José María Díaz Fernández, canónigo archivero y deán

«La Catedral mueve la economía de la ciudad y sería de nobleza reconocerlo»

«Santiago es un lugar magnífico para vivir y para morir»

Hay catedrales muchísimo más ricas como las de Sevilla, Toledo o la de Plasencia

Cuenta Concha Pino en La Voz de Galicia que nació en Mondoñedo, en el seno de una familia de seis hermanos del que uno de ellos también es sacerdote y deán de la catedral mindoniense. Al canónigo archivero y deán de la basílica compostelana, José María Díaz, no le gusta mucho hablar de sí mismo, pero dice que se siente de Santiago, «porque uno no es de donde nace, sino de donde pace. Voy a entrar en los 80, porque cumplo 79 el mes que viene, y ya son 37 años los que llevo aquí». Cita a Gracián, «que decía de Roma que era una ciudad buena para vivir y mala para morir, y yo digo que Santiago es un lugar magnífico para vivir y para morir, porque Santiago, y sobre todo en este ambiente en el que estoy, tiene un calado de santidad».

La vocación sacerdotal lo llevó al seminario de su misma ciudad cuando tenía 10 años, y completó su formación en Comillas, Salamanca y Roma. A Santiago vino porque ganó por oposición la plaza de segundo magistral en el año 1972, justo cuando acababa de morir el cardenal Quiroga Palacios, «que fue obispo de Mondoñedo, y se había mostrado receptivo y deseoso de que yo viniera aquí».

Cinco años después se presentó a la plaza de archivero «y también la gané, por unanimidad, frente a otro contrincante, y cambié de canonjía». Nunca tuvo aspiraciones dentro de la curia, «porque si las hubiera tenido quizá me sentiría frustrado en este momento, pero no las tuve nunca y me fue fácil no tenerlas, porque nunca conté con un padrino ni tuve un cargo de gobierno importante, porque si de joven hubiera sido vicario general o secretario, a lo mejor se me hubiera pasado por la imaginación, pero en los puestos que he estado no se contemplaba ni la posibilidad siquiera, y he envejecido muy a gusto, sin ninguna frustración».

De su responsabilidad como deán, cargo para el que fue elegido por el Cabildo hace cinco años, dice que se trata de un «primus inter pares, primero entre iguales, y hoy el Cabildo está organizado de manera muy colegial, dividido en comisiones en las que están implicados todos los canónigos. Es un personal tan bueno y tan entrañable que me lo han hecho todo facilísimo desde el primer momento, y yo soy un servidor».

El Archivo catedralicio, a cuyo frente continúa, es el epicentro de su mundo. Asegura que en él no se guarda ningún secreto, «porque afortunadamente, y salvo para los documentos de los últimos 40 años, como sucede con cualquier archivo, está abierto sin restricción absolutamente ninguna para nadie». Aclara que no es «ninguna valentía mía, sino algo general en todos los archivos eclesiásticos de España». De lo que está más satisfecho es de los colaboradores con que ha contado siempre, «de su estímulo, del trabajo que han hecho y que hacen».

Con su habitual discreción, José María Díaz minimiza las supuestas riqueza de la Catedral: «No hay que exagerar tanto, porque la cuenta de ingresos era sobre todo la renta del Voto de Santiago, pero, por lo demás, en propiedades directas hay catedrales muchísimo más ricas como las de Sevilla, Toledo o la de Plasencia». Las propiedades rústicas de la basílica compostelana estaban administradas por tenencias, «y eso no era tanto», puntualiza. Las administraban los canónigos, que a su vez encomendaban el trabajo a subalternos, «con lo que la burguesía compostelana se benefició en una grandísima parte de la administración de las rentas del Cabildo, y muchísima gente vivió a la sombra de la Catedral».

Hoy no es así, aunque la Catedral tiene una plantilla de personal fijo importante «y tiene que hacer frente a muchos sueldos». Lo que no duda es que el santuario del Apóstol «mueve la economía de esta ciudad, y sería de nobleza reconocerlo, pero la actitud de muchos es que no nos perdonan la vida». Por eso lamenta que se falsearan sus declaraciones sobre la plaza de A Quintana, «porque dije que sería de desear, en el año santo sobre todo, que se buscaran sitios alternativos a determinados usos. Fue expresar un deseo. De modo que cuando la simple expresión de un deseo provoca todas estas ofensivas, ya me dirá».

Comenta que estarían en su derecho a cerrar a mediodía, «pero imagínese lo que supondría para restaurantes, comercios, etcétera. No lo hacemos ni lo pensamos hacer, como tampoco cobramos entrada». Porque esta Catedral «es un caso especial, porque aunque esté abierta al turismo también lo está al culto en todos los momentos».

José María Díaz tiene claro que la mayoría de la gente que viene a Santiago, «es por la Catedral, y aunque se busca como un polo de atracción alternativa la Ciudad de la Cultura, no es pensable que la descongestione. En esta visión, que no es laica, porque eso sería sano, sino laicista militante, la consideración con la Catedral es poca, y a veces la desconsideración es patente».

Matiza que el alcalde actual «es verdaderamente bondadoso con nosotros y sumamente receptivo, lo mismo que el Consorcio. Y la Consellería de Cultura parece que también se muestra receptiva, claro que con limitaciones económicas, porque es un momento difícil, igual que para las entidades benéficas, cajas de ahorro y demás, que antes se podía contar con ellas».

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