No podemos andar por los caminos de la historia con el paso cambiado
(Enrique Delgado).- Cada mes de septiembre, los sacerdotes que comparte la misma promoción del Seminario Conciliar de Barcelona, se reúnen en la capital catalana. Entre ese grupo que celebró el 56 aniversario de su ordenación presbiteral, estaba y está el obispo emérito de Málaga- Melilla Monseñor Ramón Buxarrais. A la cita del mes de septiembre pasado acudieron 16 sacerdotes. Ese año le correspondió a D. Ramón Buxarrais la lectura de la homilía. Estas son algunas de sus reflexiones más destacadas, que versaron sobre temas y problemas de actualidad, tanto de la sociedad, como de La Iglesia.
«Me atrevo a interpretar el concepto de inmigrante de una manera más amplia. No solo podemos considerar inmigrante al que, venido de otro país, convive con nosotros, sino también al que ideológica, política y religiosamente, no piensa ni actúa como nosotros. También ellos pueden considerarnos como inmigrantes y es que todos, unos para con otros somos inmigrantes».
«La fe cristiana nos abre a los demás, sean quienes sean, aun a aquellos que nos miran mal, que nos desprecian, que se ríen de nosotros, que nos persiguen…… La respuesta del cristiano siempre será la de la comprensión y el respeto, junto a nuestro testimonio, basado en la fe explícitamente formulada y confesada, y las obras de servicio desinteresado».
«Ahora que en el llamado Viejo continente se tiene la impresión de que la Iglesia, como institución humana, va hacia atrás y pierde «adeptos», los que nos sentimos cristianos permanecemos en la sociedad como levadura que no se ve, es decir, sin afán de protagonismo, pero que actúa eficaz y positivamente a favor de todos los demás, sin excluir a nadie. La identidad del cristiano radica en el amor. Que los que no creen en Jesucristo puedan decir, como antaño: «Mirad como se aman y cómo nos aman».
«Es necesario conocer la historia no para repetirla, sino para consolidar los valores positivos que nos ha dado (positivo es todo lo que dignifica al ser humano) y no caer en los errores cometidos».
«En ese sentido opino que nos han creado y nos hemos creado demasiados absolutos. Los absolutos creados por el ser humano esclavizan. El absoluto primero y fundamental nos hace libres: y éste es Dios, principio y fin de todo lo que existe. De ahí que, sin caer en el relativismo, sí que es necesario relativizar muchas cosas. El temor al cambio va contra el Espíritu de Dios, siempre creativo y novedoso. El cambio es la expresión de la evolución a la que ha sido sometida La Creación entera».
«Entre algunos de los que nos sentimos Iglesia (nos sentimos porque lo somos), puede surgir un global desconcierto. Decimos, como los discípulos de Emmaús: «Nosotros esperábamos………….»
«Hay quien piensa que la ilusión que despertó el Concilio Vaticano II, resultó ser una burbuja que se ha evaporado a los pocos años. No creo que sea así. El Concilio renovó muchos aspectos de la vida cristiana, si bien, quedan muchas orientaciones del Concilio pendientes de «ejecución».
«De todas maneras, la Humanidad en las tres últimas décadas ha cambiado tanto que quizá se debería pensar en un nuevo concilio. No podemos andar por los caminos de la historia con el paso cambiado».
«Es cierto que el espíritu del Mal sigue despierto y activo, pero es más fuerte el Espíritu de Dios que nos empuja, de una manera u otra, a colaborar en la construcción del Reino de Dios que sigue mejorando personas y estructuras. Es por esta razón por la que el desconcierto debe ser suplantado por la admiración«.
«Dios sigue presente y actuando quizás de una manera que no esperábamos. La actuación de Dios siempre nos desconcierta porque nos sobrepasa, y conduce la historia como los ríos son conducidos por el empuje natural, desde lo alto de las montañas hasta el mar. La esperanza nadie podrá jamás arrebatárnosla, a los que creemos y confiamos en Dios Padre. Seguimos en constante renovación, empujados por la fuerza del Espíritu».
«Me ha parecido oportuno ofreceros estas consideraciones, para evitar que, a los que hemos cruzado el umbral de los ochenta años, nos invada el pesimismo o el pasotismo, convirtiéndonos en plañideros de nuestra historia. No podemos aguar el vino de la Fe que siempre nos empuja hacia delante«.