Critican las política antinatalistas del Gobierno
Para los obispos españoles, la crisis tiene causas y víctimas. Entre las primeras, señalan «la falta de honradez» o «la codicia. Entre las víctimas principales, las familias, los jóvenes, los pequeños empresarios y los inmigrantes. Por eso, piden solidaridad con los más afectados, porque «la pobreza y el desempleo degradan la dignidad del ser humano», aprovechan para criticar las «políticas antinatalistas» del Gobierno y concluyen asegurando que «no hay verdadero desarrollo sin Dios».
En un documento de 22 páginas, titulado «Ante la crisis moral y económica«, los obispos católicos quieren lanzar a la sociedad «palabras de aliento y esperanza». Desde el principio reconocen que no tienen «soluciones técnicas», pero sí «iluminación» para salir de la «grave situación en la que nos encontramos» desde la Doctrina social de la Iglesia católica.
Comienzan su análisis por las causas de la crisis que, a su juicio, además de la «falta de honradez» y la «codicia», son «la pérdida de valores morales» y «la carencia de control de las estructuras financieras, potenciada por la economía globalizada».
Familias, jóvenes e inmigrantes entre sus víctimas
A continuación, denuncian los prelados que la crisis afecta sobre todo «a los más débiles» y, entre sus víctimas principales señalan: las familias numerosas, los jóvenes, los pequeños empresarios, los agricultores y ganaderos que «viven una situación angustiosa» y, sobre todo, los inmigrantes.
Tras criticar la «tasa de desempleo disparada», la Iglesia católica advierte que la crisis «está infundiendo miedo al futuro no sólo por la inseguridad respecto al posible mantenimiento del Estado de Bienestar, sino también por las consecuencias que genera, al aumentar la tasa de desempleo y reducir la actividad económica».
Además, el episcopado, aunque no culpa directamente de la crisis al Gobierno socialista, le reprocha la «escasa protección social de la familia y las políticas antinatalistas«, que son «perniciosas para la sociedad y tendrán efectos económicos perjudiciales para las generaciones futuras».
«No hay verdadero desarrollo sin Dios»
Una vez realizado el diagnóstico y los afectados, los obispos señalan algunas recetas eclesiales para salir o, al menos, paliar los efectos de la crisis. Por encima de todo, piden «solidaridad» y «una respuesta inmediata».
Y apuestan por lo que ellos llaman un «trabajo decente«, que tendría, entre otras, estas características: «expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer; un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación».
Por último, la Iglesia renueva su «compromiso» de «Iglesia samaritana» con los más pobres, aportando, sobre todo a través de Cáritas, un apoyo directo a los más desfavorecidos y afectados por la crisis. Por eso, urge «a las comunidades cristianas a que compartan sus bienes con los afectados por la crisis. Algunos ya lo han hecho donando el 1% de sus ingresos como un signo de su compromiso con los pobres».
Y para predicar con el ejemplo, la propia Conferencia episcopal se dispone a entregar a Cáritas «un porcentaje que este año será del 1,5% del fondo común Interdiocesano«. Es decir, en torno a los tres millones de euros.