El discurso del Papa a los indígenas en Puerto Maldonado pasará a la historia

«Gracias por venir, por escuchar, por llamarnos a construir un mundo y una Iglesia que aprende con los pobres»

No podemos dejar de hacer una "opción preferencial por la vida de los más indefensos"

"Gracias por venir, por escuchar, por llamarnos a construir un mundo y una Iglesia que aprende con los pobres"
Francisco saluda a un niño en Puerto Maldonado Agencias

Pueblos sobrevivientes a muchas crueldades e injusticias, que continúan sufriendo en consecuencia de la explotación de los recursos naturales, que quieren preservar su cultura, que las generaciones futuras no sufran y no sean discriminados

(Luis Miguel Modino).- Existen momentos que marcan un antes y un después, que pasan a la historia. Del mismo modo que el Discurso a los Movimientos Sociales, en Santa Cruz de la Sierra, se ha convertido en un referente, las palabras que hoy ha pronunciado el Papa Francisco a los más de tres mil indígenas reunidos en el Coliseo Madre de Dios, en Puerto Maldonado, van a ser una referencia a partir de ahora en la vida de los pueblos indígenas y de la Iglesia de la Amazonia.

La llegada del Obispo de Roma a la selva peruana, a la Amazonia, ha sido motivo de gran alegría, reflejado en los gestos y cánticos de la gente, que al bajar del avión y durante el recorrido por la ciudad le gritaba «Papa Francisco ya eres amazónico», en la sonrisa contagiante del otro hombre de blanco, el dominico David Martínez de Aguirre Guiné, obispo de Puerto Maldonado, y en el propio rostro de Francisco, en quien se han dibujado señales de alegría y emoción.

No en vano, el propio Papa ha iniciado su discurso, largamente esperado y aplaudido, diciendo que deseó mucho este encuentro y que ha querido iniciar su visita a Perú en la Amazonia, lo que ha hecho estallar al auditorio con sonoros aplausos.

 

 

Un Papa que ha venido a la Amazonia para visitar y escuchar el grito de la tierra y de los más pobres, para solidarizarse con los desafíos de sus pueblos y su Iglesia, algo que el obispo local y los representantes de los pueblos indígenas le han agradecido en sus palabras de bienvenida, en las que mostraban la riqueza de la Amazonia, que es principalmente su gente, pueblos que se sienten orgullosos de lo que son, de su lengua, cultura y tradiciones, que viven unidos, pues «sentirse solos es una tristeza, pero encontrarse es una alegría«, una gran reflexión para la cultura occidental dominante, de la que se ha apropiado el individualismo.

Pueblos sobrevivientes a muchas crueldades e injusticias, que continúan sufriendo en consecuencia de la explotación de los recursos naturales, que quieren preservar su cultura, que las generaciones futuras no sufran y no sean discriminados, como hoy están siendo. Pueblos que asumen la Laudato Sí, que hoy leían ante el Papa en sus lenguas originarias. Los indígenas, vestidos de fiesta, han pedido al Papa que les defienda, que rece para que la Amazonia no pierda su identidad y le han agradecido que les escuche. Al mismo tiempo, han gritado al mundo que todos tenemos que cuidar de la naturaleza y proteger nuestra tierra para vivir en armonía.

El Papa es conocedor de lo que pasa en la Amazonia, a la que se ha referido como una tierra santa, es consciente que «nunca los pueblos amazónicos estuvieron tan amenazados en sus territorios como están ahora», que existen «ciertas políticas que promueven la conservación de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano». Por eso, movido una vez por una actitud profética ha pedido «respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos, asumiendo y rescatando la cultura, la lengua, las tradiciones, los derechos y espiritualidad», insistiendo en que ellos sean «los principales interlocutores».

 


Francisco ha denunciado la trata de personas, de la que muchos son víctimas a través de múltiples formas, pero de la que todos, en mayor o menor medida son cómplices. Una historia que está presente en América Latina desde la llegada de los primeros europeos y que ya fue denunciada con palabras proféticas por hombres de fe. Por eso, «esta profecía debe continuar presente en nuestra Iglesia, que nunca cesará de alzar la voz por los descartados y los que sufren». No podemos dejar de hacer una «opción preferencial por la vida de los más indefensos».

La Iglesia que camina en la Amazonia, los misioneros que intentamos llevar a cabo una labor evangelizadora, somos desafiados por el Obispo de Roma a superar los miedos que nos atenazan y no nos dejar defender explícitamente a quienes más sufren, a continuar comprometiéndonos con los pueblos de la Amazonia y defender sus culturas, inspirados en el Evangelio, sin desarraigar la fe católica de la vida de los pueblos a los que acompañamos, sabiendo que «cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquecen a la Iglesia».

Gracias Papa Francisco por animarnos a construir una Iglesia con rostro amazónico e indígena, que no es ajena a los problemas y la vida de la gente. Una Iglesia que no sea extraña al modo de vivir y organizarse de los pueblos de la región, que fomenta el diálogo y que está en camino para un Sínodo que todos esperamos con ansiedad, pues él puede ser el inicio de nuevos y mejores caminos para evangelizar la Amazonia y sus pueblos, sobre todo los indígenas.

Aunque para mejor decir, para dejarnos evangelizar, pues con Francisco debemos aprender a escuchar más y hablar menos, a reconocer que «nosotros, que no habitamos en estas tierras, necesitamos su sabiduría y sus conocimientos para poder penetrar -sin destruirlo- el tesoro que encierra esta región», pues «ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos confió a todos: cuidar de la Casa Común».

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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