Vuelvo muy feliz, muy contento, tratando de entregarles a ustedes esta palabra de amor y de esperanza que nos trae siempre el Santo Padre
(José M. Vidal/Aica).- Frente a la tesis del ‘fracaso’, propalada por algunos medios de comunicación, para calificar el reciente viaje del Papa a Chile, el presidente del episcopado argentino, Oscar Ojea, que acompañó al Papa en su recorrido chileno, lo califica de «extraordinario» y «una fiesta del pueblo». Por eso, invita a reflexionar sobre sus mensajes de fondo, leyendo sus discursos y «no las crónicas de los periódicos».
El obispo de San Isidro calificó el viaje del Papa a la Nación hermana como «extraordinario». En primer lugar, destacó la hospitalidad del pueblo y del clero chileno, en su caso particular, de los obispos, con quienes se manifestó muy agradecido.
El prelado dijo haberse encontrado con sacerdotes y obispos latinoamericanos, tanto del Uruguay y del Paraguay, como chilenos y peruanos, y destacó la presencia de una multitud que siguió al papa Francisco durante su viaje.
En referencia a la primera misa del Pontífice en Santiago, monseñor Ojea señaló que no recuerda haber estado en un lugar alto y haber visto esa multitud, «donde no cabía un alfiler». Ante esto, consideró que «es imposible juntar esas multitudes sin la Fe y sin lo que suscita el carisma del papa Francisco».
«Papa Francisco tiene un enorme carisma y un don de comunicación inmediata con su pueblo, esto es maravilloso», describió, y detalló que «en cada encuentro reinaba un clima de alegría, de entusiasmo, de comunicación con el Pastor.
Esto no fue para nada suficientemente destacado, en general, por algunos medios, pero es importante que yo se los diga: el viaje a Chile fue una fiesta; una fiesta del pueblo, una fiesta para nosotros que tuvimos la alegría y el orgullo de participar», advirtió.
«La visita del Papa a la cárcel de mujeres es una cosa histórica, es maravilloso lo que el Papa desarrolló, después de escuchar con enorme cariño y atención a las reclusas», indicó el obispo de San Isidro, y recordó el discurso del Pontífice: «Ustedes han sido privadas de su libertad, pero no de su dignidad». El tema de la dignidad, en esa cárcel, «resonó en los ojos emocionados de las mujeres que se habían vestido de gala, con sus chiquitos, para poder tener ese momento de comunicación con el Santo Padre», añadió.
El prelado afirmó que el mensaje en la cárcel, «es suficiente como para haber ahondado y desarrollado qué es lo que el Papa nos dice».
«El Papa en todos los mensajes desarrolla un pensamiento que nos hace pensar cómo estamos viviendo, sobre nuestra cultura, sobre nuestro modo de ser; cómo estamos llevando adelante nuestra vida; es un mensaje que nos invita a frenar, incluso a los religiosos y consagrados», continuó, e hizo hincapié en «la función que tuvimos en la iglesia catedral los religiosos, las religiosas, los consagrados, los seminaristas con el Santo Padre, donde nos recordaba nuestro lugar como pastores, haciendo una comparación con la persona de Pedro».
Finalmente, mencionó el encuentro con los jóvenes; en el que «el Papa era un joven más, había una multitud de jóvenes». La misa fue en el Parque O’ Higgins; el encuentro con los jóvenes fue en el Santuario de la Virgen del Carmen, una explanada «impresionante», relató.
Además, consideró «notable» el mensaje del Papa a los jóvenes, el lenguaje y las imágenes utilizadas para poder hablarles, y la metáfora que usó sobre «lo que significa estar colgado del teléfono y lo que significa perder la conexión, cuando uno pierde la clave.
«Vuelvo muy feliz, muy contento, tratando de entregarles a ustedes esta palabra de amor y de esperanza que nos trae siempre el Santo Padre y yo los invito a leer sus mensajes, no las crónicas de los periódicos que hacen foco en algunos temas particulares, que aparentemente pretenden oscurecer lo que ha acontecido realmente, sino lo que el Papa nos vino a traer, aquí, muy cerquita, a nuestro país hermano, aquí en América Latina», concluyó, deseando «que hayan comenzado muy bien este año, que puedan reflexionar lo que el Papa nos va diciendo en este viaje» y envió su bendición.
