La acción pastoral es un oficio de amor, donde no hay horarios
Para mi es un honor y una alegría dar comienzo a la misión, que el Santo Padre me ha confiado al servicio de la Iglesia en España. La participación en esta nonagésima cuarta sesión inaugural de la Asamblea Plenaria de esta Conferencia Episcopal me brinda la feliz oportunidad de renovar, ahora de viva voz, mí ya ofrecida disponibilidad cordial a cada uno de ustedes.
Asimismo agradezco muy vivamente las expresiones de enhorabuena que me vienen manifestando en estos mis primeros días. Son prueba de fraterna y sentida acogida, y, sobre todo, signo de la comunión de este Episcopado con el Sucesor de Pedro. De parte de Su Santidad reciban un cariñoso saludo con su bendición para ustedes y los trabajos que tienen el propósito de desarrollar en estos días.
En este primer encuentro aprovecho para confiarles algunos deseos como Representante del Santo Padre y también algunas primeras impresiones de España.
Saben muy bien cómo los últimos pontífices no han dejado de insistir en la urgencia del anuncio de Nuestro Señor Jesucristo, y esto no solo en los países llamados «de misión» sino en toda sociedad humana. Cristo tiene que ser conocido y amado. Su evangelio, fuente de amor y de perenne humanización, está para impregnar y dar sentido a la vida y ser cauce de comunión entre todos los hombres radicados en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Mi profundo deseo de servir quiere contribuir a esta dimensión misionera que es constitutiva de la Iglesia. El papel del Nuncio, pues, no puede sino estar al servicio de tan primordial tarea aunque realizada de un modo especifico como marca el Derecho: mantener en primer lugar la unidad entre la Iglesia Universal y las Iglesias particulares y buscar, mediante un servicio de tipo pastoral, el bien común, con deseo de colaborar y de ayudar a todos ustedes, los señores obispos.
Mis primeras impresiones al llegar a España son positivas. Valoro profundamente la gran historia de este país que ha sabido expresar la fe en una cultura a lo largo de los siglos.
Esta Iglesia particular, desde su inicio apostólico hasta hoy, manifiesta la fuerza del Espíritu Santo en la multitud de nombrados mártires desde los primeros siglos hasta ahora, de santos doctores, místicos, misioneros… en fin, un caudal impresionante de amor inmenso a Cristo y de un destacado y marcado cariño a su Madre, que contribuye al bien de toda la Iglesia haciéndola fecunda.
Las raíces cristianas están ahí, tenemos que ser optimistas y positivos, sobre todo no olvidar que es Dios quien con su providencia amorosa dirige los hilos de la historia. En Cristo no puede faltarnos la esperanza.
En verdad que siempre habrá algunos problemas, en particular se nos presenta el desafío de la secularización al que este episcopado ha prestado en varios momentos una solicita y acertada atención, particularmente en el documento: «Teología y secularización en España: a los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II» del pasado 2006.
Se hace urgente pues trabajar por una formación religiosa seria, la insistencia en la profundización en la fe y educar para trasladarla a la vida de cada día, teniendo en máxima cuenta la importancia de la coherencia.
Y por último: esta Asamblea reflexionará entorno al ministerio de los presbíteros. La oportunidad viene de la mano por haber sido declarado este tiempo Año Sacerdotal. Con ello el Santo Padre pretende hacer consciente al sacerdote, como él dice en su carta para la convocatoria de este Año, publicada el mes de junio pasado, de que «el renovar cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, conlleva en si el identificarse con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida».
Como orienta el Magisterio de la Iglesia, el método pastoral, no tiene nada que ver con un funcionalismo. Lo «pastoral» es la expresión de un ser, de una identidad peculiar sacramental.
El Siervo de Dios Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica «Pastores dabo vobis» afirma que la identidad del presbítero «se halla en un vínculo ontológico específico que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor».
Ahí hay que poner los ojos. La acción pastoral es un oficio de amor, expresión de una intensa vida espiritual, vivida en intimidad con Cristo, en la que el sacerdote es siempre sacerdote y en la que, propiamente, puede decirse así, no hay horarios.
Contamos con que los sacerdotes son los que de forma directa están en primera línea, en contacto inmediato con los fieles. Necesitan por ello de la cercanía del Obispo, sentir el impulso de su ánimo en una misión tanto más delicada cuanto que el mundo no puede apreciar, muchas veces, su sacrificada entrega. El Obispo por eso debe dedicarse, «con amor especial», sobre todo a sus sacerdotes, procurar su imprescindible formación permanente, y atender en particular a los que pasan por problemas que no dejan de repercutir seriamente en su ministerio.
A su vez todos los sacerdotes deben apreciar en su obispo al padre, al hermano, al amigo como quiso el último Concilio. Todo esto no podrá sino revertir en el bien de la Iglesia en conjunto y también, sin duda, en la percepción de la llamada por parte de muchos jóvenes corazones que desearán ejercer el sagrado ministerio como expresión de total amor a Cristo.
Señores Obispos, al comenzar los trabajos de esta Asamblea, les aseguro un recuerdo en mi oración, para que el Señor, por intercesión de la Santísima Virgen Maria y de San Juan Ávila, ejemplo eximio de vida sacerdotal, les conceda luz en sus reflexiones y acierto en las decisiones que hayan de tomar.
Renzo Frattini
Nuncio de Su Santidad en España