Estas cosas nunca se hacen de manera directa, es decir, un obispo no va y pide que Roma le otorgue un nuevo destino; se actúa con más diplomacia
El obispo de Mallorca, el valenciano Jesús Murgui, suena como nuevo titular de la diócesis de Ourense, la única que queda vacante en España después de los últimos nombramientos episcopales producidos estos días. Aunque el Vaticano actúa con extremo secretismo en estas cuestiones, el nombre de Murgui se estaría barajando al ser sobradamente conocido entre la jerarquía eclesiástica española el descontento del prelado con la diócesis mallorquina, en la que nunca ha terminado de integrarse desde su toma de posesión, el 21 de febrero de 2004. Lo cuenta M. Ferrer en Levante.
La posibilidad de que Murgui sea nombrado nuevo pastor de la diócesis orensana es solo un rumor, si bien lo cierto es que el nuncio apostólico en España, Renzo Fratini, sabe desde hace tiempo que el obispo de Mallorca quisiera ser trasladado.
Según fuentes próximas a Murgui, el que fuera obispo auxiliar de Valencia a la sombra de Agustín García-Gasco habría expresado a la Nunciatura de la Santa Sede en Madrid, sobre todo a través de intermediarios, su voluntad de un cambio. «Estas cosas nunca se hacen de manera directa, es decir, un obispo no va y pide que Roma le otorgue un nuevo destino; se actúa con más diplomacia, es algo que se comenta a algún otro obispo, para que a su vez lo haga circular y llegue a oídos del nuncio o las personas influyentes».
En este caso, hace ya varios meses que Murgui ha dejado caer que estaría dispuesto a un cambio, señalan las citadas fuentes. Varios sacerdotes y religiosos mallorquines ayer consultados difieren sobre el futuro del prelado.
A ninguno de ellos extrañó que Murgui haya solicitado abandonar Mallorca -«es algo conocido desde hace mucho tiempo»-, si bien la mayoría de los sondeados son de la opinión de que Orense no sería la opción idónea en este caso, ni creen que fuera del agrado del interesado.
Otro handicap para el relevo del obispo es que la Iglesia Mallorquina no resulta hoy por hoy atractiva para capitanear a los ojos de ningún aspirante, caso de quedar vacante. «No es una diócesis apetecible en los últimos tiempos», dicen fuentes eclesiásticas.
El malestar generalizado entre el clero mallorquín, ya complicado per se, se habría acrecentado bajo el episcopado del sucesor del también valenciano Teodor Úbeda, de fama progresista y que había calado hondo entre el clero y la sociedad mallorquina. El principal reproche que los sacerdotes hacen al obispo valenciano es que ha dejado el gobierno de la diócesis en manos de sus adláteres, especialmente el vicario general Lluc Riera, «que solo ambiciona tener la mitra», coinciden sus detractores.