Pese a que más de un millar de jóvenes se preparan en nuestro país para ser sacerdotes, el relevo generacional no está, ni mucho menos, asegurado.
(Jesús Bastante).- Todos tenemos un cura en casa. Un tío, un primo, un hermano, un amigo… Por no hablar de aquellos que fueron sacerdotes y, tras diversas vicisitudes, abandonaron el sacerdocio. Según datos de la Conferencia Episcopal, el número de sacerdotes incardinados en las diócesis españolas asciende a 18.633, que se ocupan de 22.686 parroquias. A ellos hay que sumarles buena parte de los 11.466 religiosos que, amén de su vocación, están ordenados. Otros 900 realizan su labor en los llamados «territorios de misión». Y, según otros datos, varios miles secularizados.
Ser cura, hoy, no es fácil. La creciente secularización, unida a los recientes escándalos de abusos sexuales y la mala imagen de la jerarquía eclesiástica. Los hay de todo tipo y condición: curas urbanos en parroquias obreras, sacerdotes que trabajan con los más miserables de la sociedad, párrocos de iglesias ricas, curas rurales, de diócesis pequeñas, muchos de los cuales pasan horas conduciendo de parroquia en parroquia para que nadie se quede sin los sacramentos…
La edad media de los sacerdotes va subiendo, y ya supera los 65 años. Pese a que más de un millar de jóvenes se preparan en nuestro país para ser sacerdotes, el relevo generacional no está, ni mucho menos, asegurado.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: