También, desde luego, me encomiendo a la misericordia y a la oración de todos ustedes
La comunidad católica de Tucumán despidió al arzobispo Alfredo Horacio Zecca con una misa que se celebró el jueves 10 de agosto en la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación.
La misa fue concelebrada por el cardenal Luis Villalba, predecesor de Zecca en la sede episcopal, y varios sacerdotes del clero tucumano, en un templo colmado de fieles pertenecientes a parroquias, movimientos, colegios e instituciones diocesanas.
«Deseo expresar mi deseo de que, cuando llegue mi hora, ser enterrado en ésta que ha sido mi iglesia catedral en mis años como sexto arzobispo de Tucumán», manifestó monseñor Zecca en una homilía en la que se lo percibió emocionado.
El prelado, cuya renuncia fue aceptada por el Papa Francisco el 9 de junio, aseguró haber procurado ser un buen pastor durante su conducción, «ciertamente con los límites, errores y pecados, fruto de la fragilidad humana».
«He hecho cuanto pude para conservar y custodiar mi fe y la de ustedes», afirmó el prelado. «Al juicio misericordioso de Dios me encomiendo. Él conoce los corazones y sabrá perdonar y enmendar mis yerros. También, desde luego, me encomiendo a la misericordia y a la oración de todos ustedes», manifestó.
El arzobispo explicó que dejará la archidiócesis de Tucumán en unos días, por lo que la sede episcopal quedará vacante y el Colegio de Consultores, como lo prescribe el derecho, deberá reunirse a la brevedad para elegir un administrador diocesano «que garantice el gobierno de la grey y prepare, a la vez, los corazones de todos para la recepción del nuevo Pastor que el Santo Padre envíe».
Monseñor Zecca recibió cuestionamientos entre su propio clero y en el episcopado que llegaron a Roma. Su nombramiento, en el epílogo del pontificado de Benedicto XVI, sorprendió a muchos, incluido el cardenal Jorge Bergoglio, por tratarse de un sacerdote alejado de la actividad pastoral y, más bien, concentrado en el mundo académico.
Zecca fue duramente cuestionado por su actuación ante el asesinato del sacerdote Juan Viroche, que había denunciando el crecimiento del narcotráfico en la provincia y había advertido que sufría amenazas. Conocida su muerte, el arzobispo se apresuró a declarar que validaba la tesis del suicidio. También pesan sobre Zecca acusaciones por desmanejos económicos y financieros.
(RD/Agencias)