Mensajeros de la Paz ayuda a hacer realidad el sueño del párroco Benito Javier Torres Cervantes

El Templo de La Soledad en Ciudad de México abre sus puertas las 24 horas a los pobres

Un signo profético frente a las injusticias, pobreza y descarte

El Templo de La Soledad en Ciudad de México abre sus puertas las 24 horas a los pobres
El padre Benito (i), párroco del Templo, conversa con el padre Ángel (d) y dos indigentes RD

Mi labor no es juzgarlas, para eso hay otras instancias. Mi labor es ayudar, la Iglesia predica las obras de la misericordia, haz el bien sin mirar a quién

(Guillermo Gazanini, corresponsal en México).- El corazón de Ciudad de México tiene dolorosos contrastes y profundas brechas. Opulencia y pobreza, cinismo y desventura. En sus barrios está la historia de la gran capital que cumplirá 500 años de fundación cuando en 1521, tras la conquista española, se levantaron majestuosos templos, santuarios que se impusieron a los antiguos teocallis y adoratorios, todos para dar mayor gloria a Dios en el antiguo virreinato.

Cerca del barrio de La Merced se alza la parroquia de la Santa Cruz y Soledad de Nuestra Señora. En la época de oro, su influencia evangelizadora abarcó desde San Lázaro hasta los límites del extinto lago de Texcoco. Repleta de historia, incluso sus paredes albergaron el frustrado cisma que en el siglo XX amenazó la unidad de la Iglesia mexicana.

A pesar de la modernidad y el secularismo, el antiguo templo se niega a morir. Como muchos otros en el centro histórico de la Ciudad de México, se yergue derruido y cansado debido a los eones del tiempo. Fracturado por las inclemencias del tiempo, el poder de la naturaleza y la carencia de dinero, acoge a los descartados y desposeídos, los «quebrados» de la sociedad repleta de injusticias. Enfermos sin techo, jóvenes alterados por el demonio de las drogas, mujeres solas, niños sin padres, víctimas de la corrupción de los poderosos, prostitutas y ancianos que albergan en sus ojos la luz de la esperanza. Si a unas cuantas calles se aloja una parte de la «crema y nata» de la clase política de México porque el Templo de la Soledad es vecino a San Lázaro donde está la sede de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, en el barrio de La Soledad viven las víctimas de esas políticas crueles que han engendrado más y más pobreza.

En la historia se pierden los nombres de los nobles párrocos del Templo quienes han dejado la vida para ayudar a sus hermanos. En sus muros y atrios queda el susurro de nombres como el de Gregorio Pérez Cancio, diocesano que reedificó el templo y lo dedicó en 1792; el de Félix Flores Alatorre, párroco limosnero quien invirtió sus recursos en el cuidado del templo o del doctor Félix Osores, ilustre intelectual asociado al período de la insurgencia; sin embargo, en nuestros complicados días, continúan discretos y en silencio, esos milagros de solidaridad y amor a pesar de la rapacidad, la violencia e impiedad. Hace tres años, un joven sacerdote, el padre Benito Javier Torres Cervantes (México, DF; 1972) llegó a La Soledad en 2015 para hacer su hogar entre los pobres y de su ministerio, un signo profético frente a las injusticias, pobreza y descarte.

El padre Benito

 

Sacerdote de la Arquidiócesis de México egresado del Seminario Conciliar, el padre Benito lleva adelante ese mandato de Cristo para dar de comer a sus hermanos. Tras constatar las necesidades de la gente en estado de vulnerabilidad, integró «Saciando al Pobre, AC», asociación creada para la atención de personas en situación de calle del barrio.

