“Monseñor Munilla es un hombre de honda piedad y un sacerdote con gran empuje apostólico, cercano a todos”
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Curtido en la pastoral de base y en la gestión diocesana (fue muchos años vicario general de Almería), Ginés García Beltrán acaba de ser consagrado nuevo obispo de Guadix, la pequeña pero centenaria diócesis andaluza, «la más antigua de la península ibérica». El nuevo obispo, que formó parte, durante seis, años del Consejo de Administración de Unicaja, confiesa que no sabe demasiado de economía, pero sí de pastoral. Quiere ser «obispo de todos», acompañar especialmente «a los curas más jóvenes y a los más mayores», le parece difícil que «el Gobierno pueda recluir en la sacristía a la Iglesia andaluza» y su prioridad será «conocer parea amar y, así, servir mejor» a sus nuevos fieles.
¿Qué sintió cuando le dijeron que el Papa le había nombrado obispo? ¿Se lo esperaba?
Cuando el Nuncio me comunicó la noticia, mi primer sentimiento fue desconcierto, me sentí abrumado; fueron unos segundos, que me parecieron horas, después una gran confianza y paz. Si el Señor me llamaba a este nuevo ministerio en su Iglesia, Él me ayudaría y me daría luz para ser testigo suyo en medio de los hombres. En este momento no me lo esperaba; después de casi diez años como Vicario general en mi diócesis de Almería, había vuelto a una parroquia donde me sentía muy feliz. Pensaba que el Señor no me quería por ese camino.
¿Cómo se define a usted mismo como persona?
Soy «criatura»; cada día pienso lo afortunado que soy, soy «imagen de Dios»; con la dignidad que esto supone; y no sólo para mí, sino para todo ser humano. No sabe lo tranquilo que se siente uno comprobando que no es Dios, y por tanto, no todo depende de ti, no todo está en tus manos. Soy hijo y por eso puedo confiar y descansar. Creo firmemente en la bondad del hombre, y cuando tantas veces aparece lo malo, no hay más que ir al corazón y ver cómo resplandece lo bueno. Ya sabe el estribillo del relato bíblico de la creación: «Y vio Dios que era bueno».
Soy buscador, tenaz e intento cada día ser fiel a Dios, a mí y a los demás. En el mejor sentido me interesa todo. El amor a los libros ha sido la mejor herencia de mi padre.
Soy amigo. El Señor me ha concedido tener muchos y buenos amigos. Con motivo de mi nombramiento episcopal he podido comprobar, con verdadera emoción, el gran afecto de la gente.
¿Cuesta autodefinirse?
Ahora me doy cuenta lo complicado que es. Además, ya sabe aquello de que en nosotros hay tres: el que ve la gente, el que ve uno mismo y el que ve Dios. A mí este último es el que más me interesa.
Pero, en definitiva, soy un hombre feliz. Últimamente he tenido tiempo para pensar en mi vida, y he podido darme cuenta que todos los recuerdos que tengo de mi infancia, adolescencia y juventud son buenos; he tenido unos padres buenos, que se han preocupado por mí y me han dado lo mejor; desgraciadamente no tengo hermanos, pero sí una larga familia, que se ha hecho más grande con el correr de la vida, con amigos entrañables, que también son mi familia. Y estos casi 25 años de sacerdote han sido magníficos. Tengo que ser un hombre agradecido porque he sido muy agraciado por Dios.
¿Y cómo sacerdote?
Ser sacerdote es la gracia más grande que Dios me ha concedido, junto con el Bautismo. Celebrar cada día la Eucaristía es el regalo precioso que me hace el Señor, no hay nada más grande en mi vida.
Sacerdote de Jesucristo, en comunión con la Iglesia a la que amo con pasión, para servir a los hombres que se me han encomendados en cada momento. El «me gastaré y desgastaré» por vosotros de San Pablo puede definir muy bien el servicio sacerdotal.
Y, además, párroco
Siempre me he considerado un Párroco. Me gusta ser párroco. Pero, en definitiva, es el Señor el que ha hecho mi historia; he sido párroco en varias parroquias, cinco, pero en la que más he estado han sido tres años. Esta tarea se ha ido interrumpiendo con otras diocesanas -formador en el Seminario, Vicario general, etc.-. El tiempo que he estado en la parroquia me he sentido muy feliz; creo que este ministerio es el más esencial del sacerdote. Somos sacerdotes para ser curas de almas, los demás ministerios están, o han de estar, al servicio de este parroquial. La parroquia es la casa de todos, «la Iglesia que está en la casa de sus hijos e hijas», como decía Juan Pablo II, o «la fuente del pueblo», según Juan XXIII.
