Y hubieran bastado algunas palabras de nuestros prelados para solidarizarse con quienes pasan penurias, para denunciar el abuso de los poderosos que abren cuentas en paraísos fiscales
(Carmen Bellver).- Ha llegado el día, apoyar la huelga o trabajar y callar frente a la reforma laboral. Hemos elegido con libertad unos pocos. Porque son muchos los que callan por miedo. Y ante esa infamia algunos representantes de la jerarquía eclesiástica han decidido mostrar su lado más pragmático. El del silencio o el doble lenguaje. Monseñor Rouco y la Conferencia Episcopal han hecho mutis por el foro. Hubiera bastando un comunicado, aunque fuera muy gallego, aunque dejase claro que la Iglesia no es un partido político y por tanto nada tiene que decir contra determinadas medidas. Pero explicando que la dignidad de la persona forma parte del bien común de toda la sociedad.
Porque la realidad es bien tozuda. Lo real es que en la calle se pasan penurias y que si queremos construir el sueño de un mundo fraterno, más justo y más humano, callar es el silencio de los cómplices. Callar cuando se destruyen conquistas sociales logradas con el esfuerzo de nuestros padres y abuelos, es ser un perro mudo. Callar cuando los escándalos financieros salpican la cúpula del poder político y económico del país, es ser un cicatero, un irresponsable, un miedica.
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