El Papa dice: ya conocemos el Evangelio, la doctrina y el credo. Pero, qué hacemos con todo esto como vida
(José M. Vidal).- El padre Mario Ángel Flores es sacerdote de la archidiócesis de México, profesor de patrología y rector de la Universidad Pontificia de México y miembro no solo de la Comisión Teológica Internacional sino también de la Subcomisión de Sinodalidad del Vaticano. «En México hay sintonía con el magisterio, la figura y el pensamiento del Papa Francisco» y con la propuesta papal de «una Iglesia viva y comprometida, desde la fe».
¿Quién es el padre Flores?
Soy sacerdote de la archidiócesis de México desde hace 35 años. Me he dedicado mucho a la docencia, 32 años, hablando de los Padres de la Iglesia.
¿Es experto en patrología?
Sí. Patrología, doctorado agustiniano en Roma.
¿Coincidió con Romero Pose?
No. No lo recuerdo. Estuve del 79 al 83. Y antes estuve en la Gregoriana, en una licenciatura en Teología. Pero han sido los Padres de la Iglesia los que han dirigido mi reflexión, mi trabajo académico, mi vida sacerdotal, y los que me han llevado al ecumenismo. Desde los Padres de la Iglesia, que es la base de toda tradición apostólica donde podemos reencontrarnos sin tantos conflictos surgidos en la historia.
¿Y ahora?
Ahora estoy en el servicio de rector de la Universidad Pontificia de México, que tuvo su reapertura en 1982, impulsada por el Papa Juan Pablo II.
Esta es la Universidad más antigua, junto con la de Lima, del continente americano, porque hunde sus raíces en la Real y Pontificia Universidad de México. Fue suspendida en tiempo de liberalismo por las leyes de reforma en México, en 1867, con pequeñas reaperturas que, en medio de la accidentada historia de México, nunca prosperaban.
¿Es del episcopado o de la diócesis?
Es del episcopado. Está encomendada al episcopado en pleno, de tal forma que siempre hay una comisión de obispos para la Universidad Pontificia del episcopado. El presidente del episcopado es el vice-gran canciller y el arzobispo, por ser del lugar de su diócesis, es el gran canciller.
Pero toda la estructura está a cargo del episcopado.
¿Tienen suficientes alumnos?
Está destinada, en sus tres facultades fundamentales, a las carreras eclesiásticas, para laicos, religiosos y presbíteros. Creo que todavía tiene un potencial de crecimiento. Yo estoy ahí desde hace cuatro años, y hemos crecido el 10% cada año porque ha habido un intenso trabajo de promoción entre los obispos.
El episcopado está muy acostumbrado a enviar a Roma a los sacerdotes licenciados. Entonces, ha habido toda una concientización de que Roma tiene su papel y su lugar. No competimos, sino que nuestra Universidad tiene también su propia característica: es una teología desde el ángulo mexicano, desde la pastoral, desde la inserción. Esto debe permitir, en sus opciones, no solo que haya otros que puedan ir a esta Universidad sino, sobre todo, que el clero mexicano se forme más.
Tenemos tal vez un 15%, siendo optimistas, del clero mexicano que tiene alguna licenciatura.
La formación básica de seminario es lo que predomina. Y esta universidad debe ser la primera opción, para ese resurgimiento o elevación, en una mejor preparación para responder a los retos que hoy tenemos en México y en el mundo.
O sea, que pretenden que los sacerdotes que ya ejercen el ministerio, hagan un alto y vayan a la Universidad para ponerse al día.
Claro, y sobre todo, cuanto más jóvenes, mejor, en el rango de suscripción durante los cinco primeros años de ministerio. Además, como un trabajo de universidad, estamos tratando de ir a las diócesis para llevar cursos de formación permanente, al lugar. Aunque tenemos los cursos en línea, queremos algo más vivo, más presencial.
De esta manera, la universidad tiene actualmente alrededor de 400 alumnos en sus carreras eclesiásticas. Y otra sección, que es la cuarta facultad, de Ciencias y Humanidades, muy destinada a laicos.
No es nuestra finalidad convertirnos en una universidad gigante, porque universidades católicas, ya las tenemos en México. Es una finalidad más acotada a nuestro ambiente propio. Y ahí tenemos alrededor de 1.000 alumnos más.
Es usted también miembro de la Comisión Teológica Internacional. ¿Se trabaja bien en la comisión?
Fui invitado por el Papa Benedicto XVI en el periodo anterior. Me tocó estar allí en el primer trabajo, de cinco años. Fue muy interesante y muy intenso. Y muy complicado por la variedad de visiones.
