Miembros de la Iglesia vasca ya habián mantenido reuniones con el Grupo Internacional de Contacto de Currin
La Iglesia del País Vasco considera que la paz está más cerca que nunca y ha decidido apoyar las iniciativas que se están desarrollando en Euskadi a una velocidad de vértigo para lograr el final de la violencia. Sin renegar de su discurso a favor de un relato veraz que haga justicia a las víctimas, representantes de la institución eclesial se han sumado a los colectivos que trabajaban en favor de una sociedad pacificada. El último paso lo ha dado Mario Iceta, obispo de Bilbao, quien en la apertura del curso pastoral de la diócesis ha dado valor a la verificación de la tregua. Sin nombrar directamente a la Comisión Internacional de Verificación, apadrinada por el abogado sudafricano Brian Currin, la incluye en un elenco de iniciativas que valora de manera positiva, mientras desde otros ámbitos ha sido denostada. Lo cuenta Pedro Ontoso en Diario Vasco.
Desde hace dos meses, miembros de la comisión han venido celebrando encuentros con representantes de partidos, empresarios, sindicatos y, también, de la Iglesia. En un pleno reciente de estos colectivos participaron el obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte, que se ha destacado a lo largo de su gestión por procurar la paz, incluso aceptando labores de mediación, y Angel María Unzueta, vicario general de la diócesis de Bilbao y ‘número dos’ del obispo Iceta.
Unzueta es un hombre muy cercano a Uriarte y a Joseba Segura, que colaboró con el obispo de Fruniz a la hora de tender puentes entre el Gobierno y la izquierda abertzale y se partió el alma para que la penúltima tregua de ETA saliera adelante y fuera la definitiva. La filtración de los nombres ha sentado muy mal en el entorno de Currin y de los ‘hombres de Iglesia’, a los que se había garantizado absoluta discrección.
En vísperas de la reunión con los verificadores, el pasado 26 de septiembre, monseñor Iceta leyó un texto en la catedral de Santiago, en Bilbao, con ocasión de la apertura de curso, en el que, además de la pastoral de juventud la cuestión de la paz será un tema prioritario. Desde la premisa fundamental de que ETA «tiene que desaparecer», el prelado de Gernika realizó un llamamiento a «sumar esfuerzos a favor de la paz y la reconciliación», pero, al mismo tiempo, puso en valor iniciativas «que ya se llevan a cabo y se promueven en nuestra sociedad». La Iglesia se ofrecía para «curar heridas» y «derribar muros de división».
En la enumeración de tales iniciativas, Iceta citaba las habituales de rechazo a toda forma de violencia, el fomento del diálogo, el reconocimiento y acompañamiento a las víctimas, el fortalecimiento de la convivencia y la educación en la paz, está última un guiño a los planes del Gobierno vasco en las escuelas.
Pero, además, esta vez el obispo valoraba «la verificación del cese de toda violencia e intimidación». Veinticuatro horas después su vicario, su ‘alter ego’, participaba «para escuchar y acumular información de primera mano» en la reunión con los expertos internacionales, nombres de peso y con experiencia de gobierno. Iceta avalaba en su nota, leída al final de la ceremonia religiosa, «la opción decidida de recorrer caminos exclusivamente democráticos y de respeto mutuo y la búsqueda de amplios acuerdos». El texto, que reúne las posiciones de las distintas sensibilidades, fue dado a conocer al finalizar la celebración litúrgica y no como una homilía.
Miembros de la Iglesia vasca ya habián mantenido reuniones con el Grupo Internacional de Contacto de Currin, en las que se reclamaba a la jerarquía vasca iniciativas proactivas para allanar el camino, «más allá de rezar por la paz».
En la construcción de esa sociedad justa, reconciliada y en paz, Iceta concede también un papel fundamental a la capacidad de «reconocer y reparar en lo posible el mal causado, de restablecer la verdad y la justicia y de la humildad y el coraje de pedir perdón y de la magnanimidad y anchura de corazón para otorgarlo y acogerlo». El ‘relato’ de estos últimos cincuenta años y la cuestión del perdón ha comenzado a aparecer ya de manera descarnada en el proceso para cerrar el ciclo de violencia y augura fuertes tensiones políticas y sociales.
Quienes más han enarbolado la cuestión del arrepentimiento han sido el arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, y el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla. El primero ha declarado que la reconciliación «no es un paternalismo barato en el que aquí nada ha ocurrido. Cuando ocurren dramas profundos, sobre todo para las víctimas, no sólo hay que pedir perdón, sino que hay que cumplir con la penitencia, con la Justicia». Munilla ha exigido que reconozca «el mal cometido de una forma clara y superando toda tentación de autojustificación».
Monseñor Uriarte, antecesor de Munilla en San Sebastián y albacea de un pensamiento episcopal mucho más abierto y plural, mantiene un discurso muy matizado y encardinado en la realidad sociopolítica de la sociedad vasca. El obispo hablará esta tarde en la Fundación Sabino Arana, un terreno en el que se siente cómodo, sobre paz y reconciliación en el marco de un ciclo sobre ‘Utopías posibles’.
Uriarte defiende desde hace muchos años un magisterio pacificador con algunas propuestas, como la aceptación de todas las sensibilidades políticas o la flexibilización de la política penitenciaria, que ahora han hecho suyas algunos líderes políticos. También ha abogado por los derechos colectivos y las aspiraciones legítimas de los pueblos, así como la gestión acertada del conflicto entre identidades nacionales contrapuestas. Su pensamiento se recoge en la obra ‘Palabras para la paz, una pedagogía evangélica’ (Idatz), coordinado por Patxi Azpitarte y Félix Azurmendi, que fueron sus vicarios generales en San Sebastián hasta su dimisión con la llegada de Munilla.