Hoy concluye el plazo dado por los obispos a Daniel Ortega para aceptar la mediación

Silvio Báez: «Quien enarbola la bandera hipócrita de la imparcialidad política se vuelve cómplice del mal»

El Gobierno no ha dejado entrar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

Silvio Báez: "Quien enarbola la bandera hipócrita de la imparcialidad política se vuelve cómplice del mal"
Monseñor Báez Agencias

Los obispos emtieron este domingo un comunicado en el cual expresan su temor de que el diálogo nacional tenga un "deseo oculto de fracaso" para "proseguir sin barrera caminos violentos"

(J. Bastante/Agencias).- «Quien en una situación como esta, de injusticia social y represión criminal, elige el camino de la pasividad y enarbola la bandera hipócrita de la imparcialidad política se vuelve cómplice del mal«. El obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez, volvió a clamar contra la violencia y la represión del Gobierno de Daniel Ortega.

En su homilía de este domingo, Báez apeló de nuevo a la calma, insistiendo en que «no debemos dejarnos llevar por la emoción, la ira, la precipitación irresponsable, el miedo y mucho menos por la violencia. ¡Jamás la violencia! ¡Nada violento! ¡Ninguna violencia!«, clamó.

 

 



El obispo auxiliar de Managua utilizó sus redes sociales para recordar que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) no ha recibido aún consentimiento del Gobierno para visitar el país centroamericano en medio de una crisis que ha dejado al menos 54 muertos.

«El secretario de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Paulo Abrao) asegura que no han recibido anuencia del gobierno para venir a Nicaragua», indico el líder religioso en un tuit.

Esta era una de las condiciones que le puso la Conferencia Episcopal al gobierno para participar en un diálogo nacional que resuelva la crisis. «Es lo primero que le pedimos los obispos al Presidente (nicaragüense, Daniel) Ortega», recordó el obispo en su cuenta de Twitter. El plaza concluye este lunes.

 

 

El pasado viernes, el presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), Leopoldo Brenes, condicionó la convocatoria de la mesa de diálogo nacional al cumplimiento de una serie de «premisas ineludibles» por parte del Gobierno y le instó a «dar signos creíbles de su voluntad de diálogo y paz» antes de este lunes al mediodía.

Una de las principales condiciones solicitadas por la Iglesia, era «permitir en el menor tiempo posible el ingreso de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para investigar y aclarar las muertes, y las desapariciones de nicaragüenses», además de otros requerimientos como el cese de la represión o la supresión de los cuerpos paramilitares.

Nicaragua cumple hoy 26 días de una crisis que ha dejado al menos 54 muertos, causada por multitudinarias manifestaciones a favor y en contra de Ortega, que iniciaron con protestas en contra de unas reformas a la seguridad social y que continuaron debido a las víctimas mortales de los actos represivos.

Por otro lado, los obispos emtieron este domingo un comunicado en el cual expresan su temor de que el diálogo nacional tenga un «deseo oculto de fracaso» para «proseguir sin barrera caminos violentos», tras los fuertes enfrentamientos que se están dando en diversos lugares del país, particularmente en Masaya.

«Conocemos los males que aquejan a Nicaragua y de los cuales hemos hablado claramente, señalando como un camino evangélico el del diálogo nacional sincero. Diálogo que no sea, por tanto, excusa para fortalecer posiciones que dejen las cosas sin cambio alguno o con un deseo oculto de que fracase para proseguir sin barrera caminos violentos», declararon los obispos en un comunicado.

 

 

Ésta es la homilía de Silvio Báez:

 

«Estar en el mundo sin ser del mundo»

Queridos hermanos y hermanas:
 
1. Nos reunimos hoy en el Día del Señor para celebrar la presencia de Jesucristo Resucitado en medio de nosotros, en nuestros corazones y en nuestra historia. Estamos con el corazón lleno de dolor por tantos jóvenes asesinados cruelmente por la dura represión y estamos con la conciencia llena de incertidumbre ante el futuro de nuestro país. Sin embargo, más allá de todo brilla en nuestro espíritu la certeza de la presencia y del poder de Jesús, «que ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder (…). Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida imparable que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección» (Evangelii Gaudium, 275-276).
 
2. Hoy hemos escuchado a Jesús en su último coloquio con el Padre antes de su pasión, orando por sus discípulos: «Padre Santo, cuida en tu nombre a los que has dado» (Jn 17,11). Jesús le pide al Padre que mantenga a sus discípulos en sus manos, los cuide, los rodee con su amor. Estamos en buenas manos, las manos del Padre del Cielo. A continuación, le dice también: «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Jesús quiere que los cristianos no vivan aislados ni indiferentes ante los dolores y las alegrías del mundo. La historia de la humanidad es el hogar de los cristianos, del que no pueden renegar y del que no pueden ni deben huir. Jesús quiere que vivan en el mundo. Solo le pide al Padre que los guarde del Maligno, que les de sabiduría y fortaleza para que no sean ingenuos dándole fuerzas al mal, para que no traicionen su fe siendo cómplices del mal y para que no claudiquen jamás haciéndose agentes de las fuerzas del mal.
 