Esta comisión tiene algunos temas, a partir de los cuales se forman tres grupos de trabajo de teólogos representantes de las distintas partes del mundo, durante esos cinco años. Y ese es el espíritu de esa comisión: representar distintas escuelas, sensibilidades, culturas y pueblos.
¿Y llegan a acuerdos?
La mayor parte de las veces, se logran acuerdos. Pero, en mi primer periodo, me tocó pescar en una subcomisión que no prosperó, porque no hubo ningún acuerdo. Y era un tema muy querido por Benedicto XVI, el tema de la Doctrina Social de la Iglesia en el conjunto de la teología.
Fue un enfrentamiento de escuelas. La escuela alemana, la americana, la latinoamericana. Había representantes del Oriente. Estaba China, Filipinas, la India…
No fue posible encontrar un acuerdo. En realidad, fue un trabajo de cuatro años. No fue posible llegar a un consenso para crear un documento común. Aunque estuvo muy avanzado. ¿Por qué? Porque los criterios, por ejemplo de la escuela anglosajona -vamos a hablar en el sentido más amplio- no concuerdan con la visión latinoamericana o la visión oriental. Y si no hay un consenso, y después la plenaria tampoco, no puede avanzar un documento.
Se lograron buenos documentos, pero ese, no avanzó.
Ahora me han dicho que está usted en la Subcomisión de Sinodalidad.
Sí. Estamos hace dos años, este va a ser el tercero, trabajando muy bien y muy armónicamente, a diferencia de la anterior. Hay mucha coincidencia, y estamos en un tiempo en el que el tema es absolutamente procedente.
Lo tienen fácil. Se lo está poniendo en bandeja, el Papa.
Puedes creer que, prácticamente, en la celebración de los 50 años de la fundación del Sínodo de los obispos, él puso una reflexión tan extraordinaria apenas iniciando nosotros nuestro trabajo, que nos puso ya la motivación de fondo. Podríamos decir que si tuviéramos que elegir una introducción, ya está ahí.
Pero es el trabajo teológico, el que estamos realizando. Y muy bien, avanzando. Yo espero que a finales de este año podamos presentar un texto de la sinodalidad en todos los niveles de la Iglesia. Porque hablar del Sínodo de obispos es hablar de una estructura, la de sinodalidad, que es un espíritu, una forma de ser. Es una mentalidad que debe permear en toda la Iglesia, desde la parroquia al presbiterio, las diócesis y el episcopado en conjunto. Es una especie de eclesiología Vaticano II renovada.
El Vaticano II tocó el tema de la colegialidad, es decir, el episcopado en pleno, recuperar el sentido, la forma y el estilo colegial. Ahora es la Iglesia, ya no solo el episcopado. La sinodalidad, es todas las estructuras de la Iglesia.
¿Está la jerarquía preparada para afrontar ese cambio de mentalidad que exige la sinodalidad? Pero toda la jerarquía: los obispos, los sacerdotes de las parroquias…
Yo creo que hay un avance, muy importante, por la eclesiología de Vaticano II. Naturalmente, ahora estamos viendo cómo surgen determinados ambientes, ciertos movimientos, que parece no han asimilado del todo esta eclesiología, porque como bien decía Congar, un sínodo no termina cuando concluyen las asambleas sinodales. Un sínodo termina cuando es asumido y aceptado por la Iglesia. Y eso, lleva tiempo.
Podríamos decir que apenas estamos a los 50 años. Para muchos, es bastante tiempo, pero para otros es el inicio. Es decir, hay todo un cambio generacional, y debemos, en este sentido, ser optimistas; la acción del espíritu, el ímpetu de la Iglesia y la necesidad que tenemos también, de ser una Iglesia más participativa.
¿Se prevé que el Papa pueda hacer deliberativo el sínodo?
Se prevé que pudiera avanzar hacia esto, pero, para un trabajo como el que estamos realizando, nosotros no lo podemos proponer.
Se trata, más bien, de poner las bases eclesiológicas y sugerir un cambio en algunas cosas. El cambio, tampoco lo podemos hacer nosotros como comisión teológica. Me refiero en estructuración, en la normativa del Derecho Canónico. Como por ejemplo, el Sínodo de los obispos.
¿Cómo se está recibiendo en México al Papa Francisco, sus reformas y sus tendencias?
Creo que en México sucede como en muchas partes del mundo. Tiene una gran receptividad en los ambientes populares, en los ambientes alejados. Es muy interesante, en un país tan anticlerical como es México por cultura.
Parecido a España, también.
Pues sí, encontrar un ambiente de mucha receptividad entre la clase intelectual, entre los medios de comunicación… Hasta ahora, ha sido muy bien recibido, pero no estoy tan seguro de que sea tan bien comprendido en algunos ambientes eclesiales. En el episcopado mismo.
