“Europa debe abrirse a Dios”
(José Manuel Vidal desde Santiago de Compostela).-Hace 21 años, su predecesor Juan pablo II, lanzaba desde el interior de la catedral de Compostela su célebre grito: «¡Europa, sé tú misma!». Hoy, Benedicto XVI lo repitió desde la plaza del Obradoiro: «Europa debe abrirse a Dios» y «es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa».
En el Obradoiro no cabía un alfiler. Y eso que, en la ciudad en general, había menos gente de la esperada. Por lo bajo, algunos clérigos aseguraban que los Kikos no se habían movilizado. Y otros decían con la clásica sorna gallega: «Se están reservando para la JMJ de Madrid».
Desde un imponente altar de formas rectangulares que no acaba de «casar» con el clasicismo elegante de la vieja piedra que rodea la plaza, al Papa Ratzinger se le notaba emocionado por el momento y por el lugar.
Emoción y pasión que se plasmó en una homilía con aspiraciones de histórica. Un eco emocionado y apremiante de aquel lanzado por el Papa Wojtyla. Una denuncia profética, al más puro estilo de los profetas del Antiguo Testamento, que se convirtió casi en grito en la homilía de la misa. Desde la «espléndida plaza» del Obradoiro, «llena de arte, cultura y significado espiritual», Benedicto XVI quiso reivindicar la fuerza de la cultura cristiana. Una fuerza que el cristianismo extrae del mismísimo Dios.
Porque de Dios sacan los creyentes actuales, al igual que los Apóstoles, la fuerza para dar testimonio de la verdad de Cristo y para «ofrecer a nuestros contemporáneos el mayor tesoro«. Es decir, un sistema de convivencia y relación basado en «la lógica del amor y del servicio» y en una «promoción humana integral».
Porque, según el Papa, este tesoro es el que buscan todos los hombres y todos los peregrinos que han pasado, pasan y seguirán pasando por Compostela. Y, por eso, desde Compostela, el Papa, quiso «volver la mirada a Europa», para proponerle el remedio a sus «necesidades, temores y esperanzas»: que «Dios existe y que es Él el que nos dio la vida». O dicho, con palabras de santa Teresa de Jesús: que «sólo Dios basta».
Para superar la «tragedia» de aquella época en la que en Europa se difundió la «convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad». Al contrario, «Dios es el origen de nuestro ser y el fundamento y culmen de nuestra libertad, no su enemigo».
Más aún, los hombres «no podemos vivir en las tinieblas, sin ver la luz del sol». De ahí que «sea necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa».
Y, por lo tanto, concluyó el Papa con frase lapidaria, «Europa debe abrirse a Dios». Porque sólo así, sólo si se abre a la trascendencia, se podrá abrir también «a la fraternidad».