José María Díez-Alegría. Doctor en Filosofía. Doctor en Derecho. Licenciado en Teología. Ex profesor de Ciencias Sociales en la Universidad Gregoriana. Jubilado por méritos de guerra incruenta
El «jesuita sin papeles» hubiera cumplido hace pocas fechas su centenario. José María Díez-Alegría, teólogo, sacerdote, cristiano convencido y esperanzado, un «okupa de Dios«, fue un ejemplo para muchos, desde sus tiempos en el Pozo del Tío Raimundo hasta sus últimos momentos. Siempre con alegría y dando testimonio del Dios vivo. Ahora son sus amigos, y quienes no le conocieron pero admiran su vida y su obra, quienes organizan un merecido homenaje en el Ateneo de Madrid.
El «Homenaje a José María Díez-Alegría» tendrá lugar este viernes, a las 19,30 horas, en la sala La Nueva Estafeta del Ateneo de Madrid (calle del Prado 21). En el mismo intervendrán, entre otros, José Luis Abellán, Marta Nogueroles, Juan José Tamayo, Ricardo Gayol y Juan Antonio Delgado. Será una buena oportunidad para recordar al «jesuita sin papeles», al hombre que supo dar una palabra de esperanza pese a las dificultades, al maestro de teólogos.
Nacido el 22 de octubre de 1911 en la sucursal del Banco de España de Gijón, de la que su padre era director, Díez-Alegría se cambió pronto al bando de los mineros y empezó a tener problemas con la dictadura franquista, poco amiga de curas de combate. Sólo el apellido Díez-Alegría, con dos famosos generales en la familia, lo libró de la cárcel, aunque no de marginaciones y desplantes. Una vez le preguntaron cómo un banquero podía ser católico, y Díez-Alegría contestó con esta anécdota brechtiana. Fue un banquero a confesarse y le dijo: ‘Mire, padre, yo soy banquero’. Y el cura le respondió: ‘¡Mal empezamos!’. El rico penitente se enfadó y se fue.
Alegría (al teólogo Díez-Alegría todos le llamaban Alegría) era un reputado profesor en la imponente Universidad Gregoriana de Roma cuando en la Navidad de 1972 publicó sin la censura previa obligada el libro ‘Yo creo en la esperanza’, que en apenas semanas dio la vuelta al mundo. Exclaustrado de la Compañía de Jesús para evitar males mayores con el Vaticano, regresó un año después a Madrid y se fue a vivir a una chabola del Pozo del Tío Raimundo, la barriada en la que otro jesuita, el famoso padre Llanos, ex capellán de Falange y ex amigo del dictador Francisco Franco, llevaba practicando una radical teología de la liberación desde 1955.
Alegría, cuyo sentido del humor y paciencia evangélica no tenían límites, se hizo imprimir allí esta tarjeta de visitas: «José María Díez-Alegría. Doctor en Filosofía. Doctor en Derecho. Licenciado en Teología. Ex profesor de Ciencias Sociales en la Universidad Gregoriana. Jubilado por méritos de guerra incruenta. Calle Martos, 15. Pozo del Tío Raimundo».
En el Pozo del Tío Raimundo Llanos y Alegría hicieron teología de liberación de la buena, a pie de obra, y entraron en la mitología popular. Su sensibilidad por las víctimas del sistema económico inhumano era ontológica. Una vez, en una sonada conferencia en la Cámara de Comercio de Madrid, Alegría dijo, ajeno a las consecuencias, que «la clase dirigente vive en situación de pecado». Díez-Alegría no cesó de proclamar su convicción de que si un socialismo de rostro humano es muy difícil, un capitalismo de rostro humano es imposible.