La propuesta para sujetar los gastos es reducir la "exigüa" nómina del clero diocesano y de los antiguos empleados de la casa sacerdotal o su congelación
(Melchor Sáiz Pardo, en El Ideal).- Dice Shakespeare en unos hermosos versos que «arañan / también las rosas, tiene el hontanar de plata/ cieno, nubes o eclipses luna y sol empañan/ porque, afirma el poeta, «todos los hombres yerran». Esta es la impresión que tiene un grupo destacado de sacerdotes granadinos sobre la forma de gobernar la diócesis por parte de su pastor.
La comunidad eclesial está sufriendo, como cualquier otro estamento ciudadano, los embates de la crisis económica que ha agravado, aún más, la ya precaria situación diocesana. El descontento actual por la gestión material le ha sido expresado ya, en forma más o menos pública, al prelado.
Los sacerdotes expresan su opinión de que, presuntamente, el arzobispado ha hipotecado el patrimonio de la diócesis en decisiones que ellos consideran desacertadas: la creación de varios centros de estudios que califican de «innecesarios» , con presupuesto «desorbitrado» y «sin alumnos». (Apuntan que entre las enseñanzas que se imparten figuran el hebreo, el arameo y el ugarítico, «lenguas muy necesarias para el quehacer pastoral»); la contratación a cargo de la diócesis de más de 20 nuevos empleados, con «nóminas elevadas» pertenecientes a movimientos seglares afines; no informar, indican los sacerdotes descontentos con la situación diocesana, sobre la gestión de los ingresos de las visitas turísticas a la Catedral, Capilla Real, Cartuja o Sacromonte; el desconocimiento de la situación del legado de un médico granadino para crear una residencia geriátrica para sacerdotes mayores, que hasta ahora no se ha hecho; la deuda que, siempre según los sacerdotes disconformes, ha contraído la curia diocesana con el edificio que se construye para la Escuela de Magisterio, que será gestionada por una determinada corriente eclesial.
El malestar existente en la diócesis granadina se basa, según sus portavoces, también en los «cuantiosos» gastos que genera la residencia episcopal, mientras la propuesta para sujetar los gastos es reducir la «exigüa» nómina del clero diocesano y de los antiguos empleados de la casa sacerdotal o su congelación.