Creo, que en general lo aprecian y lo sienten propio. Pero este estilo, a veces tan poco protocolario, sorprende también a los latinoamericanos. Sobre todo, porque él tiene muy clara esta idea de sinodalidad, el deseo de no ser el centro de las decisiones universales. Ahí es donde la parte jerárquica está un poco perpleja.
Incluso, desde España se comentó que los obispos mexicanos se sintieron regañados por el Papa en su visita.
No estoy tan seguro de que sea la opinión de los obispos, pero fue una sensación que surgió de un cierto sector de Iglesia, muy difundido por los medios de comunicación.
Realmente, el discurso del Papa fue extraordinario, porque no hace otra cosa más que reconocer la labor de la Iglesia en México y pedir que sigan en una lucha muy libre para realizar su tarea. Ni atado a las fuerzas del mercado, ni a los grupos políticos.
Esto, a alguno, le pareció que se lo dijo porque la Iglesia está atada. Pero no creo que haya sido la intención del Papa, porque él reconoce la lucha y el trabajo realizado por la Iglesia.
Aprovecho para señalar que en ese discurso, les dijo algo por lo que nosotros, como comunidad, estamos luchando en la Universidad Pontificia: «Pongan a la Universidad Pontificia de México en el corazón de sus acciones eclesiales». Es decir, si se les ha encomendado una institución de este nivel, recurran a ella para formar a su clero, recurran a ella para estudiar todos los problemas pastorales y teológicas sociales.
Curiosamente, ha habido una respuesta. Tenemos ya una comisión que ha pedido la Conferencia del episcopado, para una comisión de reflexión teológica y pastoral, que se formó hace poco. Y como esto, ha habido muy buenas reacciones en otros campos.
Creo que hay sintonía con el magisterio, la figura y el pensamiento del Papa Francisco. Sin duda, no deja de haber ciertos grupos que, como vemos en otras partes del mundo, reaccionan de una manera exagerada y me parece, que es porque no comprenden el planteamiento que está haciendo el Papa Francisco.
Una reacción que raya la rebeldía abierta. Cuando comparamos con los pontificados anteriores, con el de Juan Pablo II y el Benedicto XVI, la gente que no sintonizaba con ellos nunca se rebeló así, abiertamente. Como que hay dos procesos, o dos medidas.
Ahora sí. Lo vemos en varias partes, tal vez un poco menos en México. Hay ciertos grupos, un poco radicalizados hacia pensamientos estrechos, que se han manifestado muy en contra, casi, como dice el Evangelio en relación a Jesús: «Lo estaban mirando para ver en qué momento tropezaba».
Me da la sensación de que algunos grupos, muy extremos y muy cerrados en sus criterios, más que tratar de comprender el cuestionamiento que está haciendo el Papa Francisco a la Iglesia, están tratando de inmovilizar a la Iglesia.
El Papa dice «vamos adelante» no poniendo en riesgo la doctrina, porque nunca ha querido tocar los dogmas o poner en riesgo la fe de la Iglesia, sino las actitudes, nuestra presencia, nuestra mirada ante la realidad.
La propuesta de Francisco es hacia una Iglesia viva y comprometida, desde la fe. Él dice: ya conocemos el Evangelio, la doctrina y el credo. Pero, qué hacemos con todo esto como vida. Él va hacia este aspecto, que muchos no han comprendido, para una correcta hermeneútica de sus propuestas.
¿Las resistencias jerárquicas, pueden deberse a que lo que está exigiendo Francisco es una conversión personal y un cambio de vida que tiene que verse? Como dejar los palacios, por ejemplo. Dejar las comodidades a las que estamos acostumbrados.
Por lo menos en España, no sé en México.
Yo no diría solo el aspecto jerárquico porque en México, el episcopado, en su 90% es un episcopado que vive en una situación cercana a la gente y en circunstancias totalmente sencillas. Si recorremos nuestra geografía, no es una Iglesia en ese sentido poderosa. Pero claro, también tenemos nuestros palacios.
Pues la sensación desde fuera, es que pasa por ser una Iglesia muy poderosa.
Es una Iglesia muy presente, muy cercana a la gente.
Naturalmente, hay algunos lugares, todavía, de una Iglesia poderosa. Pero no de palacios en el sentido estricto de la palabra, porque recordemos que en el siglo XIX, con la Reforma liberal, la Iglesia perdió todo. Esos palacios, ahora son museos o escuelas.
Es una Iglesia que tiene otro perfil. Pero sí hay también resistencias dentro de la jerarquía. Lo más preocupante, para mí, es que hay grupos eclesiales laicos que se convierten en grupos combativos en páginas web, en declaraciones, etc., donde yo esperaría una respuesta más generosa a lo que Francisco está proponiendo a la Iglesia.