Texto íntegro del mensaje de monseñor Ojea
Queridos hermanos, amigos, anteayer llegué de Chile, participé del extraordinario viaje del Papa Francisco a la Nación hermana.
En primer lugar lo que querría destacar es la hospitalidad del pueblo y del clero chileno, en el caso mío de los Obispos, me han recibido como a Jesús, y yo les estoy sinceramente muy agradecido por su cariño y por su hospitalidad.
Allí me encontré con sacerdotes y obispos de América Latina; me encontré con uruguayos, con paraguayos, además de los chilenos y con peruanos también.
El viaje del Papa, una maravilla; en primer lugar la multitud de la primera misa en Santiago. Yo no recuerdo haber estado en un lugar alto y haber visto esa multitud, donde no cabía un alfiler.
Es imposible juntar esas multitudes sin la Fe y sin lo que suscita el carisma del Papa Francisco.
Papa Francisco tiene un enorme carisma y un don de comunicación inmediata con su pueblo, esto es maravilloso.
En cada encuentro reinaba un clima de alegría, de entusiasmo, de comunicación con el Pastor. Esto no fue para nada, suficientemente destacado, en general, por algunos medios, pero es importante que yo se los diga: el viaje a Chile fue una fiesta; una fiesta del pueblo, una fiesta para nosotros que tuvimos la alegría y el orgullo de participar.
La visita del Papa a la cárcel de mujeres, es una cosa histórica, es maravilloso lo que el Papa desarrolló, después de escuchar con enorme cariño y atención a las reclusas: «Ustedes han sido privadas de su libertad, pero no de su dignidad». El tema de la dignidad, en esa cárcel, resonó en los ojos emocionados de las mujeres que se habían vestido de gala, con sus chiquitos, para poder tener ese momento de comunicación con el Santo Padre.
Creo que el contenido del mensaje en la cárcel, es suficiente como para haber ahondado y desarrollado qué es lo que el Papa nos dice.
El Papa en todos los mensajes desarrolla un pensamiento que nos hace pensar cómo estamos viviendo, sobre nuestra cultura, sobre nuestro modo de ser; cómo estamos llevando adelante nuestra vida; es un mensaje que nos invita a frenar, incluso a los religiosos y consagrados; fue extraordinaria la función que tuvimos en la Iglesia Catedral los religiosos, las religiosas, los consagrados, los seminaristas con el Santo Padre, donde nos recordaba nuestro lugar como pastores, haciendo una comparación con la persona de Pedro.
Finalmente, el encuentro con los jóvenes; el Papa era un joven más, había una multitud de jóvenes. La misa fue en el Parque O’ Higgins; el encuentro con los jóvenes fue en el Santuario de la Virgen del Carmen, una explanada impresionante.
El encuentro con los jóvenes y su capacidad de escuchar y de devolver; las imágenes que utilizó el Santo Padre para poder hablarles a los jóvenes y lo que significa estar colgado del teléfono y lo que significa perder la conexión, cuando uno pierde la clave; notable el desarrollo de ese mensaje del Papa.
Vuelvo muy feliz, muy contento, tratando de entregarles a ustedes esta palabra de amor y de esperanza que nos trae siempre el Santo Padre y yo los invito a leer sus mensajes, no, las crónicas de los periódicos que hacen foco en algunos temas particulares, que aparentemente pretenden oscurecer lo que ha acontecido realmente, sino lo que el Papa nos vino a traer, aquí, muy cerquita, a nuestro país hermano, aquí en América Latina.
El Señor sigue bendiciendo el viaje con los encuentros en Perú.
Yo les deseo que hayan comenzado muy bien este año, que puedan reflexionar lo que el Papa nos va diciendo en este viaje y les envío mi bendición.