Tras percibir la difícil situación, Benito Javier Torres y sus colaboradores hicieron los estudios que les llevaron al diagnóstico completo de las distintas problemáticas sociales en la parroquia. Explica, «No sólo se trata de personas en situación de calle, hay violencia intrafamiliar, personas que están con sus familias, pero salen de su casa y están vagando. Hay personas que vienen a trabajar y apenas les alcanza para ayudar a su familia, duermen en la calle… Ante esto, primero hicimos el comedor a seis meses de mi llegada como párroco. Inicialmente eran dos días, llegaron alrededor de 60 personas; posteriormente, lo abrimos más días porque así lo pedían. Me auxiliaron familias que conocía de la parroquia de Santiago Apóstol, y nuestros grupos parroquiales. Sin embargo, después de un tiempo, su capacidad económica no podía seguir sosteniendo la labor, entonces buscamos ayuda a través de bancos de alimentos. Así surgió ‘Saciando al Pobre, Asociación Civil'».

Para el padre Benito, lo mejor que se puede dar a los vulnerables es ayuda integral que no se quede en el puro asistencialismo. «Sería fabuloso que todas las personas en situación de calle encontraran el camino, pero no es así, no es que sea escéptico; sin embargo, a quienes quieren cambiar su situación de vida, podemos canalizarlos a grupos de ayuda o bien los atendemos mientras encuentran alguna solución para salir de las drogas u otros vicios. Ahora tenemos a tres personas, llegan a estar aquí seis o siete… Hemos tenido ayuda médica para ellos, sin embargo, es esporádica».

El Templo de la Soledad, el «San Antón de México»


Como sacerdote considera que la asistencia espiritual es esencial para ayudar y lograr la transformación de las personas que así lo acepten. A través de retiros, el padre Benito conoce, con ayuda de psicólogos y profesionales de la salud, el grado de afectación y dependencia de una persona a las drogas. «La idea es que, una vez que tenemos a la población, le damos de comer y cada dos meses nos vamos de retiro o encuentro a La Ermita del Silencio en las faldas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Por una semana, de acuerdo con el tiempo del equipo de servicio, les hablamos de la cuestión humana, sobre la dignidad de la persona, la situación de calle, drogas y dependencia. Tocamos la dimensión espiritual, nuestra necesidad de Dios. Todo es gratis. Y como lo requiere esa casa, previamente, hacemos que las personas se bañen y les damos ropa nueva para su asistencia. Después del retiro, los invitamos a que se incorporen a nuestra labor. Algunos aceptan, otros regresan a afrontar su situación familiar; quienes tienen posibilidad de salvar algo, lo deben hacer desde abajo».

Por ser una parroquia de la Arquidiócesis de México, el padre Benito ha tenido la ayuda de otros párrocos y templos solidarios, a través de despensas y donaciones económicas del decanato. «Invité al señor obispo (Mons. Antonio Ortega Franco, auxiliar de México) a participar. Fue muy abierto y a la vez hubo algo curioso. Él me preguntó, ‘¿Qué haré aquí?’ Inmediatamente le di su mandil, una jarra y dije: ‘Lo invité para que les sirva’. Vi su gran sonrisa y sirvió a las personas de la calle. Al final, me pidió que lo invitara continuamente. Ha venido a servir varias veces. Está contento con el proyecto».

Las principales dificultades son la escasez de manos para ayudar, la participación de más voluntarios. Y reconoce quiénes han sido, prácticamente, sus colaboradores más fieles e insistentes y cuáles son las problemáticas más frecuentes: «Las manos que he tenido son constantes, una de esas personas es la señora Rosario Calderón, mano derecha de todo esto. Es voluntaria, su labor con nada se paga y no acepta pago alguno. A ella le debo reconocer. Una problemática es entender a cada uno de los voluntarios, para serlo se debe tener mucha paciencia, visión para saber a quién se ha de servir. Nosotros le servimos a otro Cristo, necesitado. Cada vez que pasa algo que rebasa nuestra situación, recordamos esa frase, así nivelamos nuestro temperamento. Las personas en situación de calle traen muchos resentimientos, contra la política, la Iglesia, contra todo mundo. Hasta que no les mostramos lo contrario, ellos seguirán siendo agresivos. Aquí necesitamos ser pacientes. La tercera dificultad es conseguir las despensas. Al principio me daba pena pedir ayuda, pero la necesidad hizo quitármela».

