El Papa nos está invitando a que seamos una Iglesia presente en el dolor, una iglesia que camine con la gente, que se ensucie las manos, que se arriesgue y que incluso esté dispuesta a dar la vida
(BBC Mundo).- «¿Por qué me llamó a mí si no había ningún motivo para que me llamara?», se cuestionaba Monseñor Gregorio Rosa Chávez días después del anuncio de que este miércoles se convertiría en el primer cardenal de la historia de El Salvador.
«Yo no tengo méritos para que el Papa me diga que esté a su lado», confesaba al tiempo que un breve gesto de duda se asomaba en su rostro.
El obispo auxiliar de San Salvador es un fiel discípulo de Monseñor Óscar Romero, el arzobispo de San Salvador que se convirtió en una poderosa voz contra la pobreza, la injusticia social, los asesinatos y la tortura en El Salvador, y que fue asesinado durante una misa en 1980.
La voz de Romero parece tener eco en las palabras de Rosa Chávez, quien evoca el recuerdo del beato de los salvadoreños cada vez que puede, cada vez que sus ideas se quedan sin voz.
«La gente se alegra de que Romero sea, de cierto modo, conocido y glorificado en mi nombramiento», afirma el nuevo cardenal. «Eso es lo que me ha dado tranquilidad (…) El Papa quiere cerca al espíritu de Romero», expresa. «Cuando me vea a mí, lo verá a él».
«En los peores momentos»
Rosa Chávez recuerda que desde el principio estuvo cerca de Romero. Habla de él como un niño que describe orgulloso las hazañas de su padre, como el alumno que repite las lecciones del maestro, esperando un día llegar a ser como él.
«Hay una caricatura que circula ahí, por el mundo, en donde sale Romero colocándome el birrete de cardenal. Creo que ha captado bien el fondo de la situación», expresa, haciendo referencia a un dibujo del caricaturista salvadoreño Otto, que fue publicado en internet después del anuncio del Vaticano.
Para el nuevo cardenal, el mensaje de Romero es el futuro de la Iglesia y ha visto destellos de esa misma idea en las acciones de Francisco.
«El Papa lo ve como un modelo para el mundo entero», afirma. «Rescató a Romero al más alto nivel, al pedir que alguien que lo conoció, que vivió con él, esté a su lado».
«A Romero lo mataron porque dijo la verdad», explica Rosa Chávez. «El Papa nos está invitando a que seamos una Iglesia presente en el dolor, una iglesia que camine con la gente, que se ensucie las manos, que se arriesgue y que incluso esté dispuesta a dar la vida».
Más titular que en el banquillo
La ordenación de Rosa Chávez tuvo lugar el 24 de enero de 1970. Tres años después, viajó a Bélgica para obtener su Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Católica de Lovaina. De vuelta en El Salvador, fue profesor de teología y el 3 de julio de 1982 fue nombrado obispo auxiliar de la archidiócesis de San Salvador, cargo que ocupa en la actualidad.
En repetidas ocasiones ha figurado como candidato para ocupar la silla del obispo titular. Sin embargo, no ha conseguido ser más que el eterno candidato. Es un hecho que no esperaba más de la organización eclesial, incluso tenía lista su carta de renuncia, que pensaba hacer efectiva en el mes de septiembre.
Pero para él no ser titular nunca significó estar en el banquillo. En parte, porque los obispos titulares y la archidiócesis muchas veces lo buscaron para servir en momentos decisivos.
Aprendió a moverse con fluidez en el mundo de la política, a hablar frente a las cámaras, a ser el vocero ideal y esas habilidades lo llevaron, casi inevitablemente, a involucrarse en el principal proceso político de los últimos tiempos: los acuerdos de paz que se firmaron en 1992 y dieron fin a 12 años de conflicto armado.
25 años después, para Monseñor Rosa Chávez la tarea en política no ha evolucionado y sigue siendo la misma: «Tratar de ayudar a que nos vayamos reconciliando».
«Un país polarizado se manifiesta en todos lados, hasta en el fútbol», sostiene, y confía en que, desde su nuevo cargo como cardenal, podrá desempeñar un papel más relevante en la mediación entre las fuerzas políticas que se enfrentan en El Salvador. «Lo digo con humildad, uno tiene mayor posibilidad de influir en el país, al tener comentarios y sugerencias del Papa», manifiesta.
«En los momentos críticos, siempre se necesita a alguien que pueda llegar a las dos orillas». «Pero con mucho cuidado», advierte, «porque las heridas es fácil abrirlas, pero no es fácil cerrarlas», concluye.
Acompañar a la víctima y convertir al victimario
El 1 de junio, el presidente Salvador Sánchez Cerén comenzó el discurso de los logros de su tercer año de gobierno diciendo: «Tenemos razones para estar optimistas en este tercer aniversario. El país ha recibido muy buenas noticias. Una de ellas, la elección de Monseñor Gregorio Rosa Chávez como cardenal de la Iglesia».
Inmediatamente después, el jefe de Estado se dispuso a compartir con la nación, el reporte de sus logros en materia de seguridad y uno de los datos que destacó fue la reducción en el número de homicidios, que según el mandatario han disminuido en un 53% durante sus tres años de gobierno.
