El amor de Dios hay que vivirlo con el trabajo de las manos y el sudor de la frente
«Damián de Molokai nos recuerda que es posible el compromiso con los que sufren en el mundo, es una llamada al desafío con los retos de este mundo«. Los superiores generales de la Congregación de los Sagrados Corazones, Javier Álvarez Ossorio y Rosa María Ferreiro, presentaron este mediodía los actos de canonización del «apóstol de los leprosos», que entrará en el libro de los santos el próximo 11 de octubre, en una ceremonia en la plaza de San Pedro del Vaticano, en la que también serán canonizados el hermano Rafael Arnáiz Baró, Francisco Coll y Guitar, la francesa María de la Cruz Jugan, y el polaco arzobispo de Cracovia Segismundo Felix Felinski.
Durante un encuentro con la Asociación de Periodistas de Información Religiosa (Apir), Ossorio y Ferreiro glosaron la figura de Damián de Molokai, de quien destacaron su compromiso «hasta dar la vida» por los leprosos de Hawaii y su actualidad en el mundo y la Iglesia de hoy. «Su canonización es una llamada a no desentendernos de lo lejos que está este mundo del Reino que tenemos que construir», subrayó el superior general, mientras que la religiosa hizo suya una frase del nuevo santo: «El amor de Dios hay que vivirlo con el trabajo de las manos y el sudor de la frente«, para insistir en que «hay que hacer algo por aquellos a los que les va peor en el mundo».
Más allá del milagro que hará posible su canonización -la curación de un enfermo de cáncer de pulmón en Molokai-, los responsables de la congregación incidieron en que «el verdadero milagro fue su vida. Damián estuvo 16 años con los leprosos y no curó a ninguno. Es más, se contagió y murió de lepra. Lo más interesante es que alguien sea capaz de dar su vida por los otros, a imagen de Jesús».
Los Sagrados Corazones son una realidad presente en una treintena de países en todo el mundo, con 850 religiosos y 635 hermanas, que trabajan por el Evangelio y la promoción humana, educativa y social de miles de personas en todo el mundo. También en España, donde la pulsión entre la vida religiosa y la jerarquía episcopal se contempla con evidentes dificultades.
Dificultades que también se observan en Roma, donde viven y trabajan tanto Ossorio como Ferreiro. «La vida religiosa en España, en toda Europa, vive un tiempo de crisis«, señaló el religioso, quien no obstante vio en esta realidad «una oportunidad muy buena para ofrecer un estilo específico de ser Iglesia, más familiar, abierto, sencillo, dialogante y generoso. Es un buen momento para ser más pequeño, pero también más sabrosos«.
En cuanto a las críticas que a menudo recibe la vida religiosa por parte de algunos movimientos y determinado sector de la jerarquía, Ossorio destacó que «las críticas hay que tomárselas en serio, pero la respuesta no tiene que venir del enfrentamiento, sino de afrontar con sencillez el presente y el futuro».
De cara a ese futuro, los sagrados corazones confían en «no uniformarnos con el único camino, el más oficialista, sino parecernos cada día más a Damián«, sin buscar el enfrentamiento interno, pero sin renunciar a su especificidad. «Yo no me veo en la tesitura de tener que reivindicar mi papel en la Iglesia», ilustró Álvarez-Ossorio.
Desde Roma, admitieron los religiosos, «da la impresión de que España se divide entre clericales y anticlericales, como si no se pudiera plantear la realidad desde una forma constructiva». «En el Vaticano se habla más de un planteamiento de este tipo desde la jerarquía que desde el Estado, pero tampoco es algo de lo que se hable constantemente», aclaró.