Un grupo de sevillanos pasan el verano en la Amazonía brasileña

Voluntariado en familia: vivir juntos experiencias que cambian la vida aquí y allí

Ángelas, Mercedes, Cayetana, Eugenio, Mercedes... experiencias misioneras

Voluntariado en familia: vivir juntos experiencias que cambian la vida aquí y allí
Un grupo de sevillanos pasa el verano en la Amazonía brasileña Luis Miguel Modino

Amazonía es un tesoro, un tesoro que está en América del Sur pero que pertenece a todo el Planeta y que todos tenemos la obligación y la responsabilidad de cuidarlo, de cuidar a la gente que vive aquí y de inculcar el valor que tiene esto

(Luis Miguel Modino, Brasil).- El voluntariado es una experiencia que une, que aproxima personas y realidades, que ayuda a conocer vidas. Un grupo de voluntarios de Sevilla han pasado el mes de julio en la Amazonia brasileña, concretamente en Maués y una de sus comunidades del interior, São Sebastião.

Quien ha facilitado la llegada de los diez voluntarios ha sido Fernando López, jesuita de origen español, que lleva muchos años recorriendo todos los rincones de la Amazonia con el Equipo Itinerante, alguien que, como reconoce Ángela, una de las voluntarias, «ha hecho mucha labor de unir las dos orillas».

Lo que diferencia a este grupo es que han llevado a cabo un voluntariado en familia, lo que ha hecho que «todo sea mucho más fácil», según Mercedes, la benjamina del grupo. Para Ángela, esta idea de voluntariado «nace a partir de una familia que tiene esta intuición, que ha vivido esas experiencias de voluntariado y quieren que sus hijos también lo vivan». Ella insiste en que «la familia es una matriz muy fuerte, se crean lazos muy fuertes, y el poder compartir eso con la familia como que eso se alimenta, puede crecer mucho más cuando vuelves».

Para alguien que ya ha tenido experiencias de voluntariado de mayor duración en Guatemala, «ahora ha venido mi madre conmigo y como que en la familia se me va a entender mejor y me van a apoyar más en todo el trabajo que hago allí de cooperación, de voluntariado, venir con mi madre ha sido super bonito». En realidad, este voluntariado no se restringe a la familia biológica, como señala Cayetana, con experiencias de voluntariado desde 1996 y funcionaria en el Ayuntamiento de Sevilla, «yo soy soltera y traigo a Mercedes y Eugenio, que les he visto nacer y sus padres son íntimos amigos míos. Ellos no se sentían con ánimo de venir, pero se sienten contentos de que yo venga».

 

 

Cayetana reconoce que «Latinoamérica es donde he sido más féliz y soy funcionaria que es donde me gano la vida, pero lo que realmente me llena es a lo que dedico el tiempo libre». Desde siempre colaborando con los jesuitas, en formación de voluntariado, en la espiritualidad ignaciana, en dar Ejercicios Espirituales, después de experiencias en Paraguay y Chile, la Amazonía, a donde agradece haber llegado a través de Fernando López, a quien conoció hace casi cuarenta años estudiando Física, es completamente nueva para ella.

Por encima de los trabajos concretos llevados a cabo, Mercedes estuvo colaborando con dos ingenieros, instalando placas solares en São Sebatião, para alimentar un molino de guaraná, que antes funcionaba con un generador diesel, lo que destacan es que lo más importante es estar con la gente, convivir con las familias, con las comunidades y vivir la realidad, que por ser tan diferente, impacta. En ese sentido, Cayetana reconoce que «lo que me ha impactado es la acogida, ellos paralizan su vida, como si tuvieran todas las necesidades cubiertas, como si tuvieran una nómina detrás que les van a pagar y la han paralizado por nosotros, para mostrarnos la selva, acompañarnos a dar los talleres, convivir con nosotros».

Con ellos, uno ve, continúa diciendo, como «viven de la providencia y no piden nada a cambio, solamente el que allí comprendamos como aquí se vive, porque ellos son los que están apuntando como es posible que la Amazonía siga con vida, que no haya tala de árboles discriminada, ni que las petroleras y los buscadores de oro y todo eso acaben con todo. Es como decir, yo paro mi vida, aunque no tenga cubiertas las necesidades básicas, para que esta gente pueda contar lo que aquí han vivido desde el bienestar que les hemos podido ofrecer».