3. Jesús luego pide al Padre: «Como tú me has enviado al mundo, yo los envío al mundo» (Jn 17,18). Jesús Resucitado no esta física y materialmente visible. Son sus discípulos los que lo harán visibles, enviados por Jesús como él mismo fue enviado por el Padre. La existencia de los cristianos adquiere carácter de envío, de misión. Todos tenemos una responsabilidad ineludible en comprometernos por llevar adelante el proyecto de Dios en el mundo.  Los cristianos estamos llamados a ser hombres y mujeres que construyen la paz y han hecho de la misericordia su estilo de vida. Al mismo tiempo, no podemos rehuir a nuestro compromiso de solidaridad y defensa de los más pobres, los más desvalidos y vulnerables, las víctimas de los sistemas injustos, del mundo del descarte y de la indiferencia. Jesús nos quiere en medio del mundo para que nos opongamos valientemente contra sistemas sociales, económicos y políticos que solo favorecen los intereses de los poderosos y oprimen y violentan a las grandes mayorías. Jesús nos quiere en el mundo para que alcemos la voz y nos comprometamos por una justicia que no deja fuera a nadie, que se nutre de la riqueza de la diversidad humana y se expresa en el respeto a la dignidad de los derechos de cada persona humana.
 
4. En este momento en Nicaragua «estar en el mundo sin ser del mundo» exige no ser neutrales. Quien en una situación de injusticia social y de represión criminal, como la que vivimos elige el camino de la pasividad y enarbola la bandera hipócrita la imparcialidad, se vuelve cómplice, cómplice del mal. Hoy muchos se llenan la boca hablando de tranquilidad y de paz. ¡Cuidado! No promovamos la paz de los cementerios ni la de los esclavos sometidos. La paz que anhelamos y que queremos construir es la paz de Jesús, una paz que pasa por la tensión y los conflictos con quienes odian la paz. La paz de Jesús tiene un precio: la cruz. Quien quiera hoy la paz, no puede simplemente pronunciar discursos huecos y ambiguos de pacificismo descafeínado. Quien quiera la paz hoy debe mostrar que está dispuesto a exponerse, estar dispuesto a ser calumniado, amenazado e injuriado por ponerse del lado de las víctimas de la violencia y condenar a quienes agreden y matan porque tienen las armas. Quien quiere la paz hoy debe luchar por la justicia.
 
5. Estamos a las puertas de un «Diálogo Nacional», frente al cual el gobierno de Nicaragua no ha dado signos claros de buena voluntad de querer enrumbar al país por un nuevo sendero de justicia, paz y democracia. Sin embargo, la Iglesia no puede no acompañar este último esfuerzo racional como solución del grave conflicto que vivimos. Vamos a buscar la paz, pero dejando claro que «ya no se trata de alcanzar un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz, ni de un proyecto de unos pocos para unos pocos» (Gaudete et Exsultate, 89). Se equivoca quien cree que este diálogo es para volver a la frágil, artificial y mentirosa «tranquilidad» que vivíamos hace un mes. Se equivocan quienes creen que este diálogo es simplemente para sofocar las reivindicaciones sociales que los estudiantes y el pueblo entero está reclamando. «La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios» (Evangelii Gaudium, 218).
 
6. El momento es delicado. Por eso no debemos dejarnos llevar por la emoción, la ira, la precipitación irresponsable, el miedo y mucho menos por la violencia. ¡Jamás la violencia! Nada violento. Ninguna violencia. Por eso tenemos que practicar más que nunca el discernimiento, «educándonos en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros. Él no hace caer fuego sobre los infieles (cf. Lc 9,54), ni permite a los celosos «arrancar la cizaña» que crece junto al trigo (cf. Mt 13,29)» (Gaudete et exsultate, 174). Ni violencia ni intolerancia. Pero sí sabiduría y perseverancia, fuerza y claridad. Nunca abuso ni agresión a nadie. «También se requiere generosidad, porque hay más dicha en dar que en recibir (Hch 20,35). No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer cómo podemos cumplir mejor nuestra misión en la vida hasta darlo todo» (cf. Gaudete et exsultate, 174). Los jóvenes que han ofrendado su vida por Nicaragua nos han dado un ejemplo digno de imitar. «Hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia vida» (Gaudete et exsultate, 175).
 
7. Recordemos el evangelio de hoy. No huyamos el del mundo, estemos en el mundo, no tengamos miedo de estar en el mundo, pero no seamos del mundo. Es la consigna de Jesús. Él nos sostiene y acompaña son su presencia amorosa y su permanente y poderosa intercesión. Jesús nos revela hoy que estamos seguros, que podemos tener confianza e ir al mundo en su nombre, pues estamos sostenidos tiernamente por las manos del Padre del Cielo. Que la Virgen María, que sabía estremecerse de gozo en la presencia de Dios, que conservaba como un tesoro la Palabra en su corazón y que se dejó atravesar por la espada compartiendo con su hijo el dolor por amor a la humanidad, nos enseñe el camino de la sabiduría y nos proteja con su amor de Madre.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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