El clero guipuzcoano confía en el “plan” de su obispo

Uriarte asegura a sus curas que Munilla no será su sucesor

El nuevo obispo podría ser un religioso vizcaíno o el actual obispo de Vitoria

Uriarte cuenta con el apoyo de Bertone, Ladaria, Monteiro y la 'vía francesa'

«Seguid confiando en mí. No intervengáis. Estad tranquilos. El plan de trabajo va por buen camino y, si todo sale bien, monseñor Munilla no será mi sucesor». Esto es lo que viene repitiendo, desde hace meses, el obispo de San Sebastián, Juan Maria Uriarte, al clero y a los laicos más comprometidos de la diócesis. La última vez, la semana pasada en la asamblea diocesana de sacerdotes. Hace ya tiempo que el prelado donostiarra negocia con el Vaticano el nombre de su sucesor. Y confía plenamente en conseguir una sucesión pactada.

Realista, monseñor Uriarte tampoco pide lo imposible. Sólo un cambio sin traumas y con ciertas garantías de continuidad. El prelado vasco sabe que hace años se puso en marcha una estrategia, impulsada por el cardenal Rouco y avalada por Roma, para cambiar el mapa episcopal vasco. Con obispos menos progresistas y menos nacionalistas. Y para eso, es necesario colocar en Euskadi obispos no vascos o vascos recriados fuera.

El plan comenzó a activarse con el nombramiento de Ricardo Blázquez a Bilbao, siguió con el de monseñor Asurmendi a Vitoria y concluyó, por ahora, con el de monseñor Iceta como auxiliar de la capital vizcaína. Sólo se salvó San Sebastián, porque monseñor Setién, conocedor de la estrategia romana, aceptó retirarse antes de cumplir la edad de jubilación a cambio de que le nombrase como sucesor a Uriarte.

El todavía obispo donostiarra busca repetir la jugada. Esta vez, con candidatos muy moderados y fácilmente asumibles por Roma y por Rouco. Uno sería un religioso bilbaíno, con excelente formación bíblica, conocedor de la realidad guipuzcoana y de perfil moderado. Nadie, en Donosti, quiere soltar su nombre. «Para no quemarlo», dicen. Pero aseguran que el fraile ya estuvo en la diócesis, invitado por Uriarte, en alguna reunión del presbiterio. «Para que le conociésemos y nos fuese conociendo», cuenta un sacerdote que asistió al encuentro.

La otra salida que baraja Uriarte sería la del actual obispo de Vitoria, el salesiano Miguel Asurmendi, un prelado conservador, que lleva ya años en el País Vasco y que contaría, para ayudarlo, con un obispo auxiliar guipuzcoano. Entre otras cosas, porque en muchas zonas de Guipúzcoa la lengua vehicular es el euskera y Asurmendi no lo habla.

Las «agarraderas» de Uriarte

El plan de Uriarte necesita apoyos y negociaciones al más alto nivel. Pero el obispo no ha regateado esfuerzos para conseguirlos. Cuentan en San Sebastián que el prelado vasco tiene «agarraderas» en Roma. Y citan, entre sus contactos, al secretario de la potente congregación de Doctrina de la Fe, el jesuita mallorquín monseñor Ladaria y hasta al mismísimo Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone. La conexión con el número dos de la Santa Sede vendría a través del obispo de Vitoria, salesiano como él.

Otro apoyo del prelado vasco que puede ser decisivo es el del hasta hace poco Nuncio de Su Santidad en España, Manuel Monteiro de Castro, actual secretario de la Congregación de Obispos y, por lo tanto, uno de los máximos hacedores de los cambios episcopales. Relegado por el ala más conservadora de le jerarquía española por considerarlo poco beligerante, Monteiro se sintió muy apoyado por el sector más moderado de Blázquez o Uriarte. Y eso es algo que el ex nuncio agradece mucho.

Otra apoyatura de Uriarte es lo que, en San Sebastián, llaman «la vía francesa«. Es decir, la conexión con los altos curiales franceses, algunos de los cuales miran con simpatía, porque la conocen bien, a la Iglesia vasca. Entre ellos, los cardenales Etchegaray, ya jubilado pero que sigue conservando un gran ascendiente en la Curia, y, sobre todo, al cardenal Tauran, que, según dicen, «ya echó una mano en la sucesión de monseñor Setién».