Angela, resalta que «me llama la atención el tema del buen vivir. Un chaval de la comunidad nos decía que tenía la oportunidad de estudiar en Maues, pero que él estaba muy bien en su comunidad. Tener esa opción, esa libertad de decidir su felicidad. Hemos tenido la suerte de poder vivir una reunión de setenta líderes indígenas, debatiendo sobre un tema de madereras. Como se ponían de acuerdo en su diversidad y su cultura diferente para llegar a algo en común y que su lucha de defender la Amazonía no es sólo de ellos, sino que nos incumbe a todos».

Al hablar del voluntariado en familia, Cayetana señala que «la idea es que el voluntariado no quede como algo aislado. Cuando yo vine la primera vez mis padres no me podían comprender. Lo mucho que pueden hacer es que te admiran, lo cual es un error, pero no tienes con quien hablar sobre eso. La idea principal es que lo que nosotros vivimos lo puedan vivir nuestros hijos. Eugenio dice que creció con el cariño a Latinoamérica sin conocerla, porque yo desde pequeño se lo transmití. Nuestra idea es que eso se expanda, ya no soy yo a nivel individual, ellos hablarán con sus padres, con otros amigos». Por eso, continúa diciendo, «lo que intentamos es que lo que hemos recibido gratis, darlo gratis, y acompañar el proceso antes de venir, que lo hicimos, mientras estamos aquí y cuando volvamos, que eso es una cosa nueva, pero nuestra idea es volver cada vez con más familias, que no sea algo aislado».

La propia Cayetana, insite en que «las imágenes hablan más que mil palabras. Nosotros en estos días comentábamos la cara de felicidad que se nos veía, se nos ve a todos felices, alegres, pletóricos y es porque aquí hay algo que te hace sacar lo mejor de ti, porque ellos te lo transmiten y ese respeto a la naturaleza. Recuerdo que el primer día que entré, me dijo una indígena que pidiera permiso antes de entrar en la selva. Tomas conciencia de que si tú cuidas a la selva, ella te va a cuidar». Por eso, señala que «a la vuelta, más que lo que podamos contar es lo que van a percibir en nosotros si somos capaces de conservar esa esencia y también, eso es un ideal, el que podamos tener un cambio de nuestras pautas de conducta en la sociedad, con la familia y con los amigos, en el consumismo, por ejemplo».

 

 

 

Mercedes reconoce que «nosotros necesitamos mucho más de ellos». En ese punto, recuerda las palabras de Tomás, uno de participantes, quien dice que «tenemos problemas comunes, que los mismos problemas que tenemos nosotros en España, que es una selva, ellos también los tienen en esta selva». Desde ahí, Mercedes afirma que «la unión de los dos nos va a enriquecer a unos y a otros. Ellos nos necesitan, pero nosotros también necesitamos de ellos, necesitamos sus valores, su cuidado, su acogida, la capacidad que tienen de paralizar todo a su alrededor para estar pendientes de nosotros. Ellos han facilitado todo muchísimo, ha sido una balsa de agua. Ojala nosotros tuviesemos ese sentido de familia, ese sentido de unidad que nosotros en España carecemos de eso».

La experiencia también les ha ayudado a entender que no somos dueños de nada. Como relata Angela, «la comunidad y la naturaleza nos enseñan mucho, ante un chaparrón sientes que no eres dueño de nada, que la vida no depende de tí. En Europa queremos atar todo, controlar todo, depredar todo, y aquí ves que la gente siente de verdad la reciprocidad con la naturaleza». Ella habla de una serie de mitos, de historias que han escuchado en estos días, y de la forma diferente de ver la vida, «cazar sólo lo que necesitan en ese momento para comer, no más de la cuenta porque sino la tierra te castiga». Del mismo modo, como es importante estar juntos hasta en las cosas del día a día, como es para los indígenas la vida en la selva, pues «cada uno pone un poquito y así sí».

Por último, Mercedes insiste en la necesidad de que «todo el mundo fueramos conscientes que Amazonía es un tesoro, un tesoro que está en América del Sur pero que pertenece a todo el Planeta y que todos tenemos la obligación y la responsabilidad de cuidarlo, de cuidar a la gente que vive aquí y de inculcar el valor que tiene esto, que es incalculable y que además no podemos destrozarlo porque sin Amazonía no somos».

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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