Su vocación fue un trago difícil de digerir. También para su familia y para su novia, a la que conoció en la universidad
Mario Iceta Gabicagogeascoa no se amilana ante los nuevos retos. El último, sustituir a Ricardo Blázquez como obispo de Bilbao. Es un hombre «abierto, cercano y con don de gentes», le definen los amigos que aún conserva de la infancia; los mismos con los que compartía un sinfín de juegos y aventuras en su Gernika natal, que abandonó a los 10 años para cursar secundaria y bachiller en el internado de los capuchinos en Lekaroz (Navarra). Pese a estudiar lejos de casa, regresaba con los suyos los fines de semana y en vacaciones. «Nunca se desvinculó de su pueblo», subrayan. Entonces, volvía a ser «aquel niño prodigio que tocaba el órgano» en misa. El joven «aita santue», como le bautizó su cuadrilla, que un buen día dejó a todos con la boca abierta al confesarles que quería ser sacerdote. Personas que coincidieron con el prelado durante de su juventud en la villa foral y su periplo por Pamplona, Roma y Córdoba explican a EL CORREO la huella que Iceta les ha dejado. Lo cuenta Lorena Gil.
Iñaki Perea es amigo del nuevo obispo de Bilbao desde los 14 años. Habla de Mario, a secas, y le sobran las anécdotas. Recuerda las incursiones a la iglesia de Santa María, en la que el prelado ensayaba con el órgano. «Como tenía las llaves -aún las conserva-, aprovechábamos para ver todos los rincones, hasta el campanario». Iceta y su cuadrilla tenían sus secretos. Fiel a grupos como Supertramp, Police o Itoiz, entre otros, el joven músico se saltaba algunas veces el guión de los oficios religiosos en los que se ponía al teclado del órgano y sorprendía con una canción de Pink Floyd en plena consagración. «La interpretaba en una versión muy lenta, de manera que los que estaban allí, al ser más mayores, no se daban cuenta. Nosotros sí. Era muy divertido», revela Perea. Nunca le descubrieron. «Al término del oficio, la gente le felicitaba por lo bien que había tocado. Si hubiesen sabido entonces lo que era…». En esa misma iglesia, en la que ayudaba al párroco Iñaki Jauregi con la eucaristía, celebraría su primera misa tiempo después, ya con 29 años. El nuevo prelado bilbaíno y Jauregi mantienen una estrecha relación.
Iceta «no era verbenero». «Cuando íbamos a las fiestas, él se retiraba», asegura Perea. Disfrutaba jugando a las cartas con la cuadrilla en la cervecera de San Juan de Ibarra, en Gernika, o dando vueltas con su moto ‘Puch’. Una de sus mayores pasiones era la música. «Nos pasábamos tardes enteras grabando cintas en su casa; su equipo era el mejor». Su afición les llevó incluso a plantearse seriamente formar un grupo. «Mario tocaba el órgano; su hermano Alberto la guitarra; y yo, el bajo», explica Iñaki. La idea, no obstante, se quedó en eso: en una idea. «Compramos hasta los instrumentos, el mío costó 15.000 pesetas, pero como Mario era el único que sabía solfeo lo acabamos dejando y lo vendimos todo». En el recuerdo, días de rock al ritmo de ‘Smoke on the water‘, de Deep Purple.
Perea echa la vista atrás y sonríe. Memoria repleta de buenos momentos. «Los mejores». Como cuando se pasaron todo un verano habilitando una sala de cine en la casa familiar de Iceta en Gernika. «Y luego, ¡venga a alquilar películas! Como debían ser de rollo no teníamos otra que ir Bilbao a por ellas. ¡Con lo que significaba entonces ir hasta allí!».
Con 17 años, el recién designado obispo de la capital vizcaína tuvo su primera toma de contacto con la que sería su vocación inicial, la medicina. Iceta y Perea se apuntaron como voluntarios en la Cruz Roja. Fue entonces cuando el ahora prelado empezó a cursar Física en Madrid, animado por sus profesores. Abandonó pronto esos estudios para decantarse por lo que realmente le llenaba. Regresó a Pamplona, donde se licenció por la Universidad de Navarra con una tesis doctoral sobre Bioética y Ética Médica. Dicen que era un estudiante «de esos que destacan en clase».
Todos veían su futuro ligado a una bata blanca y un fonendoscopio. De ahí que a sus amigos les cogiera por sorpresa su decisión de dejarlo todo para ser sacerdote. «Estábamos dando un paseo por la playa de Laida y nos dijo que había sentido la ‘llamada’. No nos lo podíamos creer. ¿Qué llamada? Le insistimos que él tenía que ser médico, que alguien le había comido la cabeza», reconoce Perea. Fue un trago difícil de digerir. También para su familia y para su novia, a la que conoció en la universidad.
Todo cambió en 1994, cuando fue ordenado presbítero en Córdoba. Círculos cercanos a Iceta sostienen que el obispo de Bilbao intentó entrar en el seminario de la capital vizcaína y que vio frustrada esta posibilidad, al parecer, por haber cursado sus estudios en un centro del Opus Dei.
