Le acusan de negar “el realismo de la resurrección de Jesucristo, en cuanto acontecimiento histórico (milagroso) y trascendente”
(José Manuel Vidal).- En viernes de Dolores, otro teólogo crucificado. Y esta vez se trata de uno de los más importantes y prestigiosos teólogos españoles, el gallego Andrés Torres Queiruga. Lo condenan los obispos de la comisión permanente, a través de una nota de la comisión para la doctrina de la fe, que dirige el obispo de Almería, Adolfo González-Montes. Sin juicio previo y sin darle oportunidad de defenderse, los prelados aseguran que sus escritos teológicos «no se compadecen con lo que afirma la doctrina de la Iglesia» y, además, «siembran inquietud entre los fieles».
La nota condenatoria señala nada menos que siete errores del teólogo gallego. Entre ellos, el negar «el realismo de la resurrección de Jesucristo, en cuanto acontecimiento histórico (milagroso) y trascendente», el «carácter indeducible de la Revelación» o «la unicidad y universalidad de la mediación salvífica de Cristo y de la Iglesia».
Las nota episcopal consta de 10 folios prolijos y con abundante aparato bibliográfico. Con intentos de explicaciones técnicas sobre cuestiones teológicas, que se le reprochan al autor. De todas formas, la nota no le acusa de hereje ni condena taxativamente su obra. Sólo quiere «salvaguardar aspectos esenciales de la doctrina de la Iglesia, para evitar la confusión en el Pueblo de Dios».
De ahí que invite al profesor Torres Queiruga a que «siga clarificando su pensamiento y lo que ponga en plena consonancia con la tradición de fe autorizadamente enseñada por el Magisterio de la Iglesia».
El escrito episcopal está firmado por el presidente de la comisión para la doctrina de la Fe y obispo de Almería, Adolfo González Montes, y el secretario de la misma, José Rico Pavés, aunque, en el último epígrafe señala que cuenta con la aprobación de la comisión permanente de la Conferencia episcopal española.
Sin posibilidad de defensa
Los sectores más talibanizados de la Iglesia española se han cobrado una nueva pieza. A Torres Queiruga lo tenían en su punto de mira desde hacía años. Pero, hasta ahora, no se habían atrevido a ponerle el sambenito de cuasi-hereje. Saben de su predicamento nacional e internacional y de la profunda solidez de su obra teológica, reconocida y defendida por los más importantes colegas de Europa y del mundo.
Los promotores de su condena son el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, el arzobispo de Granada y anterior presidente de la comisión episcopal de Doctrina de la Fe, Javier Martínez, asi como el secretario de la citado comisión, el padre Rico Pavés. Como avalistas de la condena figuran el presidente de la conferencia episcopal, cardenal Rouco Varela, y el obispo de Almería, actual presidente de la comisión, Adolfo González-Montes, otrora compañero en la Pontificia de Salamanca de Torres Queiruga.
Para cubrir las apariencias y cuando ya la decisión de condenar la obra del teólogo gallego estaba tomada, la comisión episcopal para la Doctrina de la Fe invitó al teólogo a un coloquio de clarificación, en la que estuvieron presentes monseñor González Montes, José Rico, Enrique Benavent, el propio Queiruga y el teólogo dominico Martín Gelabert.
Allí el autor ofreció todo tipo de explicaciones a su obra, pero, al poco tiempo recibió una carta de monseñor González Montes, en la que, a pesar de reconocerle «que desea de corazón mantenerse fiel a la fe de la Iglesia católica», asegura que «algunas de sus propuestas teológicas son incompatibles con la fe, tal como ha sido legítimamente formulado por su Magisterio auténtico».
En carta, fechada el 28 de marzo, monseñor González Montes, como presidente de la comisión para la doctrina de la fe de la CEE, advierte al teólogo que va a ser condenado, a pesar de que sostenga que «no pretende expresar nada que pueda ser contrario a la doctrina de la fe» y que «sus escritos quieren mantenerse en todo momento en el campo de la explanación teológica y en el legitimo debate». Aún así la comisión que preside entiende que «sus explanaciones y aclaraciones teológicas afectan al contenido de la fe, al intentar verter este contenido en un lenguaje que usted quiere que sea acorde con la mentalidad contemporánea».
El teólogo, triste y desolado
Andrés Torres Queiruga se ofreció a presentar todo tipo de explicaciones teológicas. En carta de 13 de marzo de 2012 al propio González Montes, el teólogo le dice que está en posesión «de un documento, preparado para su difusión pública, sin notificación previa ni diálogo personal» y advierte que «una manifestación pública y oficial en cuestión tan grave y delicada depende mucho menos del contenido que del hecho mismo de publicarla, por lo que supone como descalificación y sospecha respecto a mi persona y de mi trabajo teológico». Y la comisión monta un simulacro de diálogo.
Pero, como bien sabía el teólogo, la decisión estaba tomada y la condena se produjo hoy, en vísperas de vacaciones de Semana Santa. Queiruga se siente triste ante una nota que considera «no sólo injusta, sino sobre todo teológicamente infundada y desviada«.
Cree, además, que «la rectitud de una obra como la mía no sería cuestionada en ninguna otra nación europea con una seria tradición teológica». Porque, como señala el autor, ahora condenado, «todo mi trabajo teológico ha estado siempre presidido por un cuidado exquisito en preservar la fe de la Iglesia, tratando de repensarla con espíritu constructivo, para que resulte fundada, comprensible y vivible para los hombres y mujeres de hoy».
Mas aún, está tan convencido de la ortodoxia de sus afirmaciones teológicas que pide que «si en algún punto se juzga que mis opiniones pueden lesionar la fe, se demuestre con razones que corrijan o refuten las que yo ofrezco«.
Por todo ello y ante la condena episcopal, Queiruga muestra su «sorpresa», por «un procedimiento eclesialmente irregular, que ha roto las normas fundamentales de la fraternidad cristiana». También acusa a la nota de «escándalo», por tratarse de un juicio público «sin fundamentar» sobre «la reputación de un teólogo que ha dedicado, y piensa seguir dedicando, su vida al estudio y anuncio de la fe». Un juicio que vive como «una descalificación personal y objetivamente se expone a una calumnia pública en materia muy grave».
Y, por último, Queiruga muestra su tristeza «por la innecesaria perturbación que causará en tantos fieles» y «por el duro golpe que supondrá para la credibilidad pública de la fe, que muchos juzgarán, una vez más, lastrada por un peso autoritario y una negación de la libertad intelectual».