Juan Antonio Reig Plà, pidió "perdón" esta semana por lo que considera "pecados" y "delitos" "repugnantes"
José Martín de la Peña, el sacerdote que abusó de la menor desde los 4 años hasta que cumplió 13, y que fue condenado a una década de prisión, ya tiene el tercer grado. Vive en una casa que le ha cedido el Obispado de Alcalá. Lo cuenta Noelia Torres en Diario de Alcalá.
Abusó de ella desde que tenía cuatro años. Ella tuvo que vivir con su enemigo en el domicilio familiar y cuando cumplió los 18 se atrevió a contárselo al mundo. La Audiencia Provincial de Madrid condenó en mayo de 2003 a José Martín de la Peña, ex canónigo de la Magistral, a 10 años de prisión y ocho de inhabilitación, por abusar sexualmente de una niña durante casi una década.
La historia se remonta a 1978 cuando De la Peña trabajaba en el Tribunal Eclesiástico de la calle Pasa en Madrid. Para entonces, la madre de la muchacha, llamémoslas Mari y Mónica, respectivamente (nombres ficticios de la madre y de la joven víctima de abusos sexuales), solicitó la nulidad matrimonial y el sacerdote le facilitó ayuda con los tramites. A partir de ese momento, surgió una amistad y ante la ausencia de un cabeza de familia para la entonces pequeña Mónica que vivía con su madre y su abuela en Madrid, el clérigo ejerció como benefactor y se ofreció como ‘huésped’ alquilando una habitación, por la que pagaba 40.000 pesetas al mes, y ayudaba así a la economía familiar.
El lobo ya estaba con el cordero y permaneció allí hasta 1988. Durante todo ese tiempo, el sacerdote cuidaba de Mónica, impartía a ésta clases de matemáticas y salía con ella muy a menudo, tiempo que aprovechaba para cometer los abusos sexuales, tanto en el propio domicilio de la víctima, como en el despacho del Tribunal Eclesiástico donde presuntamente también abusó de ella, al igual que en la casa propiedad de la diócesis de Alcalá que De La Peña ocupaba en la calle Santa María La Rica.
La sentencia condenatoria rezaba que «hasta que la niña alcanzó los 13 años José Martín de la Peña la sometió a innumerables tocamientos lúbricos» y aunque el Tribunal argumentó que fue «muy posible» que se produjeran penetraciones anales y vaginales porque no encontraron razones para suponer que la víctima hubiera mentido, no detectaron cicatrices que avalaran la existencia de penetración (aunque los ginecólogos que examinaron a Mónica detectaron un vaginismo muy severo).
Del mismo modo, el Tribunal no le otorgó plena validez a la prueba de la hipnosis regresiva a la que Mónica se sometió ya que «es muy difícil saber si el recuerdo hipnótico es históricamente seguro», (los peritos consultados alegaron que en la hipnosis pueden ocurrir errores en la localización de los recuerdos y en su contenido, aunque en ningún momento pensaron que Mónica estuviera engañando en la prueba), y en la que, en estremecedor relato, la joven contó cómo «en Alcalá… Don José me puso contra la pared, me abrió las piernas y me hizo lo que hacía siempre por detrás».
Mónica, que en 2003 tenía 27 años declaró entonces desde una sala contigua «porque estamos muy asustada», explicaba su madre, y aseguró en el Tribunal que José Martín «se reía muchísimo de mí, me golpeaba y me insultaba… Siempre me decía que lo que hacíamos era un pecado y que yo tenía la culpa porque le provocaba«.
Fue en 1996 cuando la madre de Mónica conoció los abusos y violaciones a los que estuvo sometida su hija que con 18 años se lo confesó todo, pasado mucho tiempo sin que Mari llegara a sospechar nada ya que el sacerdote tenía a la niña amedrentada y la amenazaba con arrojarla al Metro o en medio de la calzada. En 1997 Mónica denunció los abusos. Para entonces ya había presentado denuncias por amenazas que según la madre de la chica, el clérigo le enviaba con frecuencia para asustarlas. De hecho ya fue condenado por amenazar de muerte a Mónica.
El agresor sexual siempre ha negado los hechos por los que fue acusado y achacó, entonces, los horribles relatos de la víctima a que ésta era una «psicótica» una teoría que quedó desvirtuada por todos los peritos que examinaron a la denunciante. Aunque dijo más, como que las acusaciones eran fruto de «las calumnias y fantasías de la madre» quien «estaba enamorada de él».
Tras una polémica sobre el ingreso inmediato del abusador en prisión, debido a su edad (en 2003 tenía 74 años), finalmente ingresó en la cárcel ya que en la sentencia no decía nada al respecto. En el 2005 el Tribunal Supremo ratificó la sentencia condenatoria y actualmente el pederasta cumple los 10 años de prisión en régimen abierto.
Ahora sigue cumpliendo su pena, pero está en la calle, desde que se le concedió el régimen abierto. No ha terminado de saldar su cuenta con la Justicia, pero vive en una casa de la Diócesis de Alcalá; no puede ejercer su labor pastoral, pero seguirá siendo sacerdote mientras Roma no diga lo contrario.
El obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Plà, pidió «perdón» esta semana por lo que considera «pecados» y «delitos» «repugnantes». De la Peña no ejerce sus cargos pastorales, pero continúa en el sacerdocio. Y, según señaló el obispo, «como a todos los sacerdotes, y atendiendo particularmente a la avanzada edad de don José Martín de la Peña, una persona ya octogenaria, el Obispado le facilitó una vivienda«, en la que puede «residir en los periodos en los que sale de prisión». Según Reig Plà, su caso fue puesto en conocimiento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la encargada de tutelar la correcta aplicación de la doctrina católica dentro de la Iglesia.