“Los cristianos queremos ser los buenos samaritanos de nuestro tiempo”
(José Manuel Vidal).- «España no se entiende sin la cruz». Sin la Iglesia y sin la fe no se entiende su esplendor pasado, la solución a la crisis actual por la que atraviesa ni su esperanza de futuro. Esa es la tesis de fondo que explicó, durante una hora, en el Club Siglo XXI, el cardenal español Antonio Cañizares. A su juicio, «aún queda mucho de la España católica» y, sin nostalgias del pasado ni imposición en el presente, la Iglesia reivindica las raíces cristianas del país y su capacidad samaritana para relanzarlo hacia el mañana.
La conferencia del ministro de Liturgia del Papa se titulaba «la Iglesia ante los desafíos del momento en España». Como presentador, ofició su amigo, el ex embajador de España ante la Santa Sede. Francisco Vázquez ensalzó el papel «insustituible y fundamental» del purpurado curial en la solución de los graves y más recientes problemas Iglesia-Estado. «A él se debe la solución entre otros, del enquistado problema de la financiación de la Iglesia», aseguró el político socialista.
En la sala del Siglo XXI ambiente de gala y de las grandes ocasiones. Con la presencia de políticos como Trillo, Martínez-Pujalte o el ex ministro Ángel Acebes. Y una nutrida representación eclesiástica, con el cardenal Estepa, el ex presidente del episcopado, Elías Yanes, el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, el arzobispo castrense, Juan Del Rio, l ex nuncio del Vaticano en Inglaterra Faustino Sáiz, el obispo de Segovia, Ángel Rubio, el secretario del episcopado, Martínez Camino o el abad del Valle de los Caídos, padre Anselmo.
Delante del cuadro de un Príncipe de Asturias adolescente, el cardenal Cañizares comenzó a desgranar su diagnóstico de la situación actual de España. Un diagnóstico que, como precisó, no es el de un político ni el de un sociólogo no el de un filósofo. Sino «el de un obispo, que ama con verdadera pasión a su patria y que la ve hoy en una situación que a tantos nos duele y nos preocupa grandemente», dijo el prelado con palabras de su antecesor en Toledo, el recordado cardenal Marcelo González.
Para Cañizares, «lo que necesita España es levantarse, ponerse a andar, caminar mirar al futuro, labrar un nuevo futuro con esperanza». Y, para eso, necesita recuperar y volver a valorar sus raíces cristianas de ayer, hoy y siempre. Una España «marcada por la fe católica«.
¿Qué queda de la España católica?
«¿Qué queda de la España católica?», se preguntó el cardenal retóricamente. Para responder de inmediato que «queda mucho». Porque, » a pesar de la fuerte secularización imperante, no se le puede negar su todavía persistente idiosincrasia católica, de la que, es justo reconocer, aún queda mucho«.
A pesar de «un fuerte y agresivo secularismo y de una nueva y agresiva laicidad» en España todavía queda «una Iglesia viva y firme, en medio de los vientos diversos que la azotan desde dentro y desde fuera». Es decir, «una Iglesia que aún ejerce influencia en la conciencia y el comportamiento de muchos».
«A esa España, católica todavía, aunque bastante debilitada religiosamente», la Iglesia quiere ofrecerle su servicio desinteresado, «solidaria de sus gozos, esperanzas y dolores». Una Iglesia que no quiere «tener privilegios ni obtener prebendas, aplausos o dominio impositivo sobre las conciencias ni tampoco aumentar o extender su propia duración».
En estas «adversas circunstancias», la Iglesia española quiere ser, sobre todo servidora. Un servicio que el cardenal nucleó en torno a dos claves: Dios y la caridad. A su juicio, el mejor servicio que la Iglesia puede hacer a la España de hoy es ser «testigo del Dios vio, mirar a Dios, volver a Dios, dar a Dios». Como dice el Papa, ofreciendo la fe «sin imposiciones», pero tampoco sin esconderla. Porque «la fe no es alienación, sino todo lo contrario».
Una Iglesia, cuya «desaparición, desfiguración, reducción o debilitamiento conduciría al torbellino del eclipse de Dios y de la destrucción del humano». Eso fue, según Cañizares, lo que vino a recordar Benedicto XVI en su último viaje a Barcelona y a Santiago de Compostela: que Dios es la luz y que «los hombre son podemos vivir a oscuras».
De hecho, «la ausencia de Dios, el vivir como si Dios no existiese es el drama de nuestra época y de nuestra encrucijada«. Además, «si hoy existe un problema de moralidad, de recomposición moral en la sociedad, deriva de la ausencia de Dios en nuestro pensamiento, en nuestra vida».
Una Iglesia que ofrece a Dios y «respeta la legítima laicidad del Estado y la aconfesionalidad de nuestra Constitución» y quiere aportar, además de la nueva evangelización, su apuesta decidida por la caridad.
Y cañizares comenzó a hablar de la Iglesia samaritana, en tonos muy parecidos a los de la Teología de la Liberación. «La Iglesia se siente apremiada por la caridad social» y, de ahí que los cristianos estemos llamados a ser «los buenos samaritanos de nuestro tiempo y no pasemos de largo o dando rodeos antes las necesidades que tantos padecen».
Y precisó aún más: «El amor gratuito a los pobres, el servicio samaritano a los necesitados en el nombre del Señor, la curación de tantas heridas es un elemento esencial de la evangelización y siempre ha acompañado en la historia la obra evangelizadora de la Iglesia».
Designio divino
Sólo con Dios y con la caridad podrá salvarse España. Un Dios que, según el cardenal, tiene «una voluntad muy clara sobre España». Es decir, «sobre España hay un designio divino, un plan de Dios, una elección, que no es ni vanagloria ni presunción, menos aún excusión, sino llamada permanente a la responsabilidad ante Dios», concluyó Cañizares. Y se ganó una profunda y sentida ovación. Una compañera periodista comentaba: «Este no es el Cañizares de Toledo que nos lo han cambiado». Y para bien.