Tanto el prelado, Bransfield, como el que lo investigará, Lori, están implicados en el escándalo McCarrick

El cese de un obispo por acoso sexual revela cuán podrida está la Iglesia estadounidense

El primo de monseñor Bransfield, acusado también de abusos a menores, participó en la cumbre con el Papa

El cese de un obispo por acoso sexual revela cuán podrida está la Iglesia estadounidense
El cesado obispo de Wheeling-Charleston, Michael J. Bransfield

El presidente de la Conferencia Episcopal -el cardenal Daniel DiNardo, también presente en la reunión con Francisco- ha sido acusado de negligencia por haber mantenido en el ministerio a un cura detenido estos días por supuestos abusos de menores

(Cameron Doody).- Francisco va en serio en su deseo de limpiar la Iglesia de los EEUU, pero sigue habiendo elementos en la jerarquía que le frustran. Esto es lo que se puede deducir de su decisión de apartar al obispo de Wheeling-Charleston acusado de «acoso sexual de adultos», Michael J. Bransfield, y de nombrar al arzobispo de Baltimore, William E. Lori, para investigar el caso.

Pero, ¿por qué el deseo del Papa difícilmente podrá cumplirse? En una palabra, por la red clientelar entre Bransfield y Lori: una relación que también les sitúa en el barro en el que han mentido a la Iglesia el cardenal Donald Wuerl y el excardenal Theodore McCarrick.

Este jueves, en pleno gabiente de crisis entre el Papa y la cúpula de la Iglesia estadounidense por el tema de abusos, trascendió la noticia de que Francisco aceptó la renuncia del obispo Bransfield, que también había sido acusado en 2012 de haber mantenido sexo con un menor.

En un comunicado, el arzobispo Lori prometió una «investigación exhaustiva» sobre las «acusaciones preocupantes» contra Bransfield, pero hay quien cree que tal investigación no derivará en nada. Entre otras razones, porque Lori fue el superior directo de Bransfield durante seis años, cuando Bransfield estaba asignado al Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington y Lori fue obispo auxiliar de esta misma ciudad.

Y es que es esta conexión de los dos con Washington lo que más preocupa. Cuando fue ordenado obispo en 2005, Bransfield eligió como co-consagrante al ex-cardenal y arzobispo emérito de Washington McCarrick, actualmente apartado del ministerio activo por las acusaciones del abuso de menores y adultos en su contra. Wuerl, el actual arzobispo de la capital estadounidense, también se ha visto implicado en el nuevo escándalo que rodea a Bransfield, por haber llegado a Washington solo un año después de que Bransfield se fuera.

Como si no tuviera nada de que preocuparse, con su decisión de ir a Roma «en un futuro muy próximo» para pedir al Papa que acepte su renuncia, tras las acusaciones del arzobispo Carlo Maria Viganò de que participó en el encubrimiento de los crímenes de McCarrick.

Pero hay más señales de que la Iglesia estadounidense está más podrida que nunca, particularmente tras surgir el nuevo escándalo Bransfield. Ayer, por ejemplo, en la cumbre con el Papa, participó el secretario general de los obispos estadounidenses, monseñor Brian Bransfield: el primo del obispo. El presidente de la Conferencia Episcopal -el cardenal Daniel DiNardo, también presente en la reunión con Francisco- ha sido acusado de negligencia por haber mantenido en el ministerio a un cura detenido estos días por supuestos abusos de menores.

Francisco pidió a la cúpula estadounidense «continuar nuestro discernimiento juntos identificando los pasos más efectivos a dar próximamente», según el comunicado de la propia Conferencia Episcopal, pero: ¿podrán llevar a cabo el mandato? Puede que, para que de verdad llegue su «tolerancia cero» a la Iglesia estadounidense, el Papa tendrá que ser decisivo que cesar a solo Bransfield.

El Papa con la cúpula de la Iglesia estadounidense, con Bransfield a la izquierda

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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