Cada día los inmigrantes venezolanos tienen más miedo de la reacción de la población local, pues la tensión crece cada día, llegando al extremo de tener miedo de hablar español en la calle.
(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- El Papa Francisco constantemente hace una llamada a ser una Iglesia samaritana, que cura las heridas de aquellos que más sufren. Podemos decir que la Iglesia de Roraima está haciendo realidad ese deseo del obispo de Roma, llevando a cabo un trabajo, a través de las pastorales, organismos, parroquias y areas misioneras, que permite aminorar en cierto modo el sufrimiento de los inmigrantes venezolanos.
Sólo en la capital del estado de Roraima, Boa Vista, se estima que hay unos treinta mil venezolanos, lo que supone casi un diez por ciento de la población total. De ellos, unos seis mil se encuentran en los albergues gestionados por el gobierno federal,siendo los únicos reconocidos en los números oficiales, unos veinte mil se hacinan en habitaciones alquiladas a precios abusivos, y al menos tres mil deambulan por las calles y duermen en los diferentes parques y plazas de la ciudad, en medio de una tensión que aumenta cada día, incentivada por discursos políticos xenófobos, que en este tiempo de campaña política para las elecciones de octubre garantizan un alto número de votos.
Entre los organimos y pastorales eclesiales cabe destacar el trabajo del Centro de Migración y Derechos Humanos – CMDH, gestionado por la diócesis, el Instituto de Migraciones y Derechos Humanos – IMDH, que depende de las hermanas scalibrinianas, el Servicio Jesuita a Migrantes y Refugiados – SJMR y la Pastoral del Niño, del Migrante y Caritas.
Una de las grandes dificultades que están encontrando los venezolanos es a la hora de obtener los documentos que les permitan estar en el país y poder trabajar. Hasta la semana pasada solamente eran atendidas 40 personas por día en la Policía Federal para emitir documentos, número que se ha visto aumentado a 80 en los últimos días, pero que todavía resulta insuficiente para las más de 500 personas que se calculan que llegan cada día en la ciudad de Boa Vista.
Campo de inmigrantes venezolanos en Roraima
Como reconoce Ronildo Rodrigues, representante de la oficina del IMDH en Roraima, intentan acompañar los trámites que permitan tener sanidad y escuela a los niños, destacando la alta presencia de niños desnutridos, aspecto que también señala la hermana Telma Lage del CMDH, sobre todo indígenas warao. Otro problema es la presencia de adolescentes y jóvenes solos y sin documentos en las calles de la ciudad, lo que favorece las diversas formas de explotación y no hace posible que encuentren trabajo regularizado.
Desde el Servicio Jesuita a Migrantes y Refugiados, donde también funciona Fe y Alegría, que acompaña diariamente a 120 niños inmigrantes, el Padre Agnaldo Junior, afirma que es necesario un primer trabajo de escucha, consejo y desterrar los mitos que acompañan a los inmigrantes y que crean un clima de miedo entre ellos. Después de ese primer momento en el SJMR están siendo realizados diversos cursos de camarero, vigilante, manicura, pedicura y portugués, entre otros que puedan favorecer la inserción en el mercado de trabajo.
En ese sentido, los jesuitas hacen un trabajo de intermediación entre empresarios de todo Brasil y los inmigrantes que demandan empleo, ayudando en la elaboración de curriculos o entrevistas vía Skype, siempre con quien tiene permiso de trabajo para evitar la explotación, una práctica demasiado común en el estado de Roraima, donde muchos se aprovechan de la necesidad ajena, llegando a pagar poco más de dos euros por un día de trabajo o simplemente un plato de comida. Recientemente el que era coordinador de la oficina del SJMR fue amenazado de muerte por su trabajo con los inmigrantes y tuvo que abandonar la ciudad.
También aparecen cada día más casos de venezolanos queriendo volver para Venezuela ante situaciones de sufrimiento extremo, madres con niños pequeños que llevan meses viviendo en la calle por falta de lugar en los albergues o gente que vive alquilada y no consiguen prácticamente nada para comer. Aquellos que viven en la calle, cada día tienen más miedo de la reacción de la población local, pues la tensión crece cada día, llegando al extremo de tener miedo de hablar español en la calle. Muchos de ellos se juntan en barracas improvisadas en las proximidades de los albergues en condiciones degradantes y a la espera de una plaza que difícilmente aparece.
Inmigrantes venezolanos en Boa Vista, Roraima
La Pastoral del Migrante, formada por unas diez personas, ha comenzado en los últimos meses un trabajo más a fondo ante la avalancha de inmigrantes. La hermana Valdiza Carvalho, insiste en la necesidad de un trabajo de formación dentro de las propias comunidades católicas, donde no todos tienen una actitud de acogida con los inmigrantes y también existe xenofobia. Es importante saber acoger al hermano que llega.
La religiosa scalibriniana dice que existe un trabajo en conjunto con la Policía Federal y el Ejército para facilitar los permisos de trabajo, especialmente con los inmigrantes que viven fuera de la capital y que muchas veces tienen que recorrer largas distancias para llegar, lo que por otro lado supondría un alto costo. Por otro lado están llevando a cabo, en colaboración con diferentes instituciones, cursos de portugués, lo que facilita el proceso de integración de los inmigrantes. También destaca las celebraciones de la Eucaristía en español que se están llevando a cabo en algunas parroquias y comunidades.
El trabajo de Caritas está más relacionado con el proceso de interiorización en el país, en conjunto con otras Caritas de diferentes diócesis y el apoyo de Caritas brasileña, de Estados Unidos y de Caritas Internacional. Este proceso de interiorización se desarrolla en tres ejes, el primero un contacto con la Iglesia de Venezuela, el segundo el envío de inmigrantes para diferentes puntos de Brasil, donde son acogidos y acompañados por las Caritas diocesanas y la generación de renta en el propio estado de Roraima. Hasta ahora ya han sido enviadas más de cien personas con recursos de la propia diócesis, una tarea necesaria dada la excesiva burocracia de ese proyecto de interiorización desarrollado por el gobierno brasileño y que tiene como objetivo principal sacar a la población más vulnerable de Roraima.
Otro problema que se apunta desde Caritas es el de las mujeres con niños pequeños pidiendo en las calles. Se está llevando a cabo un trabajo de acercamiento para favorecer un diálogo que haga posible la búsqueda de alternativas. En ese sentido, se reconoce que uno de los principales problemas que sufren los inmigrantes es la falta de información. Junto con eso, sobre todo desde las comunidades de la Iglesia católica es necesario que se lleve a cabo un trabajo de acercamiento, que cree vínculos y ayude a una integración más rápida de la población inmigrante.
Estos son sólo algunos ejemplos de los muchos trabajos llevados a cabo por la Iglesia de Roraima, muchos de ellos emergenciales, como la Parroquia Nuestra Señora de la Consolata que diariamente reparte más de 1500 desayunos y otras tantas comidas. No podemos olvidar la presencia y el ánimo constante en esta encomiable labor llevada a cabo por tanta gente, sacerdotes, religiosas y laicos, muchas veces voluntarios, de Monseñor Mario Antonio da Silva, quien no ha dudado en colocar la Iglesia local al servicio de quienes tantas rechazan, mostrando que la Iglesia debe y tiene que ser misericordiosa, samaritana y curadora de las heridas de aquellos que más sufren. Sin duda un ejemplo a seguir en este tiempo en que el Sínodo de la Amazonía nos llama a buscar nuevos caminos para la Iglesia.
Para leer todos los artículos del autor, pincha aquí: