Para tener los mismos valores del mundo, no hace falta ser miembro de ninguna Iglesia, basta dejarse llevar por la corriente.
Está «contento», más tranquilo que hace unos meses, aunque su agenda apenas le deja un respiro. El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, agradece que «las aguas en la diócesis» se vayan calmando después de la elección de los vicarios, de «diferentes sensibilidades»; y asegura que su decisión «no es un golpe de efecto». «Me he mostrado tal y como soy. No me veo actuando para evitar problemas o para buscar el aplauso fácil». Lo entrevista Amaia Chico en El Diario Vasco.
-Ya ha completado su equipo, ¿cuál es el primer asunto que van a abordar?
-Lo primero es poner a los vicarios al día en los asuntos principales que me han llegado en estos tres meses que llevo como obispo de nuestra diócesis. Con la colaboración del Consejo de Arciprestes, queremos elaborar el plan pastoral del próximo curso, así como ir constituyendo algunos organismos que todavía están pendientes como el Consejo Presbiteral o el Consejo Pastoral Diocesano.
-¿Por qué ha elegido a Joseba González y a Juan Kruz Mendizabal como vicarios?
-Porque creo que su perfil cumple con las tres características que buscaba y recogí en la carta: colaboración leal y estrecha con su obispo; capacidad de conjunción entre los dos vicarios, de forma que su diferente sensibilidad sea una riqueza y no un obstáculo; y fluidez en su interlocución con los diversos sectores de la diócesis.
-Ha sorprendido la elección de Mendizabal, uno de los párrocos que firmó el manifiesto en contra de su nombramiento, ¿por qué le ha elegido? ¿Es un golpe de efecto para acallar las críticas que se han elevado sobre usted?
–Una diócesis no se puede gobernar con golpes de efecto. Eso sería caer en el ‘pan para hoy y hambre para mañana’. Esta elección no deja de ser una demostración práctica de lo que tantas veces he manifestado: nunca he creído en esa visión reduccionista de la Iglesia, que pretende juzgar su vida bajo unos prismas de tipo político, ajenos a nuestra realidad. Me refiero a derecha-izquierda o progresista-conservador. Cuando partimos de una fidelidad plena a la Palabra de Dios y al magisterio de la Iglesia, las diferentes sensibilidades enriquecen nuestra vida. Por el contrario, cuando esto no es así, las diferentes sensibilidades son la pantalla de la desafección o de las ideologías que se levantan como muros insalvables. He elegido a Juan Kruz Mendizabal como vicario de Pastoral, porque creo que esto lo tiene claro, y porque observo que es un sacerdote incansable, ilusionado y cercano; que va a lo concreto, al tú a tú, sin perderse en discusiones abstractas.
-La elección se produce después de un proceso de consulta que también ha sido censurado por ser menos participativo que en ocasiones anteriores, ¿por qué ha cambiado el sistema?
-En primer lugar quiero aclarar que este sistema de consulta no lo he inventado yo, sino que ha sido consensuado con los demás obispos del País Vasco, además de ser debatido y matizado por nuestro Consejo de Arciprestes. Tenemos que tener en cuenta que los vicarios no son -permítame la expresión- ‘enlaces sindicales’ de la base, sino representantes del obispo ante el resto de la diócesis. Por ello, es el mismo obispo quien los elige, aunque creo que es conveniente sondear a la diócesis para conocer la acogida que los candidatos puedan tener.
-¿Son los dos elegidos los candidatos más respaldados?
-Ciertamente, los dos han sido de los candidatos más aconsejados. Pero, como digo, no se trataba de hacer un referéndum o unas elecciones, sino un proceso consultivo.
-¿Cómo definiría su actual relación con la diócesis? ¿Ha conseguido la conciliación que buscaba?
-Soy consciente de que mi llegada fue bastante atípica, y de que ‘sacamos mucho ruido‘. Esto nos ha llevado a estar en el ojo del huracán, observados desde dentro y desde fuera. Es obvio que la situación es delicada, pero no es menos cierto que la relación personal es el mejor antídoto contra los prejuicios. Es a lo que me he dedicado en este tiempo. Tenemos la tendencia a hablar demasiado los unos de los otros, y nos falta hablar más los unos con los otros.
-¿Cuál es su objetivo para la Iglesia guipuzcoana? ¿Qué le sobra y qué le falta?
-Dentro de la trilogía de acción católica ‘ver, juzgar y actuar’, todavía estoy en la primera fase, lo cual no quiere decir que no tengamos capacidad de ir respondiendo a las necesidades más urgentes. En los diversos encuentros que he tenido con los arciprestes, hemos concluido que sería precipitado elaborar ahora un plan pastoral para el próximo quinquenio. Parece más prudente que nos limitemos a establecer unas prioridades para el próximo curso, y que durante su transcurso, marquemos las líneas fundamentales de actuación.
-¿Se ha mostrado tal y como es? Quiero decir, ¿ha hecho un esfuerzo para evitar decisiones que podrían no ser comprendidas?
-Me he manifestado como soy. No me veo a mí mismo ‘actuando’ para evitar problemas o para buscar el aplauso fácil. Eso sería traicionar mi conciencia. Lo cual no quita para que un obispo tenga que hacer continuamente un ejercicio de prudencia, discerniendo el orden de prioridades que debe seguir para afrontar los problemas. A veces lo urgente no coincide con lo importante, aunque hay que tener cuidado de que lo urgente no nos impida afrontar lo importante.
-¿Ha recibido el apoyo de los fieles que reclamó a su llegada? ¿En qué momento se encuentra la Iglesia católica en Gipuzkoa?
-Sí, la verdad es que impresiona mucho comprobar las muestras de comunión que los pastores reciben de sus fieles. Uno de los grandes activos de nuestra diócesis es precisamente éste: el compromiso de miles de laicos en la vida pastoral. Por el contrario, nos falta fortalecer una segunda dimensión: la presencia de los católicos en la vida pública. Pero para hacer una radiografía de la situación de nuestra Iglesia, a lo anterior hay que añadirle el problema de la escasez de las vocaciones sacerdotales y religiosas. El compromiso de los seglares es importantísimo, pero no suple la aportación del ministerio apostólico o de los carismas religiosos.
-¿Qué tiene pensado hacer para frenar ese descenso de vocaciones? ¿A qué cree que se debe?
-Aunque no dudo de que el problema sea complejo, estoy convencido de que el florecimiento de las vocaciones pasa por la revitalización de las parroquias. A esto añado que los sacerdotes y religiosos tenemos que esforzarnos en contrarrestar, con nuestro testimonio personal, la imagen tan denostada que la sociedad recibe del sacerdocio y de la vida religiosa. La mejor propaganda es mostrar que la vida sacerdotal es feliz.
-¿Por qué existe una brecha cada vez mayor entre la Iglesia católica y la sociedad civil?
–Hay que distinguir entre la secularización y el laicismo anticlerical. Es comprensible que la secularización progresiva de Occidente haya conducido a una mayor diferenciación entre el ámbito religioso y el civil. Pero otra cosa muy distinta es la agresividad anticlerical de corte laicista. El anticlericalismo de nuestros días es similar al ‘sarampión’ que pasó la sociedad francesa en la primera parte del siglo XX. Yo confío en que nos llegue también algún día una cierta madurez laica.
-¿No cree que si la Iglesia católica quiere sumar fieles debería dejar de reprobar acciones que son asumidas con normalidad por el conjunto de la sociedad?
-No lo creo, porque no es lo mismo ganar simpatías que sumar fieles. La experiencia nos dice que en Europa y EE UU, las comunidades protestantes que más han adaptado su mentalidad a lo políticamente correcto, son las que más fieles han perdido. Para tener los mismos valores del mundo, no hace falta ser miembro de ninguna Iglesia, basta dejarse llevar por la corriente.
-¿Cuáles son los mayores pecados de la sociedad civil?
-La caída de las ideologías y los idealismos ha conllevado una cultura dominante en la que cada uno busca egoístamente su bienestar, desentendiéndose de todo y de todos.
-¿Y los de la Iglesia católica?
-Nuestro mayor pecado es no creer plenamente en lo que llevamos entre manos. Dicho de otro modo, nuestro mayor enemigo es la secularización interna. Siempre se ha dicho que sólo los enamorados enamoran, y si en estos momentos nos cuesta tanto transmitir la fe a las nuevas generaciones, es también porque nos falta convicción y coherencia con nuestra fe.
-¿Por qué ha tardado tanto tiempo el Vaticano en pedir perdón a las víctimas de los casos de abusos y pederastia cometidos por sacerdotes?
-Una de las equivocaciones mayores suele ser la de pretender superar el mal tapándolo. El miedo al escándalo nos puede impedir obrar con la valentía propia de los profetas. Por eso, me parece providencial que tengamos a Benedicto XVI al frente de la Iglesia, y que esté dando un testimonio tan inequívoco de compromiso con la verdad. Ahora bien, es también asombroso comprobar cómo algunos círculos anticlericales se revuelven contra el Papa, porque no hay luz para quien no quiera ver. Su odio a la Iglesia es inversamente proporcional a su deseo de verdad y de bien.
-¿Qué opina de la retirada de símbolos religiosos de las instituciones públicas guipuzcoanas? -Creo que toda cultura tiene sus raíces y sus símbolos, y que es muy mala señal que nos sintamos incómodos con ellos. Frecuentemente, suele ponerse como excusa el pluralismo religioso, pero yo todavía no me he encontrado con ningún musulmán que se queje de la presencia de la cruz de Cristo. Y, desde luego, no me imagino al parlamento israelí tomando la decisión de quitar la estrella de David, por mucho que aquella nación tenga el mayor porcentaje de agnósticos. En definitiva, creo que algunos confunden el «romper las cadenas» con «cortar las raíces». Lo primero nos libera, pero lo segundo es un signo de nuestra falta de identidad. -¿Sabe qué ocurrirá con el libro de Pagola? ¿Mantiene usted relación personal como con él, tal y como anunció? -Pues no, no hay ninguna novedad; o, cuando menos, yo no la conozco. Además, como señalé en su momento, el juicio doctrinal sobre el libro ‘Jesús de Nazaret’ está fuera de mis competencias. Con José Antonio Pagola procuro mantener la relación que se espera de un obispo con sus sacerdotes, máxime cuando éstos están en una situación difícil. Por propia experiencia, sé lo importante que es sentirse acompañado por el obispo en los momentos delicados. Le pido a Dios saber hacerlo con don José Antonio y con todos los demás sacerdotes. -Da la sensación de ser un hombre muy seguro de sí mismo, ¿alguna fobia? -Soy más inseguro de lo que muchos puedan suponer. Pero no estoy solo: Dios ayuda en todo momento, y muchas personas también, con su trabajo y con su oración. -¿Cuál es su hobby? -La montaña, aunque se puede decir que ‘no soy practicante’. Pero como siempre hay que tener propósito de enmienda, he hecho el plan con un amigo para ir andando de San Sebastián a Arantzazu, en dos etapas. -¿Sigue la actualidad informativa? -Ahora que tengo vicarios, espero seguirla con un poco más de detalle. -¿Qué noticia le gustaría leer? -La paz definitiva en nuestro pueblo y en todos los lugares de la Tierra donde persisten conflictos.