En cualquier caso, se trata de una operación de linchamiento religioso. Y, como tal, antievangélica. Y, además, contraproducente para la institución que tanto presumen de defender
La jerarquía de la Iglesia católica debería cuidarlo. Y mimarlo como oro en paño. José Bono es de los pocos políticos que no oculta su fe. La tercera autoridad del Estado que presume públicamente de su condición de católico. Y que trata de vivir como tal. Y los obispos (algunos, los de siempre), en vez de ponerle un altar, insisten en condenarlo una y otra vez. En mandarlo a los infiernos y, sobre todo, en desacreditarlo como católico. Y, en declararlo pecador público. Sólo les falta ponerle un sambenito y, cual Torquemadas redivivos, llevarlo de nuevo a la hoguera. Ante los leones de Las Cortes. Y con un cardenal negándole su última voluntad: la comunión.
Quieren linchar al amanecer al único político de talla que no se avergüenza de ser católico. Hay una auténtica persecución contra él. No se entiende, de otro modo, el que los obispos lo señalen continuamente con el dedo y hayan repetido ya en varias ocasiones que no es digno de acercarse a comulgar.¿Por qué no dicen y hacen lo mismo con los demás políticos que dieron el sí a la reforma de la ley del aborto? ¿Por qué ensañarse especialmente con Bono?
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