¿Va a Guadix con la idea de ser obispo de todos?
Por supuesto. He sido párroco de todos y seré, con la ayuda de Dios, Obispo de todos; ¿se puede entender un pastor que sea de unos pocos?. El pastor, que es imagen y hace presente al Gran Pastor de nuestras almas, Cristo, tiene que ser de todos y para todos. La salvación de Cristo es para todos y su Sangre se derramó por todos.
La Iglesia es rica en carismas, y todos, si vienen del Espíritu Santo, están llamados a construir la Iglesia. La Iglesia es comunión, y el Obispo está a su servicio. Es un ministerio de unidad. Lo que no crea la unidad, o se aparta de la verdad no viene de Dios. Me gusta la expresión de San Agustín: «en lo esencial unidad, en lo demás diversidad, en todo caridad».
Incluso soy enviado a los que todavía no forman parte del pueblo de Dios. El envío es a creyentes y no creyentes; he de anunciar el Evangelio a todos, con la palabra y con el ejemplo de mi vida.
¿Las diócesis pequeñas, como Guadix, posibilitan una cercanía especial del pastor a los fieles?
Así es. La diócesis de Guadix geográficamente es extensa; en habitantes, unos 110.000, por lo que el acercamiento a la gente es relativamente fácil. Pero creo que el acercamiento es, fundamentalmente, una actitud, la conciencia del pastor. Puedes estar en una diócesis pequeña y no acercarte a la gente; y, por el contrario, estar en una diócesis grande y ser un pastor cercano. Aunque, evidentemente, no es lo mismo ser obispo en Guadix que en Málaga.
Y una atención muy especial a sus curas
Lo mismo podemos decir en el caso de los sacerdotes. A este respecto tengo que decir, con alegría, que Guadix, en proporción, es una iglesia rica en clero: 86 sacerdotes, de los cuales, 62 están en activo en la diócesis, 6 en misiones y 18 fuera de la diócesis -jubilados, por estudios, o en otras diócesis-. Casi la mitad tienen menos de 40 años. La labor de mi predecesor, D. Juan, ha sido digna de respeto y admiración. También tenemos dos diáconos, que en el futuro recibirán la ordenación sacerdotal y cinco seminaristas mayores.
Una de mis prioridades serán los sacerdotes. Quiero ser un Obispo cercano a los que serán mis colaboradores más inmediatos; compartir con ellos el encargo apostólico, pero también sus gozos y sus dificultades. Acompañar particularmente a los más jóvenes y a los mayores que lo han dado todo por el Señor y por su Iglesia.
¿Qué le han contado de su nueva diócesis? ¿Ya la conocía?
Conozco la diócesis de Guadix como se puede conocer una casa o una familia de visita. He estado en ella, conozco a algunos sacerdotes; mi diócesis de origen, Almería, es vecina y con bastante parecido. Pero no la conozco bien. Será mi primer cometido, conocer para amar, y así servirles mejor. Conocer no es sólo saber datos estadísticos, históricos o de costumbres, sino compartir la vida con ellos, ser uno de ellos.
¿Sabe que se rumoreó que Guadix podía desaparecer, al igual que otras pequeñas e históricas diócesis?
Supe de una noticia que, se decía, estaba contrastada con todos los estamentos implicados. Pero lo curioso es que cuando esto se escribió, yo ya sabía que el Santo Padre me había nombrado obispo de Guadix. La verdad es que después eché de menos que los que daban esta noticia, al meno, se hicieran eco de que había un nuevo obispo en Guadix. No podemos imaginar el daño que estas noticias pueden hacer a la gente buena y sencilla; ni lo que el obispado significa para Guadix y para todo el territorio que forma la diócesis. Pero la diócesis más antigua de la península ibérica, Guadix, continúa para la gloria de Dios.
Como consejero de Unicaja que fue, dominará los temas económicos…
Más bien no. Pero le contaré. El obispado de Almería es entidad fundadora de la antigua Caja de Almería, fusionada en Unicaja. El obispado tiene representantes en la Asamblea general y en los demás órganos de gobierno, como el Consejo de administración. Y allí estaba yo, en el Consejo de administración, como representante del Obispado, durante seis años
Siempre estuve como sacerdote y así me aceptaron todos los compañeros del consejo. Ha sido una experiencia rica, y lo es siempre que no olvides quien eres y por qué estás. Aprendí mucho escuchando a los especialistas en economía, y a todo el arco político y social representado en el Consejo. A pesar de eso, no dominó los temas económicos.
