“Es como ser carmelita en una monasterio cartujo o jesuita en una comunidad de escolapios”
(José Manuel Vidal).- Tienen que optar y por escrito. Una vez aprobada por el Papa la erección del instituto religioso «Iesu Communio», las 181 monjas de Lerma-La Aguilera tienen de plazo hasta el día 22 de este mes de enero, para decidir si siguen siendo clarisas o pasan a ser «veroniquesas». La mayoría tendrá que optar o por Santa Clara o por Sor Verónica. Cabe la posibilidad de que, las que «así lo pidan», puedan acogerse a un indulto especial que les permitiría seguir siendo clarisas en un monasterio que ha dejado de ser clariano. Una situación que cuestionan los canonistas.
Aunque en Lerma reina un mutismo total sobre el método y las modalidades a seguir para optar por la orden o por el nuevo instituto religioso, RD ha podido saber que todas las monjas tienen que firmar un documento escrito en el que expresen su voluntad de pertenecer a la fundación de Sor Verónica. Lo exige Roma y la documentación de todo el proceso que tiene que archivarse convenientemente.
Se trata, por otra parte, de algo habitual entre las monjas: Los procedimientos que tienen consecuencias canónicas se firman. Por ejemplo, todas las monjas han firmado sus pasos canónicos, asi como los documentos en los que se especifica que renuncian a compensaciones económicas, si abandonan la vida religiosa. Tanto más este paso tan significativo desde el punto de vista jurídico.
Lo más probable es que la mayoría de hermanas opte por refrendar su paso al nuevo instituto. Entre otras cosas, porque el decreto vaticano les ofrece esta salida casi como algo natural. En efecto las que no quieran seguir a Sor Verónica tendrán que pedirlo expresamente. Con lo cual se significan, dan un paso al frente y tienen que mostrar una voluntad contraria a la de la propia comunidad con la que están conviviendo.
Por otra parte, las que quieran seguir siendo clarisas fuera de Lerma, además de pedirlo, tienen que buscar un monasterio de clarisas que las acoja, para poder vivir plenamente su carisma. Algo que, según cuentan los expertos en vida contemplativa, no es nada fácil para las monjas.
Entre otras cosas, porque tampoco suelen conocer sólo otros monasterios de oídas. Y el monasterio es fundamental para una clarisa. Aún siendo todos clarianos, puede haber entre ellos diferencias. De hecho, los monasterios son autónomos en su horario, usos y costumbres. Es decir, bastante diferentes como forma de vida. Aunque tengan la misma regla y constituciones, cada monasterio tiene su reglamento interno. Por ejemplo, los hay que tienen dos recreos al día y otros que sólo tienen uno a la semana.
Para evitar este tipo de «presiones indirectas», los expertos en vida religiosa consultados por RD proponen varias alternativas. Aseguran que lo ideal es que no se tome esa decisión en capítulo, es decir todas juntas y al mismo tiempo, sino que cada una de las monjas lo pueda hacer, en privado, ante una autoridad eclesiástica, que podría ser el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, o el eclesiástico en el que él delegue.
O en un retiro espiritual comunitario y, tras hablar entre ellas, abierta y libremente sobre sus eventuales dudas, temores y esperanzas.
Los canonistas también se muestran sorprendidos por el hecho de que el decreto papal permita a las que así lo pidan «ser clarisas en una comunidad que no lo es», es decir sin regla clariana, ni clausura, ni abadesa, ni capítulo, ni usos y costumbres y tradiciones o celebración de fechas franciscanas.
«Eso es como ser carmelita en un monasterio cartujo o jesuita en una comunidad de escolapios», explica un experto que sigue de cerca, y desde hace años, el llamado «milagro» de Lerma.
Y es que la totalidad de las monjas de Lerma abrazaron una vida de un tipo muy probado, llenos de frutos de santidad, glorioso en la historia de la Iglesia y que, durante años, ha ido conformando su forma de ser, su sensibilidad, su forma de orar, su pertenencia y su entrega. Su vida entera. Pero ahora, para seguir viviendo ese carisma, o piden salir de la comunidad o se acogen al indulto e intentan seguir siendo «lo mismo» en medio de una comunidad que no habla el mismo lenguaje ni persigue los mismos fines.
Y, además, las que opten por quedarse tendrán que hacerlo en un convento, como el de La Aguilera que, en su estructura, en su diseño y en su funcionamiento apenas tiene nada de clariano. La Aguilera es un convento netamente veroniqués: nuevo, sin clausura, con celdas especiales para atender mejor a las ancianas, moderno y funcional y con un megalocutorio.
Si la mayoría, si no todas, las monjas ancianas optan por seguir siendo clarisas, tendrán que vivir en La Aguilera porque está más preparado para su cuidado. Es decir, en un lugar que no tiene nada de clariano. Y el lugar, para las contemplativas, conforma mucho la vida.
Puede haber algunas deserciones
Los que conocen el fenómeno de Lerma y a sus moradoras se muestran absolutamente convencidos de que la gran mayoría de las actuales hermanas optarán por firmar su adscripción al nuevo instituto. Pero también hay, al parecer, otros dos pequeños grupos de monjas, que podrían optar por soluciones diferentes.
Las más ancianas, tanto de Lerma como de Nofuentes y Briviesca, optarán por seguir siendo clarisas, acogiéndose al indulto vaticano, que es una forma de salvaguardar la libertad de conciencia y darles una salida no violenta a las hermanas que llevan toda una vida siendo clarisas y que quieren morir en el carisma clariano.
Junto a las ancianas, hay otro grupo, que nadie sabe decir con exactitud de cuántas monjas se compondría, y que llaman las «vacilantes«. Son las que no las tienen todas consigo, las que no acaban de «ver» el nuevo carisma y el nuevo rumbo de la comunidad. Las monjas que no dudan, las que tienen muy claro lo que han sido, son y quieren seguir siendo.
Éstas podrían optar por seguir siendo clarisas, pero fuera de Lerma. Una ruptura nada fácil, pero probable para las que sean capaces de vivir en la intemperie afectiva y psicológica hasta que encuentren un nuevo monasterio de clarisas que las acoja. Monasterios que, por otra parte, no faltan, porque sobra espacio en muchos de ellos y disponbilidad.
Se trataría del grupo de mediana edad. Es decir, de las monjas que tienen ahora entre 30 y 40 años. Las que, sin contar a las ancianas, más tiempo llevan: Las que entraron clarisas, profesaron clarisas sin ambigüedad y, por consiguiente, a las que más costosa se les tiene que hacer una ruptura semejante.
Es decir, las hermanas que entraron antes de 1998, la fecha en la que Sor Verónica se hizo con las riendas del convento y se convirtió en maestra de novicias y líder del grupo. En cualquier caso, el plazo está fijado y la fecha del día 22 se acerca. O clarisas o veroniquesas.