Quizá como nunca, la mejor apuesta de la Iglesia fue invitar a la oración por unos comicios en paz como "ejercicio ejemplar de civilidad, evitando palabras o gestos de hostilidad, descalificación o violencia"
(Guillermo Gazanini, México).- Millones de mexicanos acudiremos a las urnas este domingo para ejercer uno de los derechos que fincan la democracia: la elección de los representantes populares quienes detentarán el servicio público de los tres niveles de gobierno, entre ellos, la renovación de la titularidad del Ejecutivo Federal.
Tras casi seis meses de precampañas y campañas, los candidatos impactaron al electorado con más ataques que propuestas para alcanzar el primer lugar en las encuestas. Carentes de creatividad, diatriba y descrédito imperaron mientras la guerra sucia en redes sociales trató de influir en el ánimo para infundir confusión, miedo e incertidumbre ante la posibilidad de que el puntero en las encuestas refrende su posición tras el conteo de los votos en las urnas.
Sin embargo, la última palabra la tienen millones mexicanos. No obstante, este clima, cada mexicano sabe que tiene en sus manos un voto que debe ser libre, bien dirigido y ajeno a cualquier presión. Razonar cuáles serán las consecuencias para seguir afianzando la democracia ahora bajo constante escrutinio de la ciudadanía la cual, cada día, sabe que los representantes populares deben desempeñar la función pública para el pueblo y por el pueblo.
Ante la crisis financiera y los desequilibrios que vive el país; el hambre, la desesperación, el desempleo, carestía, pobreza y bajísimos salarios; depredación e individualismo, violencia y narcotráfico, la Iglesia católica de México ha invitado a examinar propuestas y perfiles de quienes compiten teniendo presentes a las personas como centro de toda acción política. Quizá como nunca, la mejor apuesta de la Iglesia fue invitar a la oración por unos comicios en paz como «ejercicio ejemplar de civilidad, evitando palabras o gestos de hostilidad, descalificación o violencia».
La coyuntura actual exige compromisos concretos por la justicia. Políticos coherentes con sus dichos y promesas para hacer efectiva la equidad a través del servicio público transparente y honesto. Esto trae aparejado una sensibilidad especial por los más pobres, los excluidos e indefensos que debe demostrarse no sólo en tiempos de campaña, también a lo largo de la administración que le será confiada.
De esta manera quienes resulten electos deben ir al campo de batalla y permanecer con el pueblo para constatar, escuchar sus necesidades y procurar el bien común para cualquiera, no sólo en beneficio de sus más cercanos, amigos y compadres, o para bien propio haciendo de su encomienda un lucro personal. Hacer de la política una vocación, no botín. Si uno de los principales males está en la corrupción, el antídoto para contrarrestar este veneno está en la honestidad que permita percibir al candidato electo como confiable, transparente, coherente y capaz de ostentar valores como la lealtad, veracidad y honradez.
Los mexicanos somos conscientes de que en los últimos años la serie de transformaciones impactarán a las próximas generaciones. Los obispos de México lo advierten. Múltiples aspectos de la vida política, al final, están moldeando la vida de millones de personas quienes buscan los medios más efectivos para tener estabilidad, prosperidad y justicia para sus familias porque las llamadas «reformas estructurales» deben comenzar a generar el desarrollo humano integral que es inaplazable. En esta jornada electoral, millones de mexicanos depositarán un voto por el mejor futuro de México.
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