta realidad que estamos viviendo, de modo especial en la ciudad.
Lamento que ese modelo de Iglesia ha sido muy cuestionado, abandonado, marginado dentro de la estructura de la Iglesia por una serie de razones y modelos de Iglesia que fueron surgiendo y consolidándose y que nos llevó a perder, al menos en algunas partes, ese modelo de Iglesia.
Creo que las comunidades eclesiales de base es ese modelo de Iglesia, esa estructura de Iglesia que es capaz de dialogar con los diferentes sujetos que están presentes en el mundo urbano, en el sentido de hacer la propuesta del Evangelio respetando, dialogando y valorando los muchos sujetos que están dentro de la ciudad, y en esa perspectiva contruir una sociedad más humana, más fraterna, que respeta la Casa Común, que respeta la individualidad, que sea capaz de dar valor a las diferentes expresiones étnicas y culturales que el mundo urbano tiene, valorando todos los sujetos que están presentes en la realidad urbana.