Comedor del Templo de la Soledad


La obra del padre Benito camina en medio de dificultades y eso le ha puesto los pies en la tierra. Ha aprendido de la buena voluntad de muchos y también de los que se «enamoran» del proyecto y después lo abandonan. «Muchas asociaciones vienen un par de ocasiones y se acabó su presencia. Creí que era una pérdida de tiempo, sin embargo, comprendí que su ayuda, con una sola vez, podía ser suficiente. En ocasiones he llegado a escuchar voces que dicen ‘el padre ayuda a parásitos, ayuda a quienes no tienen porvenir, mejor que se dedique a otra cosa’. Yo he contestado varias veces: Mi labor no es juzgarlas, para eso hay otras instancias. Mi labor es ayudar, la Iglesia predica las obras de la misericordia, haz el bien sin mirar a quién».

Podría pensarse que la labor del padre Benito en La Soledad tiene inyección fuerte y constante de recursos monetarios para su sostenimiento; sin embargo, expresa categórico la grave situación financiera que afronta: «Esta parroquia está quebrada. La misma situación de violencia en el barrio donde se encuentra hace que no venga mucha gente. Los feligreses asisten a las misas dominicales y es la única entrada económica. Gracias a Dios se ha sostenido por donativos en especie, no en dinero. Unas hermanas religiosas franciscanas me ayudan a solventar algunos gastos. Todos los que están aquí se han enamorado e involucrado en esta labor, ellos han visto que no hay interés económico mío alguno. A mi secretaria sólo le pago un día semanal del trabajo, los demás ella ha aceptado ser voluntaria; la señora Rosario (Calderón) ha dado de su bolsa cuando no tengo para los retiros… Son cosas que se van dando».

Gracias a la vinculación con las autoridades del gobierno de la Ciudad de México, en la parroquia opera un centro comunitario donde se sirve una comida por 10 pesos (unos 50 centavos de euro). «Eso es para quienes son de medianos recursos. La labor que se hace con los alimentos diarios para personas en situación de calle es gratis. Vienen alrededor de 150 a 200 personas. El comedor está abierto lunes, miércoles, jueves, viernes y domingos».

¿Cómo es posible tener los alimentos para darlos a los pobres? Lo explica el párroco: «Se mantiene gracias a las donaciones. Tocamos puertas en empresas y banco de alimentos. Las mañanas me las paso así, consiguiendo estos donativos. Hay que estar insistiendo. Un coordinador de la Escuela de Pastoral tiene una carnicería y dos veces por semana nos obsequia carne para el comedor. Comedores comunitarios del Gobierno de la Ciudad nos da alimentos para cien raciones, esto es de 1 a 3 de la tarde. La otra, con nuestros recursos, la hacemos a las 10 de la mañana para dar de desayunar».

Padre Benito, con dos voluntarias

 

La cocina del comedor cuenta con lo indispensable para preparar las raciones diarias. «En comparación como iniciamos, dice el párroco, está cocina está de lujo. Contamos con dos cocineras voluntarias que preparan la comida para las personas en situación de calle y para el comedor comunitario de diez pesos». Junto a las cacerolas y faena de la cocinera, un joven está comiendo, el padre Benito explica quién es. «El vivió en la calle desde los 6 años, consumía ‘piedra’ (droga derivada de la cocaína). Tiene ocho meses en la labor y no tiene síntomas de abstinencia y ansiedad. Es muy trabajador. Sólo le hacía falta eso, que alguien lo impulsara«.

Las cosas que proyecta el padre Benito sobre este antiguo complejo conventual son ambiciosas. Espacios para la tercera edad para recreación y desarrollo integral de los ancianos del barrio, lugares dignos para comer y ser felices. Salones para clases de alfabetización, catequesis y baños para duchas y lavado de ropa. Lugar rico en historia, recientemente se han organizado los documentos y archivos parroquiales que datan desde 1641.

