Fallece en Granada, a los 90 años, uno de los más prestigiosos canonistas españoles

José Giménez y Martínez de Carvajal, in memoriam

Fue, con Díaz-Moreno, el principal artífice de los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979

José Giménez y Martínez de Carvajal, in memoriam
Firma de los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979

Además de un gran erudito, Giménez de Carvajal era, como señala el padre Díaz Moreno, "una gran persona, muy serio, muy buen jurista y excelente canonista

(José Manuel Vidal).- Podía presumir, pero nunca lo hizo. Podía haber escalado en el escalafón eclesiástico, pero José Giménez Martínez de Carvajal nunca pasó de sacerdote raso. A pesar de ser amigo de obispos, nuncios y cardenales. Y de tener mértios personales y profesionales más que suficientes para haber optado a la mitra e, incluso, al birrete. Cumplió hasta el final el viejo adagio latino «Sicut vita, finis ita» (se muere como se vive). Se fue sin hacer ruido.

Sencillo y humilde, nunca presumió de haber sido el gran artífice de los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979:Canonista insigne, sin duda alguna el más prestigioso de los expertos en las relaciones Iglesia-Estado y, además, una de las piezas claves del papeL jugado por la Iglesia católica en la Transición, murió el pasado día 22 en su casa de Granada, su tierra natal, donde estaba retirado, a los 90 años.

Lo sabía todo de concordatos, de leyes y de acuerdos bilaterales Iglesia-Estado. Los obispos, con el cardenal Tarancón y el nuncio Dadaglio a la cabeza, no movían un dedo en las relaciones bilaterales con los diversos Gobiernos (final de la dictadura y, sobre todo, durante la transición) sin contar con la opinión, siempre medida y mesurada, de Carvajal, que era como se le conocía en el universo eclesiástico español.

De hecho, su gran obra fueron los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979. Los firmaron en Roma el 3 de enero de 19709 el entonces ministro de Exteriores, Marcelino Oreja, y el Secretario de Estado del vaticano, cardenal Jean Villot. Pero el que los había «parido» y matizado hasta en sus más mínimos detalles había sido el profesor Carvajal.

De él se puede decir eso de que dejó todo «atado y bien atado» en las relaciones Iglesia-Estado. De tal forma que, todavía hoy, siguen plenamente vigentes. Y, aunque, en algunos sectores de izquierdas se cuestionan por conceder «excesivos privilegios» a la Iglesia, la verdad es que ningún Gobierno, al menos hasta ahora, se ha atrevido a denunciarlos.

Y es que salieron de las mentes de la «trinidad canonista» española: los profesores jesuitas José María Díaz Moreno, Carlos Corral y el propio José Giménez de Carvajal. De hecho, la comisión central de esos Acuerdos la formaron Díaz Moreno, Carvajal y Jesús Iribarren.

José Giménez y Martínez de Carvajal nació el 6 de octubre de 1922 en Granada, en el seno de una familia acomodada. Su padre era ingeniero. Pero el hijo, en vez de seguir los pasos de su progenitor, tuvo muy claro, desde niño que quería seguir el camino de Cristo y de la Iglesia. Y entró en el seminario, para hacerse cura. Ya durante los estudios eclesiásticos, Carvajal siempre tuvo claro que su otro «amor» era el universo de las leyes canónicas. Y se doctoró en Derecho. Primero, en la Universidad Gregoriana de Roma y, después, en la Universidad de Granada.

Siempre estuvo muy vinculado al cardenal Herrea Oria, que le dejó una profunda impronta. De hecho, fue director del colegio universitario San Pablo-CEU y puso las bases para su posterior transformación en la prestigiosa Universidad privada que es hoy.

En la universidad lo fue todo. No sólo catedrático de la Complutense, sino también de la Pontificia de Salamanca y del San Pablo-CEU. Y, en su negociado, siempre sentó cátedra. Tanto entre los alumnos, siempre orgullosos de tenerlo como profesor, a pesar de que tenía fama de muy riguroso, duro y exigente, como entre los obispos, que se lo consultaban todo lo relacionado con el universo jurídico. El cardenal Tarancón y sobre todo monseñor Elías Yanes, eran sus grandes amigos.

Escribió una gran cantidad de obras, todas especializadas y muchas en colaboración con su gran amigo y colaborador, el catedrático emérito de la Complutense, Carlos Corral. Por ejemplo, ‘Relaciones Iglesia-Estado’ (1976) o ‘Iglesia y Estado en España’ (1980). Fue consultor de muchas s comisiones jurídicas, tanto eclesiásticas como civiles, y recibió todo tipo de medallas y condecoraciones, como la que le concedió Juan Pablo II en 1983 o la ‘encomienda de honor de la orden del mérito civil’ en 1998.

Además de un gran erudito, Giménez de Carvajal era, como señala el padre Díaz Moreno, «una gran persona, muy serio, muy buen jurista y excelente canonista y, sin embargo, muy humilde». Por todo ello, deja huella no sólo en los Acuerdos Iglesia-Estado que perviven, sino también en sus obras y, especialmente, en la formación de infinidad de alumnos que lo recuerdan con cariño y devoción.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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