“Cada caso de pederastia es de una gravedad extrema lo cometa quien lo cometa”
Se anuncian tímidos brotes verdes en medio del invierno vocacional español. José Ángel Sáiz Meneses, presidente de la comisión episcopal de seminarios y obispo de Terrassa, lo subraya, sin dejar de reconocer que hay que seguir siendo «prudentes». Porque, hoy, el sacerdocio «no es una salida profesional» y «conseguir que un joven lo deje todo y entre en un seminario es como un pequeño milagro». Y eso que en su seminario de Terrassa, fundado hace sólo tres años, cuenta ya con 40 seminaristas. Pero el prelado no presume: «Se dan ciclos de frutos abundantes y otros de travesía del desierto». Eso sí, «Dios sigue llamando, pero el ruido ambiental dificultad oír su voz».
Hay brotes verdes en medio del invierno vocacional
Desde luego hay algunos signos de esperanza. En España llevábamos 9 años seguidos de caída en el número total de seminaristas mayores. Este curso, en cambio, hemos pasado de 1223 a 1265, lo que supone una subida de 42 seminaristas. No es un aumento espectacular, ciertamente, pero se ha corregido la tendencia de bajada progresiva, se ha producido un repunte. Se puede hablar de pequeños brotes verdes, aunque hemos de ser muy prudentes y sobre todo hemos de seguir rezando y trabajando con constancia.
¿Dios llama menos o el ruido ambiental no deja a los jóvenes oír su voz?
Yo creo que Dios sigue llamando, sin duda, pero ciertamente hay un ruido ambiental que dificulta el poder oír su voz. También hay otra especie de ruido interno que sería la dispersión, la fragmentación interior, que dificulta asimismo la escucha. Nuestro trabajo no está orientado a llenar los seminarios sino a acompañar a los jóvenes para que hagan silencio en sus vidas, para que reflexionen, oren y hagan un buen discernimiento sobre la vocación concreta por la que Dios llama a cada uno.
El sacerdocio ya no es una salida profesional, como antaño, ni el seminario, un medio de estudiar casi gratis
El sacerdocio es una respuesta a la llamada de Dios, una respuesta que compromete toda la existencia, que la llena de sentido y plenitud. Hoy día todo el mundo tiene acceso a la enseñanza, no hace falta ir al seminario para estudiar. Por otra parte el ministerio sacerdotal no es precisamente una salida profesional ni una especie de funcionariado. Es una vocación que llena las 24 horas del día.
¿No debe España un homenaje público a sus curas, que entregaron y entregan sus vidas por sus fieles?
Hay una grandísima mayoría de sacerdotes que entregan su vida al Señor, a la Iglesia, a los fieles, y a todos los hombres y mujeres que se cruzan en su camino. Que rezan, que trabajan, que se dejan la vida en el servicio a los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. Yo conozco a muchos, y sobre todo me producen gran respeto los mayores, los que llegan a sus bodas de oro y siguen trabajando, y han mantenido una trayectoria tan dilatada de servicio abnegado y a veces muy poco reconocido. Seguramente no serán noticia, pero se merecen una palabra de agradecimiento por todo lo que han aportado a la transmisión de la fe, a la cultura y al servicio de los más pobres.
¿La mala imagen de la Iglesia puede influir en que los jóvenes se alejen de ella o no se acerquen tanto?
Quien conoce a la Iglesia de cerca no puede tener una mala imagen de ella. No vamos a negar los errores que se hayan cometido en el pasado o que se puedan cometer en el presente porque la Iglesia está formada por personas con sus limitaciones y fallos, como pasa en cualquier institución formada por seres humanos. Ahora bien, cualquiera que estudie con seriedad la historia de la Iglesia concluirá que el balance es muy positivo, ya sea en el ámbito de la fe, como en el cultural o en su acción caritativa y social. Por poner dos ejemplos, cuando sólo hijos de familias acomodadas tenían posibilidades de recibir educación, muchos hombres y mujeres de Iglesia crean instituciones de enseñanza para los más pobres, y lo mismo podemos decir en el ámbito sanitario.
¿El cura joven de hoy es moderno por fuera y antiguo y conservador por dentro?