Las relaciones humanas eran muy buenas, y las conservo. Tengo un gran afecto a los compañeros del Consejo.
¿La familia cristiana está en peligro?
La familia cristiana no puede estar en peligro; su existencia no depende de un gobierno, ni de unas leyes. La familia cristiana nace del matrimonio de un hombre y una mujer que quieren vivir su estado de vida como una vocación, amándose y respetándose, en la entrega fiel y para siempre, abiertos al don de la vida. El matrimonio que es fundamento de la familia es un sacramento, es decir, un signo de la presencia de Dios en medio del amor de los esposos.
Los esposos reciben en el sacramento la gracia para amarse y para colaborar con Dios en la obra de la creación, mediante la procreación y educación de los hijos. Mientras haya hombres y mujeres dispuestos a vivir este don, la familia cristiana no estará en peligro. Dios no falla nunca, Él es fiel. Las dificultades externas sólo serán un estímulo para ser más fieles a la vocación recibida.
¿El Gobierno socialista quiere marginar a la Iglesia y recluirla en la sacristía?
Espero que no. Mirando a las iglesias de Andalucía, francamente me parece difícil que se les recluya en la sacristía, ¿acabarán con la religiosidad popular?, ¿qué pasaría con la Semana Santa o con el Rocío?.
Pero tampoco quiero ser ingenuo, muchas veces no se les recluye, pero sí que se intenta acabar con su identidad, bajo ropaje cultural o de bien social. Las iglesias no valen por lo que hacen sino por lo que son. Hemos de trabajar por la identidad cristiana de nuestro pueblo. Que la fe no se diluya en lo cultural y social. Y me refiero no sólo a la religiosidad popular, sino también a las obras caritativas y sociales, empezando por Cáritas.
¿Le dolió la carta que escribieron la mayoría de los párrocos de San Sebastián contra la designación de monseñor Munilla?
Ciertamente que me dolió; como cristiano que ama a la Iglesia, y como sacerdote no me gustó la reacción de estos hermanos sacerdotes. El Obispo siempre viene en nombre del Señor; las mediaciones humanas son eso, mediaciones humanas. A un obispo lo envía el Señor, y como tal hay que recibirlo. La simpatía o la antipatía son malos motivos para entender a la Iglesia y el ministerio apostólico.
Todavía no conozco personalmente a Mons. Munilla, pero me parece un buen sacerdote y un buen obispo. Su trayectoria pastoral es excelente: hombre de honda piedad, sacerdote con gran empuje apostólico, cercano a todos, especialmente a los más pobres; buen comunicador, fiel a la Verdad del Evangelio tal como ha sido transmitido por la Iglesia, ¿qué más se puede pedir?. Pecadores, con fallos en nuestra vida, pues «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Me llama la atención que en nombre de una iglesia acogedora y dialogante, no se dialogue y no se acoja al Pastor que el Señor envía.
¿Qué haría usted, si le hubiese pasado algo así?
Pues no lo sé, posiblemente me queda mucho por aprender de los hermanos en el episcopado con más experiencia, entre ellos, Mons. José Ignacio Munilla. Pero habría guardado silencio, habría rezado con toda el alma, y me habría acercado a esos hermanos para mostrarles el amor y la misericordia de Dios, que es para todos.
¿Lleva en mente algunas prioridades para su diócesis?
Voy a una iglesia que tiene dos mil años de historia, yo no llego a los 50. Por eso, soy consciente que no comienzo nada nuevo, que soy un eslabón más en la hermosa cadena de la sucesión apostólica en Guadix. Me han precedido santos y mártires, confesores de la fe y hombres de gran cultura. Mi prioridad: será quererlos, y por eso les llevo lo más grande que tengo: Jesucristo. Él será mi plan pastoral.
Algunos titulares:
«Cuando me lo comunicaron, me sentí abrumado»
«El amor a los libros ha sido la mejor herencia de mi padre»
«Soy un hombre feliz»
«Ser sacerdote es la gracia más grande que Dios me ha concedido»
«He sido párroco de todos y seré, con la ayuda de Dios, obispo de todos»
«Quiero acompañar especialmente a los sacerdotes más jóvenes y a los mayores que lo han dado todo por el Señor y por su Iglesia»
«Mi primer cometido, conocer para amar y, así, servirles mejor»
«La familia cristiana no puede estar en peligro; su existencia no depende de un gobierno, ni de unas leyes»
«Me parece difícil que el Gobierno pueda recluir en la sacristía a la Iglesia andaluza»
«Monseñor Munilla es un hombre de honda piedad y un sacerdote con gran empuje apostólico, cercano a todos»
«Mi prioridad será quererlos»