La voluntad de los propagandistas de hoy es la misma que la de los de ayer, contribuir a la evangelización de la sociedad
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Recién llegado de Roma, el cardenal Rouco ha inaugurado oficialmente los actos de celebración del centenario de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) que ayer jueves se iniciaban con una solemne Eucaristía. En su conferencia, el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, que en su día fue consiliario del Centro de Salamanca de la ACdP, recordó como «siguiendo la sugerencia del Nuncio, en 1909 el jesuita Ángel Ayala, con la ayuda de los primeros propagandistas, abrió un nuevo camino de apostolado seglar en la vida pública, para luego darlo a los demás».
Junto a la figura de Ayala, ha destacado también la del primer presidente de la ACdP, el siervo de Dios Ángel Herrera Oria. Según ha dicho, «don Ángel conocía a fondo el magisterio de los papas, que hizo suyo y que ha sido fundamental para la labor desarrollada por los propagandistas a lo largo de estos cien años«. Asimismo, ha afirmado que «la ACdP ha dado vida, muy especialmente de la mano de Herrera Oria, a muchas obras educativas, periodísticas, políticas, sociales y culturales, complementando la acción apostólica con el servicio a la Iglesia y a la sociedad española’. Finalmente, el cardenal ha concluido diciendo que «es una gran historia la de la ACdP, que es también la historia de la Iglesia y de nuestro país de todo el siglo XX y de comienzos del siglo XXI».
Por su parte, el Presidente de la Asociación, Alfredo Dagnino, ha dado las gracias a Dios por el pasado y el presente de la Asociación y «por las generaciones de propagandistas que han hecho posible que hoy estemos aquí cumpliendo un siglo de vida». Tras hacer una especial mención al casi centenar de mártires de la ACdP y a los beatos Luis Campos, Ricardo Plá y Alfonso Sebastiá, Dagnino ha dicho que «la voluntad de los propagandistas de hoy es la misma que la de los de ayer, contribuir a la evangelización de la sociedad, haciéndolo con el convencimiento de servir a la Iglesia, sirviendo así al ser humano, a su dignidad y al bien común de nuestra nación».
