Una semana antes de la intervención, Rouco Varela avaló una negociación "a cara de perro", sin temor a romper la baraja y a que interviniera el Banco de España.
(Jesús Bastante).- Rouco intervino para avalar la intervención de Cajasur, con la intención de negociar directamente con el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, para que la Iglesia pueda «elegir» a quién quiere ser vendida. Las opciones, remotas, planteadas por el cardenal de Madrid, hacen referencia a dos cajas situadas en comunidades autónomas gobernadas por el PP: Cajamadrid y Cajamurcia. Sin embargo, Unicaja sigue siendo la principal candidata a absorber Cajasur, y la Iglesia ya ha perdido toda su capacidad de maniobra.
Nuevas revelaciones sobre la intervención de Cajasur. Mientras los canónigos comienzan a defenderse de las acusaciones y las investigaciones que podrían concluir con multas e inhabilitaciones por parte de los nuevos responsables de la Caja cordobesa, desde la jerarquía eclesiástica se trabaja a contrarreloj para tratar de mantener algún resquicio de influencia de cara a la subasta de Cajasur. El cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, ya ha mantenido conversaciones al más alto nivel. De hecho, fue el presidente del Episcopado quien, en última instancia, avaló el voto negativo del Cabildo a la fusión con Unicaja, lo que motivó la intervención del Banco de España.
Según ha podido saber RD, la fusión entre Unicaja y Cajasur, que se venía negociando desde hacía más de un año, se vio interrumpida pasada la Semana Santa. Los datos que manejaba la consultora a la que Braulio Medel encargó Deloitte eran más graves de lo que se pensaba, y el costo laboral y económico de la misma resultaba gravoso. A finales de abril, algunos de los responsables de Cajasur, de forma inesperada, cambiaron de estrategia y comenzaron a poner palos en la rueda de la fusión, sabedores de que el Banco de España había puesto, como fecha tope para la misma, el 21 de mayo. La intervención se convirtió en un mal menor para los gestores de la Iglesia.
Pese a todo, los negociadores continuaron trabajando con Unicaja, que estaba dispuesta a asumir una rebaja en los despidos previstos, así como a mantener todos los privilegios de la Iglesia en su Obra Social. La nueva Fundación -que dependería única y exclusivamente del Cabildo- contaría con un presupuesto anual de ocho millones de euros. No fueron todos los negociadores -muchos lucharon hasta el último minuto para que se pudiera dar la fusión-, sino los más cercanos al Cabildo, los que llegado el momento pidieron la consulta al Episcopado.
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, se mantuvo en un segundo plano en toda la polémica, pues se le había asegurado que, cuando entrase en la sede episcopal, la fusión ya se habría producido. Sólo ha hablado al final, y sus declaraciones le han acarreado una crítica generalizada en la sociedad cordobesa. Ha sido su antecesor en el cargo y actual arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, quien ha mantenido el contacto con Santiago Gómez y los hasta hace una semana máximos responsables de Cajasur.
Asenjo mantiene una cordial relación con Miguel Ángel Fernández Ordóñez -MAFO- desde sus tiempos como portavoz episcopal. Durante aquellos años, MAFO era uno de los responsables de la negociación del sistema de asignación tributaria de la Iglesia, cuyo actual modelo (0,7%) se debe al acuerdo alcanzado entre éste y el gerente del Episcopado, Fernando Giménez Barriocanal.
Preocupado por la deriva de las negociaciones, Asenjo consultó al presidente del Episcopado. Una semana antes de la intervención, Rouco Varela avaló una negociación «a cara de perro», sin temor a romper la baraja y a que interviniera el Banco de España. La tesis de Rouco Varela fue muy clara: al intervenir el organismo estatal, Cajasur deja de ser una institución andaluza, por lo que ya no tiene la prohibición de fusionarse con cajas de otras comunidades autonómicas.
Ésta fue la clave para que el cardenal de Madrid se comprometiera a negociar con MAFO para que el Banco de España pudiera dar «facilidades» a instituciones bancarias más afines a la jerarquía eclesiástica española, y que, llegado el caso, pudieran ser más sensibles al mantenimiento, directo o indirecto, de los fondos que hasta la fecha llegaban a proyectos eclesiásticos -desde el Alfa y Omega hasta la reconstrucción de templos- a través de la Fundación Cajasur.
¿Qué cajas? En concreto, Cajamadrid, presidida por Rodrigo Rato, y Cajamurcia, que ya estuvo en la órbita de Cajasur antes de que la Junta de Andalucía planteara la prohibición de negociar con bancos de otras autonomías. Ambas entidades son vistas con buenos ojos desde la Conferencia Episcopal, aunque sus previsiones resultan bastante irreales, según las fuentes consultadas por RD. Con esta decisión en Añastro, los responsables eclesiásticos de Cajasur fueron a por todas, y la intervención ya es un hecho.
Sin embargo, la realidad es bastante más tozuda. Tanto el Gobierno central como el andaluz siguen considerando que la opción más útil, rápida y eficaz -los mecanismos de fusión ya estaban elaborados, y los protocolos económicos y fiscales aprobados- es la de mantener la opción de Unicaja. Ahora no se trataría de una fusión, sino de una compra en toda regla. Por si acaso, el Banco Sabadell ha sido el primero en admitir que podría presentar una oferta por la banca. Se espera que a finales de julio pueda haber una solución a la venta de Cajasur. Una venta que no paralizará buena parte de los despidos en la caja -la Iglesia se lavó las manos para no aparecer como la responsable de las mismas- y que dará por concluidos 150 años de presencia de la Iglesia en la primera línea bancaria de nuestro país.