Los jóvenes que ingresan en el seminario son valientes, generosos e idealistas. En los tiempos que corren que un joven lo deje todo y entre en un seminario es como un pequeño milagro en cada caso. A la vez, son hijos de su tiempo y en ellos se detectan unas características diferentes de las que se daban épocas pasadas. Hoy día los formadores se han de aplicar especialmente para que vayan adquiriendo solidez, consistencia personal, las cualidades y virtudes humanas de quien ha de llegar a ser imagen viva de Jesucristo. A la vez han de llegar a tener una profunda espiritualidad, han de ser maestros de oración desde la meditación fiel de la Palabra de Dios, la vida sacramental y el servicio de la caridad. Su formación intelectual ha de buscar la inteligencia de la fe, porque habrán de dar razón de su fe y de su esperanza. Y por último, habrá que moldear su corazón para que vivan las actitudes de Jesucristo Buen Pastor, que conoce, que conduce y que da la vida por las ovejas.
¿Se están exagerando los escándalos de pederastia del clero o con uno sólo sería suficiente para armar este revuelo?
Cada caso de pederastia es de una gravedad extrema lo cometa quien lo cometa y la justicia ha de actuar con rigor y contundencia. Me remito y me adhiero al coraje y transparencia con que el Santo Padre Benedicto XVI está afrontando la situación. A la vez, como la misma Ángela Merkel ha señalado, se trata de un problema bastante generalizado en la sociedad y no se puede circunscribir únicamente a la Iglesia. Por poner un ejemplo, en Alemania se han denunciado 210.000 casos de abusos sexuales desde 1995, de los cuales sólo el 0,04 por ciento, un total de 94 denuncias, fueron cometidos en instituciones ligadas con la Iglesia católica.
¿Qué le parece la ‘importación’ de seminaristas que hacen algunas diócesis?
Cada obispo conoce su diócesis y busca lo mejor para llevar a cabo la misión de la Iglesia en ella. Cierto es que la falta de vocaciones no ha de llevar a aceptar a cualquier candidato que se presente, pero eso ya lo tenemos en cuenta todos los obispos. Hay que aplicar los mismos criterios de discernimiento que con los de aquí y también pedir un esfuerzo de adaptación para que se integren bien en el presbiterio y en la Iglesia diocesana. Lo principal es que sean hombres de espiritualidad recia, que estudien a fondo y se formen bien, y que se entreguen generosamente en el trabajo pastoral.
¿Están los obispos lo suficientemente cerca de sus curas efectiva y afectivamente?
Yo creo que sí, aunque siempre se puede mejorar. El seminario es para cada obispo el corazón de la diócesis, de eso no hay duda. Y el presbiterio es su familia más cercana. Lo que pasa es que en el momento presente se produce una serie dificultades y de retos nuevos a los que hay que dar respuesta. Tenemos el peligro de que el sacerdote quede un poco a la intemperie, sobre todo los recién ordenados, los más jóvenes. En este sentido hemos de ayudar a subsanar las carencias que pueda haber y a superar los problemas personales y las tendencias al individualismo y a la dispersión que reinan en el ambiente.
Usted consiguió en poco tiempo un pequeño milagro vocacional en su seminario. ¿Cómo y por qué?
La verdad es que la pastoral juvenil y el seminario son dos ámbitos que vivo con mucha intensidad. Todos los obispos ponemos interés y cariño en el seminario y buscamos lo mejor en orden a la formación de los futuros sacerdotes. También en todas las diócesis se va creando un clima de oración por las vocaciones, de grupos vocacionales, etc., y se trabaja con ahínco en la pastoral vocacional. Por otra parte, es muy importante acertar en la elección de los colaboradores, que los equipos estén bien compactados y en plena comunión con el Obispo. Y también hay que tener en cuenta que se dan ciclos en que se cosechan frutos abundantes y ciclos en que toca hacer una travesía del desierto. Lo importante es orar incesantemente, ser constantes y pacientes en el trabajo y ofrecer un testimonio de vida sacerdotal alegre y feliz. Por lo que respecta a Terrassa, es pronto para sacar conclusiones. Me parece que aún estamos viviendo la gracia fundacional, la gracia de los orígenes, y que el Señor está bendiciendo abundantemente nuestro trabajo. A la vez, yo recuerdo con mucha frecuencia a los formadores que no hemos de caer en la autocomplacencia, al revés, hemos de seguir rezando y trabajando con entrega, y con mucha humildad y prudencia.
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