La mayoría de estas iglesias tienen casas al lado donde vivía el párroco. Treinta o cuarenta personas podrían vivir allí fácilmente
(Cameron Doody).- «Ningún ser humano es ilegal». Con un cartel que porta este mensaje, el joven activista social Félix Cepeda va casi todos los días a manifestarse frente a la catedral de San Patricio de Nueva York. ¿Su motivo? Pedir que el cardenal Timothy Dolan abra al menos una de las iglesias clausuradas en los últimos años por falta de curas a inmigrantes y personas sin techo en búsqueda de refugio.
La petición de Cepeda al arzobispo de Nueva York se realizó por primera vez en abril de este año, cuando en una carta abierta lamentó que «ninguna de nuestras iglesias están ofreciendo santuario en Nueva York a inmigrantes indocumentados que enfrentándose a la deportación». «Le ruego, cardenal Dolan», prosiguió Cepeda en su misiva, «deje que al menos una parroquia empiece a ofrecer refugio». Solicitud que de ninguna de las formas suena inalcanzable, ya que, como observó en aquel entonces el activista, «hay alrededor de once individuos en este momento recibiendo santuario en iglesias en Nueva York»: si bien, y «por desgracia, ninguna de éstas son católicas».
En estos meses desde que Cepeda -otrora hermano jesuita en la República Dominicana- emprendió su cruzada, la única respuesta de la archidiócesis ha sido un comunicado del portavoz archidiocesano, Joseph Zwilling, quien sentenció que «las iglesias católicas en la archidiócesis de Nueva York que no están siendo usadas actualmente para Misas regulares o sacramentos no son lugares apropiados para santuarios», ya que «no tienen las facilidades necesarias para que la gente reside allí».
«El cardenal Dolan se ha pronunciado repetida y enérgicamente sobre la inmigración», añadió en aquel momento Zwilling. Esfuerzo el del purpurado que ha seguido con su respaldo a los variados programas de la ONG de la archidiócesis, que incluyen asesoramiento legal a los inmigrantes, clases de inglés, o un teléfono al que pueden llamar los indocumentados en casos de emergencia.
Cepeda, sin embargo, cree que el cardenal de Nueva York puede hacer mucho más por los indocumentados y las personas en situación de calle. Como abrir al menos una de la veintena de iglesias a las que se ha echado el cerrojo permanente desde 2014 por falta de sacerdotes y fieles, pero que aún permanecen en buenas condiciones en algunas de las mejores zonas de la ciudad.
El pasado marzo Cepeda declaró que, ante las redadas contra personas indocumentadas que se han aumentado considerablemente en la era Trump, «algunos de estos edificios hay que abrirlos inmediatamente». «Al menos uno se podría abrir las 24 horas. Podríamos tener allí un centro de emergencia para inmigrantes».
«La mayoría de estas iglesias tienen casas al lado donde vivía el párroco», argumentó el activista. «Treinta o cuarenta personas podrían vivir allí fácilmente». Quizás, incluso, en la línea de los proyectos que han montado las iglesias «hospitales de campaña» de San Antón de Madrid o Santa Anna en Barcelona, precisó Cepeda en mayo.
Dolan y la jerarquía neoyorquina, sin embargo, no ven las cosas como el joven dominicano. Pero lejos de dejar que esto le desanime, Cepeda tiene ganas de luchar. «Seguiré haciendo esto el tiempo que sea necesario», afirmó respecto a sus protestas frente a la catedral de San Patricio. «Espero que (Dolan) no me vea como enemigo. Soy católico, y pertenezco a su familia».