«Cuando le vimos vestido de negro fue algo espectacular. Cambias el chip», afirma su amigo. Desde entonces, Iceta ha oficiado las bodas de sus amigos, incluida la de Iñaki, así como los bautizos y las comuniones de sus hijos. «Si entonces teníamos que avisarle con tiempo, por eso de que tuviera hueco en su agenda, ahora…».
Durante su periplo universitario, Iceta fue delegado de clase y de la Facultad de Medicina de Pamplona. En esa etapa, le asaltaron las dudas acerca de su futuro. Empezó a compaginar las asignaturas propias de su carrera con otras como Latín. Por aquel entonces conoció a Agustín Moreno, con el que más adelante coincidiría también en Roma y en Córdoba. «Mario era un estudiante brillante. Ordenado y eficaz», le describe. El prelado compartía piso en Pamplona con tres jóvenes, «con los que, al revés que todo el mundo, se peleaba por lavar los platos».
Fue a través del padre de uno de sus compañeros como conocería al obispo de Córdoba, José Antonio Infantes Florido. «Le dijo que estaba pensando hacerse cura y el señor Florido le invitó a entrar en el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa», dirigido por la Prelatura de la Santa Cruz y el Opus Dei en Pamplona, hasta que se incorporó al seminario de Córdoba. En este último estuvo dos años y «encajó muy bien», afirma Moreno, natural de la ciudad andaluza. Iceta era el encargado de tocar el órgano en las celebraciones de la eucaristía. Fue párroco en pueblos de la campiña: Almudena del Río -donde le sustituyó Agustín-, Lucena y Priego. «Era muy querido por todos, también por los laicos, por su trabajo a favor de las personas mayores desamparadas», sostiene Moreno. Hace un año, Iceta acogió en su casa a su compañero cordobés, que asistió a un curso en la Universidad de Deusto. Moreno viajará el próximo 11 de octubre a Bilbao, junto a otros párrocos andaluces, para presenciar la toma de posesión de Mario Iceta como nuevo obispo. «Es algo que esperábamos con ilusión».
Los estudios del prelado no se limitan a la medicina. En 1997 viajó a Roma para cursar Teología en el Instituto Juan Pablo II, donde convivió durante cinco años con sacerdotes de todo el mundo. «Recuerdo que se llevó el coche desde Bilbao y se ofrecía siempre a llevar y traer del aeropuerto a otros compañeros», apunta Moreno. Ambos residían en el Colegio Mayor Pontificio Lateranense, donde el ahora máximo responsable de la Iglesia vizcaína era el encargado de los primeros auxilios. Tiempo después, un día que regresaba en avión a Roma para defender la tesis de un sacerdote, uno de los pasajeros del vuelo se puso enfermo. Alguien preguntó si había un médico en la cabina. Iceta se puso en pie, vestido de cura. «No está tan mal como para necesitar a un sacerdote», le espetaron las auxiliares de vuelo. «Además de sacerdote, soy doctor», les respondió.
El regreso a Euskadi le llegó hace dos años. El Vaticano le propuso como obispo auxiliar de Bilbao, un nombramiento que no estuvo exento de polémica. Un cierto sector de la Iglesia vasca mostró sus recelos ante el aterrizaje de Iceta, natural de Gernika pero con una carrera eclesiástica alejada del País Vasco. Las mismas críticas con las que ha sido recibida la noticia de su elección como sustituto de Blázquez. «Es una persona agradable, con experiencia en la gestión, pero no se sabe nada más. Es un desconocido en la diócesis», censuran las voces contrarias a su nombramiento, para quienes la «ventaja» del nuevo prelado sobre su antecesor «es que es más sociable». Miembros del Consejo Pastoral Diocesano y del Consejo Presbiteral de Bilbao hicieron llegar al entonces obispo, al nuncio de la Santa Sede, Monteiro de Mastro, y a la Congregación de Obispos en Roma una misiva donde reflejaban su desacuerdo con el proceso de selección seguido y solicitaban la participación de los máximos órganos de corresponsabilidad de la Iglesia vizcaína en el nombramiento para evitar «el malestar y la tristeza» generados ahora.
El sociólogo Borja Vivanco, que conoció a Mario Iceta tras su regreso a Euskadi, le describe como «una persona conservadora desde el punto de vista intelectual». Con motivo de la reciente modificación de la Ley del Aborto, el prelado afirmó que quienes «están a favor de la vida» en ningún caso podrían apoyar una reforma que permite la libre interrupción del embarazo, e incluso criticó públicamente la «contradicción flagrante» del PNV por votar a favor de su aprobación. Pese a aquellas declaraciones, Vivanco atribuye a Iceta un carácter «dialogante y nada autoritario». «No sólo es habitual verle en el metro, sino que si se encuentra contigo, se baja para hablar». El último mes ha sido «difícil», «lo ha pasado mal», pero se ha refugiado en dos de sus prioridades: impulsar las nuevas vocaciones y conocer cada rincón de la diócesis. «No descansa. Su fe es muy grande».