Gracias al infatigable ímpetu del sacerdote y al apoyo de la organización Mensajeros de la Paz, a partir del lunes 8 de octubre, el templo parroquial será una Iglesia abierta las 24 horas a la manera de otras en Europa como San Antón en Madrid. «Esperamos tener cupo para 80 a 100 personas en situación de calle -dice el párroco- podríamos atender más, pero faltan manos. Conmigo colaboran, de planta, tres personas y hay tres voluntarios. Todos los grupos parroquiales trabajan aquí los fines de semana. Para este proyecto de 24 horas colaborarán los mismos grupos, entendieron el proyecto, lo asumieron y será un día por semana de acuerdo con la organización que ellos convengan».

El padre Ángel y el padre Benito saludan a una persona sintecho


La idea de acoger a los pobres y dar alojamiento al interior del templo sucedió cuando el párroco y sus colaboradores iban a la calle a dar de cenar. «Una vez, salimos y vi a una persona llorando. Le pregunté por qué lloraba y me contestó: ‘Pensé que Dios no nos iba a visitar’. Sólo les llevábamos algo caliente para esa noche. Así tuve esta inquietud de darles alojamiento en la parroquia. Si yo vivo en un palacio con muchos espacios, que los usen ellos’. Cuando se lo conté al padre Ángel, me dijo que eso hacían en España y podían ayudar. Nos dieron las cobijas para iniciar este lunes 8 de octubre, no sé qué problemas habrá, pero será lo mismo como pasó con el comedor, será una buena obra».

Mensajeros de la Paz ahora apoya esta labor en el Templo de La Soledad de México. A través de un evento organizado por la asociación «Mano a mano», Benito Javier Torres conoció la gran obra del padre Ángel. Gracias a estos contactos, las posibilidades de ayuda y reestructuración de sus servicios y apostolado miran hacia metas más ambiciosas.

Celebrando el 56 aniversario de la fundación de Mensajeros de la Paz, el padre Ángel caminó por el barrio de La Soledad dando renovados bríos para seguir adelante con la obra ahí realizada. Cuenta el padre Benito, «El lunes 1 de octubre vino el padre Ángel de Madrid. Estuvo toda la mañana, visitó la Iglesia y sirvió con su equipo. Tuvimos una respuesta muy rápida para echar andar la iglesia de puertas abiertas las 24 horas y otros proyectos más grandes, entre ellos, la reparación de la parroquia afectada por el sismo de septiembre de 2017. Hay planes estructurales entre varias asociaciones para que esta parroquia sea habilitada como centro más grande de ayuda para continuar con la labor que estamos haciendo».

Esta etapa, gracias al apoyo de la fundación Mensajeros de la Paz, apunta hacia nuevas perspectivas para el joven párroco atreviéndose a una visión que no sólo se quede en sueños, planes y proyectos. Hacer que los descartados tengan en el templo de La Soledad una gran catedral de los pobres para ser reunidos como familia. Como bien afirma el padre Benito, «Si quieren ayudarnos, la oración es esencial. No quiero que esto sea visto como un servicio burocrático… quiero que se sientan verdaderamente en casa, acogidos, ellos así serán capaces de tener pensamientos positivos, de cambio para salir de su situación, para pedir perdón y reparar su vida. Formarlos para darles posibilidades de trabajo, potenciar a las personas, darles amor para que encuentren sentido a su vida».

Si quieres ser voluntario y prestar algunas horas de tu tiempo uniéndote a las obras de «Saciando al Pobre, AC» en conjunto con Mensajeros de la Paz, toca a las puertas del Templo de la Santa Cruz y Soledad en calle Santa Escuela 16, Plaza de La Soledad, Centro Ciudad de México cerca de las estaciones Candelaria y Merced de la línea 1 del metro.

O si prefieres aportar algún donativo, deposítalo en la siguiente cuenta en Ciudad de México: «Saciando al Pobre AC», Banco Inbursa, cuenta No. 50036881075.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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