Si alejamos a Dios de la vida, no lograremos una vida más humana, sino todo lo contrario, nos haremos más insensibles y más insolidarios
Los actos de celebración del centenario de la presencia del colegio Salesianos en la ciudad han contado con la participación del Rector Mayor de la orden, Pascual Chávez. Esta semana ha mantenido encuentros con la comunidad religiosa sobre la situación de la Iglesia. Lo entrevista I. Xill en Faro de Vigo.
-¿En qué principios evangelizadores se proyecta la congregación de los Salesianos?
-Hay que recuperar las grandes convicciones de don Bosco. Sus valores tienen que estar en el centro de nuestras vidas. No sólo debemos ser destinatarios de estos valores, sino que deben ser las puertas de nuestra formación y de la transformación social. Nosotros sólo somos guías y acompañantes. También destacamos el valor incomparable de la educación. En tiempos de crisis educativa como en la actualidad, hay que volver a reafirmar que el mejor don es la formación de personas ricas en valores e ideales nobles porque vivimos en una sociedad muy competitiva.
-¿Qué cambios debería realizar la Iglesia católica para superar la crisis de fe asentada en los tiempos modernos?
–No es un problema de la Iglesia, sino de la sociedad en su conjunto, que tiene la principal fuente de fe en las familias. La fe siempre se comunica en el seno de las familias, por lo que podemos decir que en tiempos pasados, nacer y ser cristiano era lo mismo. En la familia se ponía a Dios en el centro de la vida. Tenemos que desarrollar una labor más acertada para sustituir la carencia de fe en la familia. El significado de la bondad es el dinamismo de la fe en Jesús y por lo tanto, en la identidad cristiana.
-Las generaciones más jóvenes cada vez se alejan más de los preceptos de la Iglesia.
-Hoy más que nunca estamos necesitados de que los jóvenes tengan experiencias fuertes que les ayuden a descubrir la dimensión religiosa. Esta dimensión no es una expresión cultural del pasado. Cuando nos basamos en la ciencia para entender la realidad no nos damos cuenta de que la ciencia no ayuda a entender el misterio de la persona humana, por lo que hay que fomentar experiencias que ayuden a reavivar esta dimensión, que a su vez tiene que ir acompañada de formación intelectual porque también hay una gran ignorancia cultural y bíblica. Antes, la cultura bíblica ya se podía apreciar con el simple hecho de entrar a una iglesia, pero hoy en día estos preceptos son totalmente ilegibles entre los jóvenes.
-¿Los recientes escándalos de pederastia influirán en la pérdida de creyentes?
-Depende de las personas, para los que tienen una fe más madura no hay ningún problema. Aquéllos en los que su fe dependa de las imágenes que desvirtúan el cristianismo será natural que sí. No se trata de justificar, sino de que si vale la pena seguir siendo cristiano o no. Por otra parte estos escándalos sirven para ver el pecado interno de la Iglesia, que como ha dicho el Papa, no se arreglan simplemente con el perdón.
-¿Qué es lo que ha pasado para que la sociedad actual haya perdido los valores cristianos?
-Somos deudores de una cultura posmoderna que en un momento determinado nos ha llevado a desencantarnos de todo por el esfuerzo realizado para cambiar la situación y crear un mundo mejor sin resultados inmediatos visibles. Hemos llegado a un desencanto basado en los principios del pluralismo y del relativismo, en donde no existe ningún punto objetivo de creencia. Parece que la única realidad existente es el positivismo, pero si esto fuese así estaríamos arruinados porque se sacrificaría a la persona humana.
A esta situación hay que añadirle la tentativa de construir una sociedad como si Dios no existiese.
-¿Cuáles son los valores que deben regir para acometer una recristianización de la sociedad?
–Antes que la cristianización está la humanización. Si alejamos a Dios de la vida, no lograremos una vida más humana, sino todo lo contrario, nos haremos más insensibles y más insolidarios, por lo que, en primer lugar, hay que crear ambientes donde las personas se sientan aceptadas y acogidas.
Junto con este primer precepto, se encuentra la madurez de los valores humanos porque vivimos en un falso sofismo que da más importancia al simple valor de la experiencia. Por tanto, la gente intenta experimentar con todo lo posible. Pero de este modo, no maduramos porque lo más importante es la experiencia de poder adquirir los valores cristianos y humanos. Éstos van modelando a la persona. Existe una negativa tendencia que absolutiza el valor en la simple experiencia por la experiencia.