le llamaron Jesús, lo mismo que al Hijo de María, para entregarlo (ella decía venderlo) a una familia que pagó no sé cuanto por ello
(Xabier Pikaza).- Niños robados, arrancados de los brazos de su madre, oficialmente muertos o vendidos por ser «fruto del pecado». También dentro de la Iglesia, algunos de cuyos miembros traficaron con recién nacidos. «La Iglesia es la primera institución que ha protegido a los niños y ha cuidado a sus madres», afirma con razón Xabier Pikaza, que sin embargo nos hace un relato descarnado de Maritxu, a quien «engañaron, violaron… y, sobre todo, la castigaron y humillaron el cura y el alcalde, pecando contra Dios, al quitarle a su hijo».
«Se llamaba María, Maritxu de Goikiri, y a su hijo, nacido en una casa triste de «arrecogíadas», le llamaron Jesús, lo mismo que al Hijo de María, para entregarlo (ella decía venderlo) a una familia que pagó no sé cuanto por ello. Así lo hicieron, sin que Marítxu tuviera tiempo de besarle (le dijeron que era fruto de pecado, niño con mancha, antes del bautismo), los «jauntxus» del pueblo (cura y alcalde).
Vendieron a Jesús (a quien el bautismo borraría los «pecados de su madre»), y a ella la metieron a la fuerza (con terror de conciencia) en un convento de Elorrio, donde seguía encerrada tras casi sesenta años, sin volver a su pueblo, ni ver siquiera la Iglesia de su aldea Goikiri, donde estaba la Andra-Maria, a quien también habían acusado de infamia, queriendo matar a su Niño Jesús. Pero la Andra-Mari de Goikiri pudo conservar a su niño y le tenía en brazos, pero a ella se lo quitaron, y así vivió llorando el resto de su vida, en un triste convento, donde «al menos las monjas me quieren».
Ésta es su historia