En la actualidad, San Sebastián pertenece a la provincia eclesiástica de Pamplona, mientras que Bilbao y Vitoria son sufragáneas de la de Burgos.
(Jesús Bastante).- La Santa Sede ha dado el «sí» a la erección de la Provincia Eclesiástica Vasca, una de las grandes aspiraciones de obispos y clero en Euskadi en los últimos 60 años, y cuya aprobación había sido postpuesta sine die en 1997 por razones de conveniencia política. El cambio de rumbo en la cúpula eclesiástica vasca perpetrado desde Roma con la aquiescencia del cardenal Rouco Varela, unido al cambio de Gobierno producido el pasado año en Euskadi han abierto la puerta a la consecución de este organismo de unidad pastoral.
Los nombramientos de José Ignacio Munilla para San Sebastián y Mario Iceta en Bilbao, unidos a la presencia en Pamplona -que será sede metropolitana de la nueva provincia eclesiástica- de Francisco Pérez, han convencido a la Santa Sede que el «peligro» de una «deriva independentista» de la Iglesia vasca ya no es tal. La desaparición de figuras como las de los obispos Setién y Uriarte, y el nombramiento de prelados no nacionalistas y con un carácter marcadamente conservador, permitirán realizar el cambio en las estructuras que Roma consideraba necesario para levantar el bloqueo a la Provincia Eclesiástica Vasca.
Nadie duda que, a nivel exclusivamente pastoral, la erección de esta provincia era necesaria. Distintas unidades pastorales de las diócesis vascas y la navarra vienen trabajando conjuntamente desde hace más de 30 años. Sin embargo, y pese a los intentos primero de Setién y posteriormente de Uriarte -frenados por Juan Pablo II-, la «cuestión política» era un condicionante insalvable. En la actualidad, San Sebastián pertenece a la provincia eclesiástica de Pamplona, mientras que Bilbao y Vitoria son sufragáneas de la de Burgos.
Aunque la mayor parte del clero vasco continúa declarándose nacionalista, lo cierto es que en el Vaticano se observa con «esperanza y optimismo» la nueva etapa que se ha iniciado en Euskadi. En Roma confían absolutamente en la capacidad de Munilla e Iceta para sacar adelante nuevas vocaciones, como las suya, alejadas de una formación nacionalista y muy centradas en la formación espiritual del pueblo vasco. Al tiempo, creen que ambos prelados están suficientemente preparados -los hechos les avalan- para aguantar las protestas a su modo de actuar.
El cambio de Gobierno en Euskadi, que ha acabado con tres décadas de Ejecutivo nacionalista, también ha sido un aval a esta nueva realidad, absolutamente necesaria en el ámbito estrictamente pastoral. Pese a todo, el anuncio oficial se demorará un tiempo, a la espera de que los próximos pasos -vocacionales, pastorales y de organización diocesana- salgan como Roma y Añastro desean.