Lo que Dios ha hecho, bien hecho está

El santo de la paz y del amor

Francisco de Asís es el hombre reconciliado y en equilibrio

Esta experiencia de hermandad universal deriva de la pura lógica

Francisco Castro Miramontes.-Sin duda alguna Francisco de Asís ha pasado a la historia como el santo del amor, como un hombre que ha sabido ser reflejo de la misericordia de Dios. Para él, aún cuando aspiraba a entregar su vida por la causa del bien, para entrar en el Reino de los cielos, la realidad histórica concreta, en su fragilidad ontológica, era el espacio sagrado en el que se desarrolla la trama de la historia de la salvación.

Por eso la vida es esencialmente amable, puesto que es hechura de las manos del bondadoso Creador. Lo que Dios ha hecho, bien hecho está, y la única fealdad es la que las personas humanas han llegado a crear en su empeño de «ser como Dios». En Francisco es como si el Génesis originante se recrease, se volviese a editar, justo antes de la irrupción en escena del pecado que enraíza el mal.

En cierto modo en Francisco, en el nuevo Francisco, el del beso al leproso, y el del albañil reconstructor de ermitas, asistimos al nacimiento, o renacimiento, de un hombre nuevo, en armonía con todo: consigo mismo, con la creación entera, y con Dios. Él es el hombre reconciliado y en equilibrio ecológico y espiritual, equilibrio con el medio natural, y equilibrio con Dios.

La Fraternidad se había convertido en una referencia concreta en la vida de Francisco. Una Fraternidad vivida, sentida, amada, respetada, en torno a un proyecto común de misión pacífica y pacificadora. Pero una Fraternidad universal y cósmica, no reducida a un pequeño grupo de «Hermanos», sino abierta a la creación entera en todas sus manifestaciones.

Esta experiencia de hermandad universal deriva de la pura lógica. Si Dios es Padre («Abbá», «papaíto»), y a su vez Creador, entonces todos/as, y todo, participa de esa paternidad-maternidad. Si Dios es Padre y tiene hijos e hijas, estos y estas son entre sí hermanos y hermanas. Por eso, con toda certeza, se puede afirmar que el sol, criatura creada, es hermano, la tierra también lo es, lo son los seres animados y las cosas inertes, y, sobre todo, lo son los seres humanos, igualmente amados por el Padre del cielo.

Francisco Castro Miramontes

Franciscano

 

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