Pero creo que es parte de lo que él mismo está promoviendo, una Iglesia que se cuestione y que piense. Que se transforme. Y eso no es fácil.
¿Cree que, a pesar de todo y de las resistencias, la dinámica es irreversible?
A mí me parece que sí, porque son cuestiones que no son personales. El estilo del Papa puede ser personal, pero lo que él está promoviendo es la visión eclesial del Vaticano II.
Por ejemplo, él decía hace apenas un par de días, en un encuentro con luteranos, que nuestro camino es irreversible hacia la unidad. Cuánto nos va a costar, o cuánto nos va llevar, no sabemos. Pero no podemos regresar. Ya estamos en un camino que no puede dar marcha atrás, como el ecumenismo y otras muchas cosas.
A mí me sorprende que el ecumenismo, siendo una propuesta tan clara y tan firme, tan propositiva de la Iglesia del Vaticano II, ahora algunos se lo estén cuestionando por qué el Papa se reúne. Pero si Juan Pablo II ya hizo todo esto con su estilo.
Entonces, se puede cuestionar el estilo, pero no lo que está proponiendo.
Con la llegada de Trump al poder en Estados Unidos, ¿México sufre más, o va a sufrir más?
Ya estamos teniendo consecuencias negativas. Creo que hay una actitud injusta y agresiva hacia la cultura mexicana y el pueblo mexicano. Y en el fondo, hay una actitud de confrontación con la política económica que se ha seguido durante los últimos 30 años, por cierto, por una propuesta de ellos que ha beneficiado a ambas partes. Y que de pronto, de un día para otro, se trate de poner fin a un proceso que ha llevado años, pues está dañando la economía.
Lo más grave es que está resurgiendo un sentimiento que parecía ya superado, el sentimiento anti-Estados Unidos. Tenemos nuestras razones: en el siglo XIX perdimos la mitad del territorio de la Nueva España, de lo que nos dejó el virreinato. Lo perdimos por invasión en guerra.
Pero ahora, esa idea del muro que parece un símbolo, y la idea de esta persona, que parece una realidad, se contradicen. La construcción de Trump contradice lo que el Papa Francisco ha estado tratando de construir desde hace cuatro años: puentes, aperturas, participación, diálogo en el mundo.
Y además, la chulería con la que lo dice: voy a poner el muro, y además, lo van a pagar los mexicanos.
Es absolutamente absurdo, no solo injusto. Y tiene armas para obligarlo. Es una actitud de sometimiento, de humillación.
Y ya tenemos efectos; hasta ahora son solo declaraciones, pero ya está afectando a unas inversiones que no llegan y a otras que se van. El capital es inestable y tenemos más del 20% de devaluación.
Pero lo positivo que puede haber es que comenzamos, dentro del ambiente eclesial y social-político, a pensar que nosotros tenemos capacidades propias como país. Y debemos organizarnos mejor para no depender de decisiones externas.
¿Puede ser una oportunidad para que México se desarrolle más por sí mismo?
Debería ser una oportunidad, porque realmente ya tenemos una estructura, que se ha ido creando y que no se puede desorganizar por una decisión política.
México necesita reaccionar positivamente, no quedarse en esa reacción emotiva, en el sentimiento que hubo de pronto. Esa reacción de incertidumbre, de que la economía va de mal en peor. De que nos van a poner una barrera, incluso en la relación de tanta gente de México que vive en Estados Unidos.
La reacción positiva, es pensar en una oportunidad de desarrollo más franco y más pleno como país.
Por parte de la Iglesia americana, también está habiendo una reacción en contra de la política anti-migratoria de Trump.
Sí, pero que yo esperaría un poco más firme. Por ejemplo como la que vino de una sus tantas decisiones, la de prohibición de que los ciudadanos de 7 países no entraran. Una reacción inmediata.
Nosotros llevamos cuatro meses de golpeteo. Un mes ya, casi, de su gobierno, y no ha habido una reacción de ese tamaño de la sociedad americana.
Creo que debe ser la propia sociedad americana, las organizaciones civiles, los movimientos sociales, y la clase política más responsable, la debe ser el contrapeso a este personaje, más que entrar nosotros como país en confrontación.
Debe ser la sociedad americana la que debe reaccionar y volver a la sensatez, porque si no, esto va a ser un desbarajuste a distintos niveles, en muchas partes del mundo.
¿El Papa puede ser también ese contrapeso?
A mí me parece que es una de las figuras de mayor peso moral del mundo, que tiene un pensamiento perfectamente compuesto y puede ayudar mucho a moderar este tipo de políticas.
Padre Flores, muchas gracias.
Gracias a ti.
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