Además de los apoyos romanos, Uriarte cuenta también con la ayuda de varios purpurados españoles, especialmente los cardenales Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, y Amigo Vallejo, que acaba de renunciar a la archidiócesis de Sevilla. «Cuenta incluso con el propio Rouco», asegura un sacerdote de la curia donostiarra. Uriarte lleva tiempo negociando con el arzobispo de Madrid, al que viene proponiendo «un pacto inteligente, que no traiga la ruptura eclesial a la diócesis». Un pacto que, al parecer, Rouco no ve con malos ojos. En Donosti, en cambio, temen más la oposición del cardenal Cañizares, actual ministro de Liturgia del Papa. Del pequeño Ratzinger dicen que «tiene una visión muy negativa de la Iglesia vasca».

Desazón y nerviosismo entre el clero

Estas son las bazas de Uriarte. Bazas en las que confían sus curas, aunque no las tienen todas consigo. «Seguimos confiando plenamente en la estrategia de Uriarte, pero también hay desazón y nerviosismo, sobre todo ante los últimos y crecientes rumores de que podría venir monseñor Munilla», explica un cura. Y es que la amplia mayoría del clero guipuzcoano considera a su ex compañero de presbiterio y actual obispo de Palencia como una auténtica «amenaza».

En las últimas semanas, diversos medios de comunicación, asi como la rumorología eclesiástica, daban por hecho el nombramiento de monseñor Munilla. En Donosti aseguran que es «imposible». Primero, porque saben, de buena fuente que su nombramiento no ha llegado, al menos por ahora, al ministerio de Exteriores, al que Roma suele avisar con 15 días de antelación.

Además, porque su nombramiento significaría «una desautorización total y una ruptura con la línea pastoral de los últimos 40 años«, dicen los curas guipuzcoanos. Y explican que, mientras estuvo de párroco de Zumárraga, José Ignacio Munilla fue siempre por libre. «Se mantuvo al margen del presbiterio y solía decir que él estaba en comunión con el Papa, pero no con el obispo. Montó su chiringuito a espaldas del presbiterio y del obispo», cuenta un compañero de aquella época.

Y añade más detalles respecto al desapego de Munilla: «Fe elegido arcipreste y sólo acudió dos veces a las reuniones de presbiterio. Se montó su propio plan pastoral en torno al Grupo Loyola y sin conexión alguna con la diócesis. Y hasta mandaba a Toledo, el seminario donde él mismo estudio, a los chavales que querían ser curas, porque del nuestro no se fiaba».

Con estos antecedentes, es lógico que, en San Sebastián, teman la llegada de Munilla más que un nublado. Y las señales que llegan a San Sebastián con, a veces, contradictorias. La semana pasad, por ejemplo, un joven canónigo donostiarra, que acaba de estar en Palencia, diócesis de Munilla, dando un cursillo, regresó diciendo: «Allí están muy seguros de que sale de Palencia. ¿Para venir aquí?».

Ante esta eventualidad, por muy remota que sea, el clero guipuzcoano no quiere quedarse con los brazos cruzados. Y prepara su respuesta. «Para que no vayan a creer que estamos de acuerdo con su nombramiento».

En contra de lo que han publicado algunos medios, no está circulando entre los curas carta alguna contra el nombramiento de monseñor Munilla. Por ahora, la estrategia del clero guipuzcoana pasa por el silencio y la confianza ciega en el plan de su actual obispo. «Sólo si se confirmase el nombramiento de Munilla, nos estamos planteando la posibilidad de hacer un manifiesto público no contra él, sino situando al obispo eclesiológicamente en el seno del pueblo de Dios», explica un sacerdote.

Es decir, un manifiesto para advertir a Munilla que un obispo sin clero y sin pueblo no puede ser pastor. Y eso lo sabe bien el cardenal Rouco, por cuya mano pasan los nombramientos episcopales. Ya cuando era arzobispo de Santiago, solía decir en referencia a sus curas: «Hay que arar con los bueyes que se tiene».

El propio Munilla es muy consciente de ellos y, en Palencia, aseguran que no le gustaría que lo nombrasen para San Sebastián. «Pero si el Papa lo nombra, aceptará por obediencia ciega, aunque sepa que nadie es profeta en su tierra». También por eso, Uriarte lleva las de ganar. En la Iglesia, la comunión entre el pueblo, el clero y el pastor es un bien sagrado. Y Munilla en San Sebastián sería una piedra de escándalo.

 

 

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