Las cifras oficiales de cada año, difieren con el optimismo de su discurso. En 2014, su primer año de gobierno, las autoridades cerraron con cerca de 4,000 homicidios, sobrepasando a la cifra del último año de su predecesor. en 2015, la cantidad llegó a más de 6,500 muertes violentas, mientras que 2016 cerró con más de 5,200 homicidios.
«Es una cosa tan salvaje, tan sin sentido, tan demoníaca, tan bestial», declara Monseñor Rosa Chávez sobre los elevados índices de delincuencia que golpean al país. Rescata una cita de Monseñor Romero: «nada me importa tanto como la vida humana» y, casi sin querer, se remonta a los días del conflicto armado: «allá era una lucha de dos bandos, cada cual, con sus ideales, aquí es una cosa totalmente sin ideales, es un atropello a la dignidad humana», señala.
La Iglesia católica estuvo activamente presente en uno de los capítulos más recientes del fenómeno de las pandillas en El Salvador. Entre 2012 y 2014, Monseñor Fabio Colindres, obispo castrense, fue parte de los «mediadores» que facilitaron el polémico proceso conocido como «La Tregua», en donde la MS-13 y el Barrio 18 se comprometieron a disminuir el número de asesinatos y entregar sus armas a las autoridades.
Todo lo sucedido durante esa época, ahora se encuentra bajo investigación de la Fiscalía General de la República, por supuestas irregularidades en la concesión de dádivas y privilegios ilegales por parte de funcionarios del expresidente Mauricio Funes y de los mediadores involucrados.
«La tregua entre pandillas fue una cochinada institucional», declaró recientemente el Fiscal General, Douglas Meléndez, ya que, en opinión de las autoridades, la tregua solo sirvió para que ambas pandillas reforzaran sus estructuras.
Monseñor Rosa Chávez mantiene un discurso moderado que poco, o nada, ha variado desde los días en que se llevó a cabo la tregua. Su postura es a favor del diálogo, pero en contra de la negociación.
«En esta situación, el papel de la Iglesia es llevar consuelo, estar junto al que está siendo víctima y tratar de convertir al victimario, tratar que tenga caminos de rehabilitación», sostiene.
Una deuda con mujeres y niños
Monseñor Rosa Chávez tiene claro que el papel de la Iglesia católica debe ser mucho más activo de lo que ha sido en aquellos temas que mantienen oprimido al pueblo salvadoreño. Sin embargo, hay sectores con los que el catolicismo tiene una deuda histórica que solo ha comenzado a pagar hasta hace un par de años.
A finales de noviembre de 2015, Monseñor Jesús Delgado, un hombre cercano a Monseñor Rosa Chávez y uno de los principales promotores del proceso de canonización de Monseñor Romero, fue suspendido después de que admitiera haber abusado de una niña durante ocho años.
Ima Guirola, directora de CEMUJER, una organización con amplia presencia en El Salvador, en favor de los derechos de las mujeres, considera que el reto del cardenal Rosa Chávez, en el tema de la pederastia y los derechos de la mujer, consistirá en depurar a todos aquellos miembros de la Iglesia que hayan sido perpetradores: «aquellos que se han escondido bajo su sotana para cometer crímenes sexuales», expresa.
En diciembre de 2016, Jesús Delgado y otros dos sacerdotes de la archidiócesis de San Salvador, fueron expulsados de la Iglesia católica al ser declarados culpables de abuso sexual a menores por el Vaticano.
«Con humildad tenemos que reconocer que hemos fallado», declara al respecto Monseñor Rosa Chávez. «Es muy doloroso en casos de gente que uno aprecia mucho, que han dado grandes servicios a la Iglesia», agrega.
Ima Guirola, de CEMUJER, también señala que cualquier castigo no solo debe imponerse a los abusadores sino también a «aquellos que sin haberlo cometido directamente, son encubridores, son cómplices u omitieron una investigación sobre el delito», agrega y sostiene que también deberían abrirse procesos sancionatorios en ese sentido.
Con el castigo del Vaticano, los tres exsacerdotes quedaron a disposición de la justicia salvadoreña; sin embargo, en la legislación vigente, dicho delito prescribió diez años después que la menor abusada cumplió la mayoría de edad. «Hemos ido aprendiendo a manejar estos temas», resume Monseñor Rosa Chávez.
Públicamente no se conoce de ningún proceso contra quiénes, dentro de la iglesia, sabían del delito y no dijeron nada o de otros casos similares.
El reto es permanecer
Monseñor Rosa Chávez espera susurrar al oído del Papa Francisco los principales problemas que aquejan al país, para luego transmitir el mensaje del pontífice a los dirigentes en El Salvador. «No es lo mismo verlo de lejos que estar en la mesa con él, comiendo juntos», señala.
«El Papa quiere cerca al espíritu de Romero», recalca una y otra vez el nuevo cardenal, como si esa respuesta le diera paz y lo regresara al camino cuando la duda ronda en sus palabras.
«Yo comparto su visión de cómo ser pastor, pero estoy muy lejos de ser como él», reconoce cuando recuerda a Monseñor Romero. «Fuimos amigos. Es mi protector ahora, además de ser mi modelo», agrega.
«Yo he sido obispo durante 35 años, he visto mucha historia y he estado cerca de los acontecimientos», resume, con esa audacia que lo caracteriza, ante la pregunta de cuál es el siguiente paso para la iglesia católica salvadoreña. «A la Iglesia le toca el papel de permanecer. Los gobiernos pasan, pero la Iglesia permanece», concluye.